Esa mañana Estrella, se despertó muy temprano, cuando los rayos del sol comenzaban a irradiar en el campo. Como siempre fue al río, en una posa alejada de la casa, se cercioró que nadie la estuviese viendo y se desnudó, metiéndose al agua fría para comenzar el día bien despierta. Cuando llegó a su jacal, su madre colaba café y su padre ya se había ido a la faena.
-¡Buenos días Estrella!
-Buenos días mamita – la abrazó y la besó con cariño.
-¿Podrías ir al pueblo hija?
-Si madre- trató de ocultar su felicidad, así podría verse con Ben- ¿qué deseas?
-Solo que lleves una mantequilla que me pidió Doña Josefa.
-Claro que si madre- cinco minutos después se dirigía al pueblo.
Estrella, caminaba entre las flores del campo, la espesa llanura la recibía con brazos abiertos, el ardiente sol hacia arder su ya bronceada piel, pero su corazón saltaba de alegría, podría ver a Ben, estar entre sus brazos, disfrutar de la suavidad de sus labios, de la dulzura de sus palabras, pronto hablarían con sus padres, se casarían y se marcharían a la ciudad para comenzar una vida juntos.
-Caramba, que regalo tan hermoso me trae la mañana- Estrella, se sobresaltó al ver a Javier, saltar desde un árbol y caer justo frente a ella, parecía que la hubiese estado esperando. Su corazón se detuvo del susto y luego se agitó violentamente en su pecho.
-Buenos días señor Javier.
-Buenos días Estrellita- sonrió de medio lado, y Estrella, sintió un frío recorrer su espina dorsal.
-Si me permite- hizo ademán de continuar, pero él no se lo permitió. Ella lo miró fijamente a los ojos.
-Dime algo Estrellita. . .¿ te agradan los besos de Benjamín?- ella casi gimió de sorpresa, siempre se veían en el campo, bajo un árbol, nunca imaginó que él los estuviese observando- ¿te agrada como te acaricia?
-Deme un permiso, necesito llegar al pueblo.
-Si, a entregar la mantequilla ¿no?, no te preocupes, el encargo no era para Doña Josefa, el encargo era para mí.
Sin pensarlo, Estrella, giró y comenzó a correr, pero fue imposible llegar muy lejos, él era más rápido, la superaba en agilidad, en rapidez y en fuerza. Sintió como tiraban fuertemente de su cabello y un grito ahogado escapó de su garganta.
-Ah no, no te irás Estrellita.
-¡Déjeme ir!. . . ¡Auxilio!
-No, tú y yo nos divertiremos un rato.
-¡Ayuda, ayuda!- gritó angustiada de lo que aquel hombre pudiera hacerle
-Nadie te escuchará y tu adorado Ben, no vendrá a tu rescate- ella le golpeó con fuerza en el pie y aunque él gimió de dolor, no consiguió que la soltara, por el contrario recibió una fuerte bofetada que la dejó algo mareada- eres una estúpida. ¿Cómo te atreves a golpearme?
-Suélteme por favor, suélteme.
-Grita todo lo que quieras, pero no conseguirás ayuda- sacó una pistola de la funda que llevaba en la cintura, el corazón de Estrella se encogió. ¿qué era lo que pretendía ese hombre?
-Intenté conseguirte por las buenas, pero te has hecho la difícil- le dijo con ira- Te has creído demasiado para mí y no eres más que una mugrosa. Bonita, si, pero mugrosa al fin y yo que pensaba darte un lugar digno y respetable.
-¡Noooo, auxilioooo!
-Cállate- otro golpe impactó en su cara- eres más escandalosa de lo que creí- rió con maldad- pero eso es bueno- la miró con ojos cargados de lujuria- veremos cómo gritas cuándo esté disfrutando de poseerte.
Estrella, se apresuró a responder para pedir ayuda nuevamente, aunque sintiera que fuese inútil, cuando Javier, le propinó un fuerte golpe en la cabeza con la cacha de la pistola, y aquel verde bosque, con su sol brillante, solo se convertía en una terrible oscuridad.
Estrella se removió, la cabeza le punzaba con fuerza. El dolor le taladraba con insistencia. Abrió los ojos intentando que éstos se ajustaran al espacio donde se encontraba. Lo primero que notó fue que estaba atada. Si, tenía las manos atadas sobre la cabeza, estaban fuertemente sujetas a un tronco que servía como columna en aquel jacal. . .no un jacal cualquiera, sino el jacal abandonado, él más apartado de todos, allí nunca lograría ser escuchada, las lágrimas resbalaron abruptamente de sus ojos.
-Al fin despiertas Estrellita- ella lo miró con ojos cargados de terror.
-Por favor. . .por favor déjeme ir, déjeme ir se lo suplico, no me haga nada. . .
-No te haré nada Estrellita- en medio de su inocencia, sus ojos brillaron de esperanza- No te haré nada, sino que te haré de todo- aquellas palabras fueron pronunciadas muy cerca de su cara, el olor a licor le inundó las fosas nasales, las manos de Javier Verdejo, subieron por sus muslos, a la vez que elevaban el borde de su vestido. Estrella, gritó desesperada mientras sollozaba sin consuelo, ella sabía lo que él quería, la forzaría, la tomaría sin su consentimiento.
-¡No!- gritó mientras las lágrimas inundaban nuevamente sus ojos, deslizándose por sus mejillas, sintió la peor de las repugnancia, no quería que la tocara, quería que se alejara de ella.
-Grita todo lo que quieras preciosa, estamos en el jacal abandonado, nadie te escucharía, ni aunque gritaras con todas tus fuerzas- aquella asquerosa lengua lamió el femenino cuello, mientras Estrella, se retorcía bajo las crueles caricias de sus manos, que con fuerza estrujaban sus pueriles senos.
-Nooo por favor- sollozó- no me toqué, no me deshonre de esta manera.
-Bien pudiste ser mi esposa, pero te negaste el placer de mi compañía – la escuchó sollozar con descontrol- ahora no serás más que el gusto de tenerte, no podrás aspirar a más, ni conmigo, ni con Ben, ni con nadie.
-¡NOO!- su gritó le hizo sonreír, sabía que había dado justo en el clavo, le dolía saber que después de aquello quedaría sumida en la vergüenza.
Javier, acarició el borde superior de su vestido, y mientras ella suplicaba con todas sus fuerzas. Él tiró de su vestido, la tela cedió sin complicación y de inmediato aquellos turgentes senos quedaron a la vista.
-Hoy serás mía Estrellita.
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PERDÓN POR EL RETRASO MIS AMORES, AQUÍ LES DEJÓ ESTE CAPÍTULO. BESAZOS ENORMES PARA USTEDES.
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MANCILLADA *Sumida en la Vergüenza*
ContoEstrella es una dulce, cariñosa y joven soñadora, como toda chica del campo, tiene grandes anhelos de lograr alcanzar sus sueños. No desea vivir más en aquel apartado pueblo olvidado de la mano de Dios, donde los hombre suel...