Mudarme del nublado Londres a la soleada California no podría haberme emocionado más, la idea de volver a mi ciudad natal y en la que pasé la mayor parte de mi vida era simplemente maravillosa. Pero comenzar las clases en una nueva escuela a mitad del año escolar no se sentía de la misma manera. La última vez que había concurrido a un colegio de los Estados Unidos tenía apenas doce años, tenía bastantes amigos y mis padres estaban vivos. Ahora, acababa de cumplir los dieciséis, sólo conocía a tres personas en todo el país -mi hermano, su novia y su mejor amigo- y mis habían muerto cuatro años atrás.
Tenía un gran nudo en mi estómago por eso, por estar en un nuevo colegio lleno de gente que no conocía... pero el nudo se apretó aún más cuando me di cuenta de que todos se daban vuelta a mirarnos a medida que caminábamos por los corredores.
-¿Dónde es tu primera clase, Sydney? -preguntó mi hermano mientras yo observaba a un grupo de chicas que nos miraban y luego hablaban entre ellas.
-Literatura, salón B9 -respondí tras echarle un vistazo al horario que había recibido por correo electrónico un par de días atrás.
Will caminó sin prestar atención a las miradas curiosas de los corredores, al igual que Anna, su novia, pero yo no podía pasarlo por alto. No era una persona reservada como Will, pero prefería no llamar la atención.
Subimos al segundo piso y nos detuvimos al llegar al aula B9. Will echó una mirada al interior y luego volvió su mirada a mí.
-Si tienes algún problema, llámame.
-Estaré en clases, Brook... Will -me corregí. Will me había pedido seriamente que no lo llamara Brooklyn en ningún otro lugar que no fuera en casa, me costaba acostumbrarme-. Nada malo me pasará.
Mi hermano soltó un bufido, pero besó mi coronilla paternalmente antes de irse. Anna me dedicó una sonrisa y me deseó buena suerte para luego ir tras él.
Tomé una respiración profunda y entré en el salón. No había mucha gente todavía, pero sentí que las miradas de un grupo de chicas sentadas en el centro del salón se clavaron en mí en el momento en que entré; probablemente estaban mirándome desde que me detuve afuera con Brooklyn y Anna.
Ignore sus miradas, caminé hasta el fondo del aula y me senté en la esquina, quizá allí podría obtener menos atención. Coloqué mi mochila en la parte trasera de la silla y saqué mis cosas para colocarla sobre el banco. Podía escuchar a otros chicos entrando en el salón y arrastrando las sillas para sentarse y los susurros incrementando hasta dejar de serlo.
Fijé mi mirada en mis manos para no encontrarme con nadie mirándome, me sentía más nerviosa de lo que jamás había imaginado que estaría, y sólo levanté mi cabeza cuando alguien carraspeó a mi lado.
-Estás sentada en mi lugar -dijo un chico alto, de cabello oscuro y ojos verdes, apretando sus labios en una fina línea.
Examiné el salón antes de responder.
-Todavía hay un montón de lugares vacíos en donde puedes sentarte.
El chico abrió su boca para hablar, pero finalmente no dijo nada. Por sus labios se asomó una media sonrisa mientras se sentaba en el banco junto al mío.
-Eres una chica ruda -dijo, sin dejar de mirarme.
La campana sonó y miré al frente de la clase. Gran error. Todos estaban mirándome, susurrando cosas que no era capaz de oír pero que, evidentemente, eran sobre mí.
Mi pie comenzó a moverse nerviosamente bajo el banco mientras intentaba no morder la punta de mi lápiz. El profesor llegó tan sólo unos segundos después ni siquiera perdió tiempo presentándome. Sacó Rebelión en la Granja de su maletín y comenzó a leer algunas partes, analizándolas, como si no hubiera ningún miembro nuevo en la clase.
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Little Scars
Short StoryTras cuatro años de la muerte de sus padres, Sydney regresa a California a vivir bajo el cuidado de su único hermano. Pero las cosas no son como ella lo había imaginado. Allí, todo el mundo la juzga por la mala reputación de su hermano. Y, como si...