—Soy la hija de Marc Hawker, que por lo que he descubierto estos días, es un asesino que quiere ver arder este maldito planeta –repuse lanzándole una gélida mirada de odio a esa tal Beth, que me miraba como si no fuese digna de su observación.
—¿No me digas, genio? –contestó la desagradable rubia poniendo los ojos en blanco– Eso ya lo sabíamos, cuéntanos algo que no sepamos.
¿Cómo podía ser tan desagradable conmigo? ¡Sólo hacía como cinco minutos que nos conocíamos y ya me había sacado de quicio más veces de lo que Jace había hecho en estos tres días.
—Para ya, Beth. Amber no te ha hecho nada –dijo Gray muy serio, mirándole con esos ojos verdes tan increíbles.
—Sí nos ha hecho algo –replicó hasta entonces el callado Alex–: nacer –quizá no fueron sólo sus duras palabras, sino el modo en que las dijo, como si yo tuviese la culpa de todo lo que estaba pasando en Ánima–. Si no fuese por ella, Marc y Johnatan no podrían conseguir el cetro, y todo el planeta estaría a salvo. Nada de esto habría pasado.
—¡Alex! ¿Cómo puedes decir eso? Ella no tiene la culpa de nada, no es una asesina –exclamó Clare, dejándome comprobar de nuevo lo dura que podía llegar a ser en ciertas ocasiones. Dura, pero siempre leal.
—Tiene razón –contestó una desagradable voz a mi espalda–. ¿Cómo sabemos que no es una asesina igual que su padre? ¿Cómo sabemos que no está infiltrada para poder pasarle información a Marc y Jonhatan?
—Muy bien –repliqué muy serena–. Le informaré de que eres una puta prepotente que se cree superior al resto del mundo, que tu mente es aún más corta que esa minifalda y que esos tacones que llevas deberían ser ilegales. A ver si con alguna marca acaba con tu mísera existencia –toda la habitación se me quedó mirando con la boca abierta, ya había aguantado bastante a esa horrible rubia, y no iba a tolerar que me pisotease.
—¡Amber! –exclamó Jace anonadado ante mis palabras.
—Amber se va de aquí ahora mismo –repliqué enfadada–. Ésta no es mi guerra.
—¿Y cómo se supone que vas a salir de aquí, Doña Sabelotodo? No podrás usar una simple marca de vuelo, en Shimbad no te funcionará. A no ser que te quedes volando en la dimensión demoníaca y, ten por seguro, que yo no iré a recatarte –dijo Beth con su habitual aire de condescendía.
Ella me subestimaba sin ni siquiera conocerme, a pesar de que no hubiese nadie como yo en todo Ánima. Sin embargo, yo no iba a dejar alguien me tratase así, como tantas personas en mi vida lo habían hecho antes, por considerarme rara, extraña o introvertida. Estaba harta de que esas personas se creyesen superiores a mí, que me trabajen como si fuese un monstruo o, en este caso, la hija de uno.
Yo no había hecho nada para merecer esto, nada de nada. Puede que mi padre sea un asesino que ha matado a muchísimas personas a sangre fría, pero para mí, mi padre murió ese 22 de agosto. Para mí, sencillamente, dejó de existir. No quería pensar que esta nueva persona sanguinaria era mi padre. Por lo tanto, para mí, él y mi recién descubierto tío, Johnatan, habían dejado de existir.
Sólo me quedaba mi madre, que debía de estar preocupadísima por mí. No podía dejarla sola, tenía que volver con ella, ya que al fin y al cabo, la quería muchísimo y estaba dispuesta a hacer una marca por última vez para regresar a la Tierra.
—Vi a Jace hacer esa marca, así que ten por seguro que no me resultará ningún problema realizarla –le contesté a Beth fríamente.
—Venga ya, ambas sabemos que no podrás hacerlo –replicó ella restándole importancia al asunto.
—Puedo y lo haré –contesté enfadada–. Y ahora, si me disculpáis, necesito concentrarme. No quiero acabar en la dimensión demoníaca, ¿verdad, Beth?
Por un segundo todos me miraron expectantes, esperando cuál sería mi reacción. Como había dicho, estaba bastante alterada así que necesitaba concentración.
Recorrí toda la estancia hasta llegar a la bonita puerta blanca del extremo. Miré hacia atrás para ver sus caras una última vez antes de salir y dirigirme a una de las habitaciones más cercanas para poder concentrarme y poder salir de ese infierno de una vez por todas.
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Paranormal: El secreto de Beyond
Science FictionYo era tan solo una chica normal, que vivía en una bonita ciudad normal en un país completamente normal. O al menos, eso pensaba. Sin embargo, cuando empiezas a dudar sobre todo lo que tienes ante tus ojos, dejas de creer aquellas mentiras bonitas q...