Capítulo 12: Espiemos a Emma, Galletas y El Precio de los Libros.

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James

— Sí, ¿puedes creerlo? —me tiré a la cama con el teléfono en mi oído.

— Jem, tú eres un chico lindo —suspiró Daniel al otro lado de la línea—. Solo porque a una chica en el supermercado haya  dicho que el grano en su nariz era más lindo que tú no significa que sea cierto, perdona a la pobre.

— Niña maleducada —me quejé—. ¡Se metió con mi orgullo! O sea, sé que no soy el más perfecto del mundo, pero tampoco soy feo, ¿verdad?

— Disculpa pero tengo que preguntar esto —esperé unos segundos antes de bufar— ¿Acaso te vino la menstruación? Porque estoy casi seguro que tuve una conversación silimar a esta con Emma a mediados de mayo.

   Mundano insensible, ¿Cómo osaba a preguntarme semejante cosa? Sabía que estaba sensible y él vino y me dijo eso.

  Le corté la llamada y rodé los ojos.

   Yo no soy feo.

   ¿Verdad?

    Mi teléfono volvió a sonar y, sin ver quién era, atendí la llamada.

— Mira, te llamo en un rato, ¿okay? —comentó Dan al otro lado de la línea—. Emma me está llamando.

   «No entendí, ¿me llamas para decirme que me llamarás más tarde?»

   Me despedí de él y colgué la llamada. Dejé el teléfono en mi cama y me paré y caminé hasta el baño. Al llegar ahí, me miré en el espejo y me quité la camisa.

    Tampoco estaba tan mal, tenía la V, mis abdominales estaban marcados y tenía fuerza en los bazos, en total tenía el cuerpo Hershey cómo le dice Emma.

   Emma.

   ¿Para qué habrá llamado a Dan? ¿Necesitaría algo? ¿Estaría bien? ¿Por qué no me llamó a mí?

   Sacudí la cabeza y me quite toda mi ropa, necesitaba relajarme con un baño.

  Estuve en la ducha por más de diez canciones y decidí salir. Ese sería el primer día  de trabajo de Emma y no me confiaba mucho de ese tal Sebastian, así que me vestí, me puse un poco del perfume que a volvía loca a mi mejor amiga, agarré mi teléfono, algo de dinero y mis llaves.

    ¡Gracias padres por el carro!

~•~

— Jem, ¿que haces en mi casa un domingo a las seis de la mañana? —preguntó Dan en bata y con la voz como si estuviera recién levantado.

— Dan, no sé si lo sabes, pero hoy es sábado y no son más de las tres y media de la tarde —reí al ver su cara de espanto.

   Salió corriendo a lo que suponía era su cuarto y decidí seguirlo. Entré a su casa y cerré la puerta.

— Hola, disculpa, pero ¿Quién eres? —me preguntó una señora que no debía de estar más allá de los cuarenta y pocos.

— Disculpe, señora, me llamó James, soy amigo de Dan. —le sonreí y estiré mi mano.

— ¡Señora! Que educado —sonrió y se acercó a mí—. Bienvenido, Jem, yo soy la madre de Daniel. Él creo está en su cuarto, ven, acompáñame a la cocina. Acabo de terminar una nueva receta de galletas y quiero que alguien las pruebe —continuó hablando mientras me dirigía a lo que creía era la cocina.

   Después de lo que fueron dos bandejas llenas de galletas, guardar algunas y haber engordado como mínimo dos kilos, Dan por fin bajó por las escaleras.

Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora