¿Conoces los niños en cruz?

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Tal como ya sabrán por mi historia anterior Ahora la sabe, en vacaciones frecuento con regularidad un pequeño pueblo en una zona rural donde se encuentra parte de la familia por parte de mi padre, quien es de raíces humildes. Adicionalmente, es una buena zona de campo, por lo que mi familia adquirió hace varios años una finca (rancho o granja, en otros países) a unos cuantos kilómetros de este sitio.

Esta zona en particular tiene una fuerte «energía», por llamarlo de alguna forma, pero básicamente lo que trato de hacer entender es que suceden varias «situaciones» que me hacen pensar que el hecho de que no podamos percibir algunas cosas con nuestros limitados sentidos no quiere decir que no estén allí.

Las cosas que he escuchado y unas cuantas que he experimentado en carne propia son las que te hacen sumergirte por horas en internet a buscar explicaciones, fenómenos similares o incluso personas que hayan experimentado lo mismo que tú para no sentir que estás perdiendo la cabeza.

Por ahora, solo me gustaría continuar compartiendo estas experiencias con mis lectores, pero me limitaré, por lo pronto, a solo hablar de las historias que he escuchado, que, justo como la anterior que publiqué hace un par de años, te hace poner los pelos de punta.

Recuerdo la primera vez que escuché sobre los niños en cruz. Estaba muy pequeño en ese entonces, así que en realidad pensé que eran personas enanas, hasta que un familiar me explicó realmente qué son y cómo funcionan: son una especie de amuleto con una forma de cruz muy particular, hecha de materiales que pueden estar entre el cobre, la plata o el oro, y que puede ponerse como collar o brazalete, usándose como un amuleto protector que repele las malas energías. Las mamás lo usaban mucho en la antigüedad para proteger a sus hijos.

En este pueblo, que mencionaré muy seguido, también se ven los niños en cruz, incluso en la actualidad, pero diferente a lo que habla el escritor Gabriel García Márquez en su libro Cien años de soledad, aquí se usan de una manera algo bizarra y con una función totalmente diferente.

Por un momento, pensemos en que cualquier artículo religioso o «sagrado» puede tener una doble connotación dependiendo de cómo lo utilices: tiene mucho sentido si lo miramos como una maquinaria, que si la pones a funcionar como debe ser te dará un resultado, pero si la inviertes para que funcione al revés posiblemente logres un resultado totalmente opuesto.

Ya había escuchado antes que si volteas (con las piernas hacia arriba) una estatua de Cristo o un Buda o cualquier tótem religioso, cosas malas empiezan a pasar; pero como ya he mencionado antes, no soy especialmente creyente, por lo que nunca pensé que algo de esto tuviera alguna relevancia.

Vayamos a lo que nos concierne directamente: ¿qué pasa si usas un niño en cruz para invocar energías malignas en vez de repelerlas?

Sé lo que preguntarán primero, y no, no solo consiste en darle la vuelta al amuleto; el ritual es algo más complejo, y los resultados... un poco impredecibles.

Los niños en cruz se colocan dentro de la piel. Haces una incisión, los «insertas» y luego coses la herida. Es importante que no seas alérgico al tipo de material del que están hechos, pero, hasta este punto, no es nada más que una forma de flagelarte sin sentido a ti mismo.

Dependiendo de la parte de tu cuerpo donde los insertes, puedes pedir favores diferentes, esto acompañado de un ritual con algunas gotas de sangre de carnero que debes consumir cada noche durante veintisiete días, y, antes de dormir, repetir la frase: «Daría mi alma por...», y a continuación lo que deseas. Hasta este punto, para mí, seguía siendo basura... hasta que vi a alguien que tenía unos muy particulares.

Los tres tipos que yo conozco (seguramente hay más), son los siguientes:

1. Para conseguir amor: deben insertarse en la zona púbica.

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