El día siguiente entré a clases como si nadie estuviera mirándome o hablando sobre mí. Fui indiferente a la gente que murmuraba cosas lo suficientemente fuerte para que yo los escuchara. Me había dicho a mí misma que yo sabía quién era, quién era mi familia, y que ninguna de esas personas era lo suficientemente importante para que me interesara por lo que dijeran. De hecho, desde que había hablado con mi hermano, no me importaba ni un poco lo que la gente pudieran pensar sobre nosotros.
Me senté en la fila del frente esta vez, sabiendo que las matemáticas no eran mi fuerte y que iba a tener que poner un gran esfuerzo para obtener buenas calificaciones -todo gracias a la asistente social y sus condiciones.
-Qué montón de idiotas -dijo una chica y se sentó en el banco vacío junto a mí. Su cabello era rubio y tenía un perfecto bronceado, todo lo opuesto a mí-. Hola, por cierto. Soy Phoebe.
-Hola -respondí con una ligera sonrisa-. Soy Sydney.
Esta era la primera vez que veía a esta chica, pero ya me agradaba. Quizá se debía a que era la una de las únicas personas, como había sucedido con Ethan, que me había hablado y no juzgado.
-Definitivamente odio esto -dijo recostándose en su asiento.
-¿Las matemáticas? Yo también las detesto -reí.
-No, quiero decir, también odio las matemáticas, pero estaba hablando sobre los idiotas que no se meten en sus propios asuntos -explicó en voz cada vez más alta.
Los murmullos se detuvieron por un segundo, pero volvieron un momento después, esta vez más bajos. Phoebe guiñó un ojo y se enderezó cuando el profesor entró al salón. Le agradecí a esa chica en mi interior y luego puse mi atención en la pizarra, donde el profesor escribió el tema del día y la página del libro en que se encontraba.
Cuando di con la página me di cuenta de que comprenderlo me iba a ser mucho más difícil de lo que había pensado y pensé que los signos matemáticos deberían ser considerados otro idioma, como el chino, si es que todavía no lo eran. Tenía que conseguir un tutor lo más pronto posible si no quería regresar a Londres con Tía Margaret.
-Entonces, señorita Holworth, ¿podría decirnos cuál es la respuesta al problema tres, inciso A? -preguntó el profesor a la vez que todo mi cuerpo se paralizaba.
No sabía la respuesta. A decir verdad, ni siquiera entendía la pregunta. ¡Malditas inecuaciones!
-X se encuentra entre uno y cinco -dijo alguien desde el fondo de la clase. Reconocí esa voz incluso cuando sólo la había oído un par de veces: Ethan.
-Muchas gracias, señor Collins. La próxima vez, responda únicamente cuando la pregunta sea dirigida a usted.
Solté el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo cuando el profesor siguió con la clase y no me preguntó nada más. O había adivinado que yo era muy mala en las matemáticas o no quería que Ethan volviera a interrumpirlo.
Cuando la clase estaba por finalizar y yo ya estaba lista para salir corriendo del salón, dos golpes sonaron firmemente en la puerta antes de que una mujer joven entrara en la habitación.
-Lamento interrumpir, profesor Jones, pero tengo que sacar a la señorita Holworth de la clase.
El profesor asintió y supe que no tenía más elección que ir con esa mujer.
-Y recoge tus cosas- dijo el profesor cuando me puse de pie.
Sentí todas las miradas en mí, pero esta vez no pude ignorarlas y me puse incluso más nerviosa. A pesar de que el papeleo ya estaba firmado, la cosa más pequeña podría hacerme volver a Londres. Estaba bastante segura de que durante todo el mes me pondría ansiosa por todo, como ahora.
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Little Scars
Short StoryTras cuatro años de la muerte de sus padres, Sydney regresa a California a vivir bajo el cuidado de su único hermano. Pero las cosas no son como ella lo había imaginado. Allí, todo el mundo la juzga por la mala reputación de su hermano. Y, como si...