¿Por qué estaba así?

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Ahí se encontraba cierta pelinaranja viendo a tal pelirubio cocinar, lo miraba con discreción y a la misma vez amor. Sí, la navegante que el cocinero añoraba a cada rato estaba pérdidamente enamorada de él. Él no lo sabía ¡nadie lo sabía! excepto alguien en específico. Se dió cuenta hace días, cuando se sonrojó al ver a Sanji sonreírle de forma amigable, cuando tristemente veía la ventana para espiar a la Argueóloga que se encontraba junto al cocinero a solas por la noche, ahí se dió cuenta de su profundo amor. Pero después de un rato viéndolo, se retiró para caminar por el barco cabizbaja.

¿Por qué estaba así?

Simple, creía que él nunca le correspondía, era un completo pervertido con P mayúscula, y obviamente se fijaría en sus magníficas curvas.

Hundida en sus pensamientos, no oyó el llamado de su nakama, el cuál después de veinte minutos llegó a avisarle personalmente.

—¡Nami-san!— le llamó desde lejos, ella se volteó sin ánimos. Tras eso, él corrió para acercarse a ella.—¿Dónde estabas? Te he buscado por todas partes.— dijo con una sonrisa.

—Estaba dando vueltas por el Sunny, ¿qué querías?

—Ya está lista la cena, ve a comer, por favor.— dijo más serio, pues vió a la pelinaranja diferente.

—Ah, sí, voy en unos minutos. Tengo que buscar algo en mi cuarto.— dijo intentando irse pero él evitó su huida agarrando su brazo. Ella se volvió a verlo a los ojos, otro día se sonrojaría inevitablemente, pero hoy...no se sentía igual.

—¿Te acompaño?— preguntó viéndola inexpresivo.

—N-No gracias, estoy bien así...— decía tratando de apartarse de su agarre y nuevamente intentando no pasar tiempo con el pelirubio pero una voz la interrumpió.

Cuando lo consiguió, giró sobre sus talones y caminó a dirección contraria a la del cocinero abrazándose a sí misma.

—¡Nami-san...!- le llamó sin moverse. Ella suspiró, y se giró para verlo.

—¿Si?— sólo respondió, sonando desinteresada por lo que diría.

—¿Te sucede algo?— preguntó con ligera preocupación.

—No, nada en específico.

—¿Segura?— preguntó con desconfianza, pues la navegante no era así.

Ella emitió un silencio que confirmaba las sospechas del cocinero, sin más qué hacer, Nami se retiró. Sanji, luego de ver a la chica que halagaba todos los días actuar de esa forma, encendió un nuevo cigarro mientras se quedó observando cómo poco a poco la noche caía y cómo el viento acariciaba el pelo ondulado y naranja de la navegante. Cómo, con paso firme, se alejaba de él, y cómo antes de desvanecerse en las sombras le miró una última vez.

Tras eso, posó sus manos encima de la baranda del barco y mirando al mar con nostalgia pronunció unas palabras que sólo él pudo escuchar.

—Nami-swan...¿cuándo te darás cuenta de que estoy locamente enamorado de ti?— le dijo al mar, como si éste fuese a escupirle la respuesta, aunque era obvio, sólo hubo un silencio total, y con resignación se fue a cenar.

[...]

En la habitación de las chicas se encontraba la famosa joven acostada en su cama, miraba a la nada, se sentía...mal. Después de varios minutos, optó por ir a cenar, todos se extrañarían si no fuera.

Se agarró la camisa viéndose en un espejo, se quedó un rato contemplándose, se acercó más al espejo y rozó éste con su mano, no se encontraba de ánimos ese día pero colocando su frente en el espejo, se fue a cenar con sus compañeros.

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