Surely

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Me tropecé con un pantalon sucio de procedencia desconocida. Oh, esperen. Es mio. Mi habitacón es
un desastre, tal vez eso tenga relación con que por la noche estoy tan cansado que mi cuerpo solo cae, flota un rato, e impacta. A veces en la cama, otras en el piso, y la mayoría en mi escritorio. No se duerme tan mal ahí, de hecho, es agradable sentir que cada cosa sobre él me pertenece y depende completamente de mi, a diferencia de mi cama, que parece completamente de otra persona. Si ni siquiera tiene mi olor. Huele a rosas, y yo huelo a cigarrillos.

Tomé el jeans oscuro con el que casi caigo y decidí que no estaba lo suficientemente sucio aún, tal vez aguantaría una o dos puestas más. Espero, porque no he lavado ropa hace 5 días.

Mi mochila parecía pesar toneladas, pero era extraño teniendo en cuenta quelo único que había dentro
eran dos libros y un lápiz, pero tal vez sea el peso del futuro. No lo sé.

Llamé a la puerta de mi madre para decirle que ya me iba, pero estaba completamente dormida, y no tengo el derecho de despertarla, así que beso su mejilla y bajo por las escaleras, lento, pausado, desvanecido... No. Tranquilo. Un escalón a la vez.

Caigo en cuenta de que no me puse zapatos cuando mis pies tocan las baldosas frias y, al contacto, se entumecen, y duelen. Duelen mucho. Pero mi salvación son las sandalias que dejé en una esquina del living ayer por la tarde. Gracias al cielo.

No desayuno, no hay tiempo. Necesito llegar al teatro. Y debo hacerlo rápido, o si no, no podré estar cerca de lograr el estrellato. Así que corro. Corro como nunca, aunque las lágrimas se resbalen por mis mejillas, aunque se confuntan con la lluvia, aunque se confundan con la sangre.

Alcanzo la micro. Entro, pido permiso, me siento y espero. La lluvia se detuvo en el momento que subí al transporte, porque sólo llora para mi. Porque es mi amiga y llora en mi hombro. Pero no llora por ella misma, llora a causa mía. No lo entiendo, porque aunque le grito que soy feliz y que estoy bien, ella no responde y continúa aún más fuerte su siseo melancólico.

La curva de mis labios no engaña a nadie, ni siquiera a un ciego, así que me limito a cerrar los ojos y
fingir que duermo, así las personas del bus no se burlarán de mi en sus adentros. Escucho risas. Mi corazón se aprieta. Deben estarse riendo de mi. Debe ser. Porque vamos, ¿quién no aprovecharía la
oportunidad de mofarse de la persona débil y sola? Si estuviera acompañado quizás nadie me notaría, pero eso es imposible, porque la lluvia me quiere sola. Y el sol. Y las estrellas.

Al fin llego. Empapado en lágrimas desesperadas, pero llego. Camino un par de cuadras con la cabeza gacha, pensando en que tal vez exista un bache con el cual caer, pero he recorrido este camino por 4 años, y sé que no hay obstáculo alguno por donde yo circulo. Pero es mejor prevenir que lamentar.

Las puertas en frente mio, sigo sin reconocerlas cuando las veo. Como si fuera la primera vez que me paro en frente de ella, como si fuera un recién nacido que no conoce nada del mundo, como si fuera estúpido.

No puedo entender el teatro que hago 5 días a la semana. Como me sale natural, como nadie sospecha, como ni siquiera yo sospecho. Me la paso todo el día aplicandome para mantener mi regalo, jugando y
bromeando, secando y reparando lágrimas. Simplemente soy increíble.

Me hablan de personas patéticas, y yo concuerdo en sentir rechazo hacia ese tipo de personas. Se lo
digo en sus caras, porque en ese recinto no hay nadie mas indicado que yo para decirlo, y ellos lo
entienden y tratan con uñas y dientes de cambiar su comportamiento. Y lo hacen. Consiguen ser personas maravillosamente seguras de si mismas y me siento orgulloso, como un padre cuando su hijo
se saca su primer 7.0, porque aunque ellos ponen el esfuerzo, el guía fui yo.

Al fin todo termina, y puedo regresar a mi hogar. Hoy si que voy a limpiar todo lo que ensucié. Tomo la micro y me voy a casa, sonriente y sereno, con mis audífonos en los oidos y alegría en mi rostro.

Pero llego. Llego y el cansancio vuelve. Me pesan los huesos, la grasa, la cabeza, el cabello, el cerebro, todo. Miro mi desorden y concluyo en que debo hacer algo. Tomo las frazadas enrrolladas tipo panqueque de mi cama, pero apenas las toco, cailo, vuelo, e impacto.

Lamentablemente la sonrisa en mi rostro pesa más que todo mi cuerpo. Porque llevar algo que no es tuyo es mas cansador y preocupante que llevar algo propio, y hoy dejé el dolor en la micro de la mañana.

Historias CortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora