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Había estado sentada en las gradas de la cancha de baloncesto por más de cinco minutos. Comenzaba a sentirme un poco estúpida a la vez que revisaba la hora en mi teléfono por enésima vez.

Definitivamente no iba a venir. Sólo estaba jugando conmigo. ¿Cuán estúpida era para creer que alguien sería tan amable cuando sus amigos no lo fueron? Mentiría si digiera que no me importaba en lo absoluto, pero tampoco era tan idiota como para darle a alguien que acababa de conocer el poder de hacerme sentir mal... otra vez.

Cuando el teléfono marcó las 11:16 me levanté, guardé mi teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones y comencé a caminar de regreso al edificio de la escuela. Ni siquiera había alcanzado el final de las gradas cuando escuché a alguien gritar agitadamente mi nombre. Una vez, dos, tres... Sólo me di vuelta cuando estaba lo suficientemente cerca como para seguir pretendiendo que no lo escuchaba.

—Sydney...— Ethan estaba cubierto en sudor y respiraba agitadamente. Se inclinó hacia adelante y apoyó sus manos en sus rodillas para recuperar el aliento. —Lamento haberte hecho esperar. El profesor Grayson nos ha hecho correr durante una maldita hora—. Dijo, deteniéndose para llenar sus pulmones de aire después de casi cada palabra que decía.

No pude evitar oír los murmullos que comenzaron a crecer a espaldas de Ethan así que miré sobre sus hombros. Unos metros más allá un grupo de chicos, que debían de ser sus compañeros de entrenamiento, nos dirigían una mirada extraña mientras hablaban entre ellos.

—Pensé que no vendrías—Admití.

—¿Qué? —Se enderezó y quitó su cabello húmedo de su frente mientras soltaba un pesado suspiro—. Sé que no has tenido la mejor bienvenida en este colegio, pero no soy así. En serio siento que te haya hecho pensar lo contrario, pero esto no fue planeado— dijo señalando su sudada camiseta antes de dejarse caer en las gradas.

No me senté junto a él. A pesar de que quería hablar Ethan, no quería hacerlo en un lugar donde todos estuvieran posando sus miradas en nosotros y cada uno de nuestros movimientos. La situación me hacía sentir realmente incómoda, pero iba a guardarme ese pensamiento para mí misma.

—Entonces...— dije para que diera inicio a lo que pensaba decirme al citarme aquí. El receso estaba a punto de acabar.

—Mi cumpleaños es el viernes— dijo apoyando sus codos en las gradas superiores e inclinándose un poco hacia atrás para poder observarme mejor—. Y realmente quiero que vengas a la fiesta.

No respondí inmediatamente. Él y Phoebe eran las únicas personas que conocía de nuestras clases. Ir a una fiesta llena de gente que rumoreaba sobre mí y mi hermano no era una buena idea.

—Y antes de que inventes una excusa— continuó hablando —puedes decirle a tu hermano y a su novia que vengan, si es que ese es un problema.

Sonreí porque incluso cuando acabábamos de conocernos, Ethan parecía conocerme desde hace mucho más tiempo. También porque no sabía qué otro pretexto usar, o siquiera si quería usar uno.

—Lo tendré en cuenta —respondí finalmente.

Le dirigí una pequeña sonrisa y me dirigí a mi próxima clase.

Me pareció ver un asomo de sonrisa en su rostro también.

***

Pasé todo el trayecto de regreso al departamento pensando en cómo decirle a Will sobre la fiesta. A pesar de que el día anterior habíamos reído a carcajadas sobre la bestia durmiente estaba segura de que no será fácil convencerlo de que me deje asistir a su fiesta o, mejor dicho, a ninguna fiesta en general. Por suerte, Anna no tenía clases extras ni entrenamiento, por lo que al menos contaría con apoyo.

Little ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora