IV

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   La silueta resultó ser una chica

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   La silueta resultó ser una chica. Se le veía muy joven, parecía aproximadamente cuatro años menor que Alex. Ataviada con un hermoso vestido blanco, ajustado en la cintura y que luego caía suavemente sobre sus rodillas, su brillante melena dorada recogida en una perfecta trenza francesa, seguido de ojos cafés redondos y llenos de vida, le aportaban un aspecto angelical más que el de una humana. Tan pronto hizo entrada en el negocio, su aroma inundó el espacio. Era un olor dulce pero a la vez picante.

El muchacho se preguntó de dónde sería aquella joven, ya que no recordaba haberla visto por los alrededores y, a juzgar por su apariencia, no parecía formar parte de aquel pueblo. Por alguna extraña razón, aunque no la reconociera, la mirada de aquella joven sí se le hacía conocida.

—¿En qué puedo ayudarte?—Cuestionó Alex, levantándose de su asiento cercano al mostrador y brindándole una sonrisa.

—Soy Bianca.—respondió ella con una perfecta voz, suave y calmada. —Vengo por los limones. —agregó al notar la confusión plasmada en el rostro del joven.

Alex tardó varios segundos en percatarse que se trataban de los limones de don Javier.

Inmediatamente se puso manos a la obra y, le tendió a la chica la bolsa con los limones, preguntándose por qué no había venido él personalmente a buscarlos.

La respuesta no tardó en llegar.

El sonido de varios disparos; estruendosos, terribles, rompieron el silencio de aquella tarde. La preocupación se hizo evidente en las facciones de aquella joven.

Alex tuvo un mal presentimiento, una punzada de anticipación que le anunciaba silenciosamente que algo no iba bien y, al mirar la expresión de ella, lo confirmó todo. Sus miradas se cruzaron por unos breves instantes. Alex dejó caer la bolsa que contenía la fruta y salió rápidamente del negocio. La joven le siguió en silencio mientras una lágrima resbalaba sobre su mejilla.

Ambos se detuvieron frente a la puerta de madera que daba entrada a la casa de su vecino. El muchacho respiró profundamente, debatiéndose entre abrir la puerta o no. El corazón le palpitaba a una rapidez increíble y un sudor frío le caía desde el cuello hasta la espalda. Al final decidió entrar. Giró la perilla con lentitud. La madera crujió y la puerta terminó por abrirse.

Entraron a la sala de la casa, que se encontraba en penumbras. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, pudo divisar varios muebles, una mesa, un escritorio y más allá... sangre. Espesa y reciente, formaba un amplio charco. El color rojo oscuro contrastaba en aquel piso de porcelana blanca. Y próximo a la sangre, se encontraba su vecino.

Aún portaba su característico guardapolvo y el sombrero que tanto le gustaban.

Sus espesos bigotes blancos estaban manchados por sangre, ya seca.

Su rostro había perdido todo color y su boca se encontraba entreabierta, suspendida en un gesto de sorpresa.

Don Javier, tendido en el piso de la sala de su casa. Sin vida.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2017 ⏰

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Alma Incandescente  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora