II. Esperanza

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El mundo parecía desmoronarse, lentamente, sobre mí.
Los pasos iban reduciendo su ritmo, costándome más esfuerzo por la carga que sostenía a mis espaldas.

Todo había perdido el sentido.
Miraba al frente, sin ver nada realmente. Mi cabeza ya no estaba allí, no completaba ninguna de sus funciones, solo 'se dejaba ver' en el exterior.

Mis pies parecían querer hundirse bajo tierra para no volver a salir.

Todos aquellos sentimientos que había estado sintiendo durante tantísimo tiempo habían desaparecido como si un tornado se hubiera encargado de aniquilar su existencia.

Me sentía libre, pero ya no entendía cuál era el significado de vivir. ¿Qué significaba estar allí cuando nada te importaba?
No era capaz de comprender. Ya no me quedaba nada en lo que pensar.

Entonces lo escuché.

Mis piernas se congelaron sobre el asfalto. Mis ojos estaban ahí, habían vuelto al oír aquella voz que tan familiar le resultaba. Se dieron cuenta de que estuvo a punto de cruzar.

Alcé la vista hacia la persona que se encontraba a mis espaldas, viéndolo como si fuera la primera vez.

La carga desapareció de mis hombros. Mi cuerpo se relajó.

¿Cuánto tiempo había estado esperando a que aquello sucediese? No lo sabía, pero mi corazón había vuelto a latir.

Él sonrió. Esa sonrisa que siempre me hacía reflexionar sobre miles y millones de cosas. Aquella, que pasaba de hacerme la más débil a la más fuerte de todo el mundo. Fue cuando comprendí el significado de la vida.

De repente, todo estaba allí de nuevo. Como si no hubiera pasado nada, como si nunca hubiese dejado de ser la persona que siempre había sido. Él me ataba a aquel lugar, él me hacía sentir insegura, pero me mantenía con los pies en la tierra. Él me salvaba de mis monstruos, aunque fuera el causante de mis mayores temores.

No se extrañó cuando no dije nada.
Me tendió la mano, sin borrar la sonrisa de sus labios.

Mis ojos se fijaron en ella, para después volver a mirarlo a los ojos.

Sonreí, como nunca creí que volvería a hacerlo.
Era un extraño y cálido sentimiento que solo él conseguía transmitirme.

Uní mi mano con la suya, sin volver a mirarlo. No hacían falta las palabras, ni siquiera el contacto visual. Era como si no hubiese nada que decir. Como si todo estuviera dicho y las palabras hubieran perdido el significado.

Nuestros pies comenzaron a caminar, sintiendo que todo estaba bien, que siempre lo estaría. No había nada de lo que preocuparse ahora, nada de lo que temer.

Pronto nos perdimos bajo la luz apagada del atardecer, pero daba igual adonde fuésemos, ya no estaba sola...

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2016 ⏰

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