Capítulo 1

1.6K 180 88
                                    

«Yo quiero esto.
Duela o no, lo quiero.
Porque prefiero el dolor de la libertad que la calma de una prisión.»
•~María Alicia~•


Tres años después

—Tu padre va a matarnos cuando se entere que te ayudamos con esto —mencionó frustrado, tamboriliando con sus dedos en el volante.

—La única forma de que se entere, es que alguien abra la boca —recargó su mejilla en sus nudillos mientras observaba el paisaje por la ventanilla del auto—. Trav no hablará, yo tampoco, ¿qué me dices tú?, ¿nos echarás a los lobos?

—Sabes que no —suspiró resignado—. Pero sigo pensando que debiste hablar con él antes de escapar.

—¿Crees que no lo intenté? —bufó, girando su rostro para encontrar el de su primo—. Estoy exhausta, Victor. Tantos hospitales, especialistas, supervisión constante. Es demasiado —sus dedos comenzaron a jugar con su colgante—. Hace poco entró en contacto con un hipnotista, un puto hipnotista, ¿puedes creerlo?

—Está preocupado por ti.

—Lo sé —su expresión se relajó un poco, mordió su labio inferior buscando las palabras correctas—. Pero esto tiene que parar. No sólo por mí, también por él. Es lo mejor para ambos.

—Sé que el tío Cedric ha sido un dolor de culo desde el accidente, pero no apoyo que cortes todo contacto con él —detuvo su jeep cuando semáforo brilló en rojo, llevó su mano a la mejilla de la chica y tiró de ella en un pellizco nada sutil—. Es tu padre, Hámster. No puedes evitar que se preocupe por ti, así que al menos dale la tranquilidad de saber que estás viva y en perfectas condiciones.

Eleanor lo apartó de un manotón, sin importar los años que pasaran, no perdía esa mala costumbre de sonrojarle el rostro a pellizcos. El rubio le dedicó una sonrisa cargada de suficiencia y satisfacción antes de volver a poner el auto en marcha.

—No voy a cortar la comunicación —replicó honesta—. Sólo no he hablado con él aún.

—¿Y cómo para cuando nos haces los honores? —no ocultó el sarcasmo en su voz—. Porque mi celular no soportará más mensajes de tu viejo preguntando si sé algo de ti.

—Llamaré a Beatrice esta noche —anunció mientras buscaba su móvil en la pequeña mochila que traída.

—Bien —dio por terminada la charla—. ¿Qué has sabido del idiota?, ¿consiguió abrirse un tiempo?

—Llegará tarde, pero vendrá —habló mientras leía el mensajes de Travis, e ignoraba a conciencia los cientos que su padre dejó en su buzón los últimos dos días—. ¿Qué música quieres escuchar?

—La pregunta ofende, Hámster —bufó con aire teatral—. Måneskin, obviamente.

—Deja de llamarme así, ya no soy una niña, Vic —se quejó mientras conectaba su celular al bluetooth del jeep.

—Siempre serás mi Hámster —la apuntó con su dedo índice—. Ahora, no abras esa linda boquita a no ser que vayas a cantar conmigo Morirò da Re.

La chica soltó una sonora carcajada antes de aceptar su oferta.

Baby, prepara la valigia
Metti le calze a rete, il tacco
Splendiamo in questa notte grigia —cantaron al unísono en un perfecto italiano—. E amore accanto a te, baby accanto a te, io morirò da re, ehi-ye-eh.

El primer recuerdo que Elenaor recuperó tras el accidente, fue sobre cuando conoció al hombre que movía su cabeza al ritmo de una canción de rock en al asiento del conductor.

Eleanor y MichaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora