Capitulo 3: La flecha desconocida

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Rai

Desde el momento en que la vi me pareció muy raro que una chica tan guapa como ella no fuera de la mano de algún príncipe de cuento. Aunque decir que es guapa se queda corto: tiene unos ojos azules tan grandes y vivos que parecen lentillas, una melena de color castaño claro con unos graciosos tirabuzones recogidos en una coleta mal hecha, la chica es casi tan alta como yo. Tiene un montón de pecas esparcidas por la cara y una nariz muy pequeñita.

Es valiente, decidió adentrarse sola en un bosque tan peligroso como este. La verdad es que para ganar un combate podría servir, puede pasar por damisela en apuros para atraer al enemigo hacia mí.

A pesar de que me sacaba de quicio, algo me decía que no podía dejarla sola por ahí; aparte de que iba a ser mi única compañía humana dentro del bosque.

Así que seguí su rastro, ser cazador me ayudó mucho durante el camino de búsqueda. Algo acechaba el bosque en estos momentos, pero no estaba cerca de mí, sino delante, en el camino por donde había ido Laura. No podía dejar que su vida acabase por mi culpa. No debería haberle dicho que la iba a llevar al pueblo, nada de esto habría pasado. Tengo que encontrarla, y rápido. Aunque no servirá de nada que valla corriendo, esa cosa la alcanzará. Maldita sea, porque tiene que ser tan irresistible para todos.

Estoy bastante lejos pero quizás sirva de algo que le hable a través de la mente. Tengo que esforzarme al máximo, por su futuro. Espero que me haga caso.

"Laura, por favor, escúchame: algo va hacia ti y temo no saber lo que es. Corre, corre por tu vida".

Laura

Capté el mensaje, la verdad es que tengo curiosidad por aprender a mandar mensajitos con la mente. Aunque igual es una broma pesada y sólo quiere hacerme correr. Paso, yo voy a seguir mi camino.

Llegué al final del bosque, o eso creía. Literalmente faltaba terreno en ese sitio, y hasta donde mi vista alcanza era una franja de tierra que no estaba. La única forma de cruzar al otro lado es por un puente que parecía muy inestable. La verdad es que no tenía ganas de caerme por allí.

Pero sí que tenía claro una cosa: no iba a volver con Rai, no quiero que parezca que tengo miedo. Porque la verdad es que sí que lo tengo, no sería persona si no me afectara nada de esto. No le he dicho al chico nada sobre mí porque no me lo ha preguntado. Sé quién es el Rey de estas tierras, por eso quiero ir al pueblo: es mi padre Augustus. Acaba de venirme a la mente ahora mismo. Tiene que ser producto de mi imaginación. ¡Pero si yo vivo en Madrid! Se supone que mi madre es psiquiatra en un centro médico y mi padre es abogado. Mi hermano Tomás todavía va al colegio, aún tiene 8 años; y mi gata Lucy todavía es un bebe. Pero, ¿y si he estado inconsciente mucho tiempo? Aunque eso fuese verdad, no explicaría que narices hago en un bosque, al lado de un pueblo que ni si quiera sé dónde narices está.

"Dime que ya estás lejos de donde estabas antes" ¿Todavía no tiene claro que no se hablar con la mente? Aunque no es que lo haya intentado nunca. Puedo probar... "Ra-Rai, me d-da igual lo que digas, y-yo voy a seguir m-mi camino" No me ha salido como esperaba pero, oye, era mi primera vez.

Al instante me contesto: "Lo digo en serio, ¿dónde estás?". Tenía que practicar esto de la mente: "Estoy donde nunca me encontrarás".

Rai

¿En serio? ¿Acaba de retarme a buscarla? Hay que ver cómo son las mujeres. Esto cada vez se pone más interesante. Bueno, nunca me doy por vencido en nada así que se acabó, es hora de correr.

Llegué al Barranco de los cadáveres. Cuenta la leyenda que los que lograban sobrevivir una noche en el bosque, se volvían locos y venían aquí a quitarse la vida. Noté algo diferente en cuanto lo vi: no había ni un solo cuerpo en proceso de descomposición, estaba todo vacío. Decidí explorarlo.

Al cabo de un rato oí un estornudo femenino y reconocí su voz mientras esta maldecía en voz baja.

-Laaaura, donde estáaas- dije en voz alta, sabía que era ella.

-Déjame en paz, no estoy de humor para estúpidas charlas contigo- parecía que el miedo se había apoderado de ella, estaba cambiando. Tenía que sacarla de esta parte del bosque en cuanto pudiese.

Estaba sentada en una rama de un árbol de una altura impresionante.

-Tenemos que irnos de aquí, estamos en peligro.- nada, no se movió- Vamos, no quiero tener que subir ahí, tengo vértigo por si no lo sabías.

-Ja, pues yo no me voy de aquí, estoy bastante cómoda.- No parecía muy segura de lo que estaba diciendo.

Sino bajaba por si sola... tendría que ayudarla. Por suerte yo podía contar con mi "súper-poder", tenía que sacar mis encantos.

-Pues, allá voy.- da gracias a que sabía trepar con bastante facilidad. Ella seguía sin moverse de la rama donde estaba sentada. Llegué a otra rama que estaba más o menos a su altura.- Oye... esto va a ser complicado, ¿verdad?- Asintió con la cabeza.- Mira Laura, aunque no lo parezca, me preocupo por tu seguridad, no quiero ser el responsable de tu muerte.

-Y no lo serás, yo he decidido venir aquí- Sus ojos carecían de expresión.

Digamos que en eso no me puedo culpar a mí mismo.

-Cuando nos conocimos, me hiciste una pregunta que no tuve el valor suficiente que hay que tener para contestar. ¿Te acuerdas?

-Claro que me acuerdo, no tengo Alzhéimer.

-Bien, ¿te sirve de algo si te la contesto ahora?- me miró, supe que estaba de acuerdo con eso.- Me preguntaste cuanto tiempo llevo aquí, pocas personas saben la verdad. La mayoría cree que me volví loco y me vine al bosque a convivir con los animales salvajes, pero esa no es la verdadera historia.- Se movió de su rama, y acabó a mi lado. Quería que se lo contara todo, estaba intrigada.- Verás, yo tenía 10 años cuando perdí a mis padres en un accidente, me quedé huérfano. No tengo hermanos, tampoco tengo más familia que continúe con vida. Al no trabajar, no obtuve dinero suficiente para mantener mi casa, por lo que acabé en la calle, casi sin comida. A decir verdad, lo poco que tenía, lo compartía con los otros pobres del pueblo. Un día me pillaron robando una bolsa de manzanas de uno de los puestos del mercado, no había comido desde hacía tres días y estaba demasiado hambriento como para aguantar más tiempo. El Rey me echó del lugar, me desterró de su clan. Solo tenía 11 años.- A Laura se le escapó una lágrima tras otra hasta que comenzó a sollozar desesperadamente. Se tapó los ojos con las manos para que no la viera llorar, pero yo se las quité.- Ahora ya conoces por qué vivo en este siniestro bosque con todas estas criaturas, por qué no voy al mercado todos los días, sigue gobernando el mismo Rey que me desterró y no me ha descubierto aún; y por qué quise con todas mis fuerzas sacarte de este sitio.

-Lo siento todo,-agachó la cabeza- siento haber hecho que me acabaras contando tu historia.

-Te la he contado porque quiero, te mereces saber la verdad.- Una sonrisa asomó en su rostro.

-Pues gracias.

-Entonces, ¿he conseguido convencerte?- negó con la cabeza- Oh, ¡venga ya! ¿Ni un poquito?

-Era broma, desde que subiste a este árbol para bajarme de él, supe que te importa mi seguridad.

-Eso está mejor. ¿Bajamos ya?- comencé a darme la vuelta sobre mí mismo, dispuesto a dejar atrás todo esto y empezar de nuevo esta extraña y bipolar amistad.

-Claro.

Noté algo diferente, me había olvidado de todo mientras hablábamos, más o menos era completamente de noche y no estábamos seguros allí. Un par de árboles cercanos a nosotros empezaron a sacudirse bruscamente y cayeron al suelo, dejando al descubierto otra criatura de la misma especie a la que me había enfrentado el día anterior.

-No te muevas- le susurré al oído, aunque cabe la posibilidad de que ya nos hubiese visto.

Laura estaba paralizada por el miedo, ni pestañeaba.

Justo cuando fui a sacar un cuchillo que tenía escondido en el zapato, una flecha negra lanzada desde otro árbol, se clavó en el estómago del animal.

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El bosque de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora