Capítulo 3

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«Cuando un hombre está desesperado significa que aún cree en algo.»
•~Dimitri Shostakovich~


Cuatro años antes.

Michael pasó una semana completa intentando, sin éxito; contactar con Ela. Todas sus llamadas iban directo al buzón y sus mensajes no parecían llegar a su destino.

La incertidumbre y las dudas tomaron el control de sus pensamientos más veces de las que pudo contar. ¿Dónde estaba?, ¿por qué no atendía el teléfono?, ¿habría vuelto a Italia? Ella no solía desaparecer tanto tiempo sin una buena razón; cuando sus horarios chocaban, solían envíar un mensaje al menos, para informar al otro de su ausencia.

No creía en las supersticiones, pero tenía un mal presentimiento atascado en el estómago que sólo se hizo más grande con el paso de los días.

Dominado por la angustia y la ansiedad, tomó el primer avión que salía la mañana del diez de enero rumbo a New York.

Necesitaba verla, necesitaba saber que ella estaba bien, que estaban bien.

La última vez que habló con su novia, fue la mañana del dos de enero. Ella mencionó que estaba a tan sólo cinco días del aniversario de la muerte de su madre, y que cenaría con su padre esa noche, que el hombre tenía una noticia importante que darle y aquello la estaba atormentando.

Recordaba a la perfección la velocidad con la que hablaba en la videollamada, mientras caminaba de un lado a otro en la habitación como un león enjaulado, sin dejar de juguetear con el pequeño loto de su colgante; siempre hacía eso cuando su bonita cabecita estaba llena de múltiples pensamientos que la agobiaban.

Le preocupaba que Cedric hubiese programado un viaje sorpresa a Italia para visitar la playa donde esparcieron las cenizas de su madre; y que, debido a eso, no pudiese estar en su cumpleaños para presentarse con sus padres oficialmente.

Su mente comenzó a construir escenarios desagradables cuando llegó el siete de enero, el aniversario de la muerte de Antonella; sin noticias suyas. Le dio su espacio, asumiendo que querría estar sola ese día. Solía pasar mucho tiempo a solas cuando sus emociones la abrumaban.

Aunque ya había transcurrido un año desde su deceso, seguía siendo un tema sensible para la rubia; desbocaba sus emociones reprimidas a lo largo de los años; convirtiéndola en una niña indefensa que extrañaba a su madre con todas sus fuerzas.

Él estuvo allí dos de los últimos cinco años de Antonella, observó de primera mano como esa situación le afectó a la adolescente.

Conocía lo firme y correcta que era ella frente a su familia, pero también conocía esa parte infantil y asustada que ocultaba delante de la mayoría de las personas.

La observó limpiar los vómitos ensangrentados de su madre con una expresión estoica, y también la descubrió al quebrarse en silencio escondida en los rincones, donde asumió que nadie más podría verla; pero él sí la vio.

La dualidad perfecta entre la fortaleza y la debilidad, eso era Eleanor Hudson. Y quizá fue ahí, cuando reconoció sus virtudes y defectos, que se enamoró perdidamente de ella.

[💙💙💙]

Cuando finalmente llegó a casa de su novia, el ama de llaves lo recibió y le explicó que la señorita sufrió un terrible accidente la misma noche del dos de enero; tan sólo unas pocas horas después de que le dijera lo mucho que lo amaba e hiciera la promesa de que trataría de estar en Chicago el quince de enero.

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⏰ Última actualización: Sep 08 ⏰

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Eleanor y MichaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora