La experiencia

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N.A: ¡Hola fandom! La verdadera nota del autor está al final de la historia, por favor no dejen de leerla. Esta es para decirles que si llegaron aquí sin conocer AMOLAD les recomiendo mil veces que pasen por Tapastic .com/Series/A-Matter-of-Life-and-Death y apoyen a su autora. Es un comic excelente (tanto en trama, diseño y música).

Este fanfic fue publicado en mi perfil de fanfiction HelenaconH y gracias a un comentario, les recomiendo escuchen esto en las escenas del piano:


Disclaimer: Los personajes y mundos mencionados pertenecen a The Snipster, autora del comic A Matter of Life and Death.

La experiencia

Leo siempre despertaba confuso al tener aquel sueño. Ese donde conoce a la muerte y la desafía, "te demostraré que es horrible morir" decía, mientras que sólo puede escuchar: "Vida, espera", pero entonces es tarde, alguien muy importante aceptaba su petición y abría los ojos, perdido en la oscuridad de su habitación. De niño, su madre le cantaba para que volviera a dormir, sin embargo de eso ya hace mucho. Ella estaba en un lugar mejor, junto a su padre y sus hermanos. Fue su consentido. El menor.

Con los ojos abiertos en penumbras trataba de no inquietarse, era mejor distraerse, lo decidió la vez que quedó solo por su cuenta, cuando Maeda, la partera, se fue a la ciudad. Estuvo bajo sus cuidados desde los siete años de edad, el mismo día que su padre se quitó la vida dejando el niño a su suerte sin pariente alguno y es que el hombre lo odiaba, jamás creyó que fuese su hijo, en una familia de ojos castaños, tenerlos verdes significaba que su esposa lo engañó. Sin embargo a pesar del supuesto adulterio, no soportó las horribles muertes de ésta y sus hijos. Trató de sobrellevarlo, pero apenas soportó la tristeza. Saber qué lo único que le quedaba era el pequeño bastardo terminó por consumirlo.

Ella había pasado por tres partos, los mellizos y Leo. Hubo un cuarto... La señora Maeda dijo que hizo hasta lo imposible aun así los siameses en su vientre le costaron su presencia en este mundo. En cuanto los otros dos, al chico le gustaba escalar arboles y en una fatídica tarde, cuando apenas tenía doce años, calló de la copa de uno partiéndose ambas piernas por las pantorrillas con los huesos expuestos. Escasamente sobrevivió unas horas. La muchacha en cambió alcanzó los 16 años, se comprometió en matrimonió con el hijo de uno de los amigos de su padre, no obstante fue inútil fijar la fecha de la boda ya que una semanas más tarde de anunciar el compromiso la chica desapareció de su propia cama. Dicen que fue un desquiciado por los celos. Ella fue hermosa. Cuando la encontraron estaba irreconocible a la orilla del rio. Sin ropa, sin piel.

Así, el actual Sr. Spindler fue como se convirtió en el heredero de la poco fructífera viña, la casa y algunos animales, que para su suerte, habían sido bien y honradamente administrados por uno de los trabajadores mientras el nuevo dueño crecía con los cuidados de la partera, a un par de kilómetros de distancia. Era una mujer alta de cabello corto, muy hábil en su trabajo. Todos quienes la conocían creían que era mejor que una curandera o que un médico, que era milagrosa. Leo siempre se preguntó si realmente hizo todo por salvar a su madre.

Una vez estuvo listo para hacerse cargo de la plantación, la mujer se fue a la ciudad abandonando su casa sin mayor explicación. Entonces el sueño volvió a atormentarlo por una temporada.

Las estrellas, que regían su vida, lo vieron convertirse en un hombre adulto. Cada día lo acompañaban, desde la última al amanecer hasta la primera que le indicaba que ya era hora de volver a su hogar y descansar. La monotonía de su vida apenas si era rota por la melodía del viejo piano de su hermana en el salón. Amaba la música casi tanto como un buen vino. Aprendió a tocarlo cerca de los 17 durante las noches en un desesperado intento de dejar de pensar en la muerte.

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