Epilogo:

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— ¿De verdad? ¡Oh dios! No puedo creerlo.

Giré sobre mí mismo para poder quedar de espaldas, me estiré como un gatito después de una siesta y extendí mi brazo hacia mi lado para acercar a Bella a mí, pero su lugar estaba helado. Me senté y tallé mis ojos antes de ponerme mis gafas para encontrar que Bella no estaba en la habitación.

Un grito ensordecedor y luego cientos de risa me hizo saber que estaba en alguna parte de nuestro pequeño apartamento. Sí, una semana después de que Bella regreso decidimos que me mudará a su departamento. Desde ese momento nuestra relación se había vuelto más física y con ello yo un poco, poquito, adicto al sexo.

No me juzguen, después de cuatro años de celibato con experiencias anteriores muy desagradables (quien iba a saber que mi look de nerd sería tan popular en las salas BDSM, iugh), estar con Bella me hizo conocer los placeres del acto más íntimo de amor.

Me levanté de la cama y caminé con mis calzoncillos de los vengadores por el pasillo hasta encontrar a Bella sentada en uno de los bancos de la cocina. Me acerqué a ella y por detrás enredando mis brazos por su cintura mientras descansaba mi cabeza en su hombro. Ella seguía conversando o chismeando con quien sabe quién.

—Debí de suponerlo, hizo lo mismo en mi cumpleaños...aja...—mientras estaba distraída logré colar mi mano bajo su camiseta, intenté llegar hacia sus pechos pero fui descubierto y de un manotazo y con una mirada furibunda me apartó. Hice cara de cachorrito regañado y ella solo rodo los ojos —Muy bien, los espero el viernes... yo también, dile a papá que lo amo —Colgó el teléfono y me miró con su ceja alzada — ¿Qué crees que hacías Anthony Cullen?

— ¿Darle los buenos días a mi novia? —contesté sin estar seguro.

— ¿Darles los buenos día? —se acercó a mí y pellizco mi pezón izquierdo.

—Auch... ¡Oye! —me sobé en el lugar en el que me pellizco.

—Eso es lo mínimo que mereces, ¿sabes con quien estaba hablando? —Negué — Con Sue, la novia de mi padre, de mi papi, Edward. A veces eres un poco infantil —Se cruzó de brazos. Yo me acerqué a ella con la misma mirada de antes, esperando que bajara su enojo conmigo tal como había funcionado en anteriores ocasiones.

—Lo siento, bebé —acomode mis manos en su cintura— me portaré mejor la próxima vez —Me miró sin creerme antes de suspirar.

— ¡Dios! He creado un monstruo—Rio antes de pasar sus brazos por mi cuello.

—Así es, tú me has creado y tienes que sufrir las consecuencias— la levanté haciendo que enredara sus piernas entorno mi cadera.

— ¿Ah sí? Y dime ¿de qué consecuencias estamos hablando? —me preguntó coqueta mientras yo empezaba a caminar.

—Ah...ya lo veras— cerré la puerta tras de mí y nos llevé a la cama.


—Así que mi padre vendrá el próximo viernes —Bella me dijo como si nada. Deje caer mi cuchara de nuevo al plato y la miré con los ojos abiertos lleno de miedo.

— ¿Cuándo te refieres al próximo viernes te refieres al de la próxima semana o al del próximo mes?

—Ah este viernes, Edward —Dijo mirándome fijamente.

—Demonios, que lastima, Bells. Pero recordé que ese día tengo que salir de la ciudad. No puedo creerlo y yo que tenía tantas ganas de conocer a tu padre —dije intentando parecer desilusionado.

¡No te enamores!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora