VIDA DESGRACIADA

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Estrella, se preocupó de caminar por el campo de forma sigilosa, no quería que nadie observara sus ropas rasgadas, ni su cuerpo maltratado, no quería darle explicaciones a nadie, solo quería encerrarse en su jacal, y dormir por lo que le quedara de vida, el río había borrado la sangre y el pantano de su cuerpo, pero seguramente nadie podría borrar las heridas de su alma.

Se movió entre la maleza con el mismo sigilo que una pantera, y pudo llegar a casa sin ser descubierta, entró y rápidamente se cambió de ropa, se puso un vestido que le gustaba muy poco, era de una tonalidad marrón fea, parecía más bien que estuviese sucio, pero era perfecto para la ocasión porque así se sentía en aquel momento; fea y sucia.

Se acostó sobre su pequeña cama, y allí se quedó, sin derramar una lágrima más, sintiendo que había sido despojada de gran parte de su humanidad, no era justo lo que le había ocurrido, no era justo que alguien truncara así su vida, quitándole la oportunidad de ser feliz junto al hombre que amaba, porque a vida en aquel pueblo era dura y la gente despiadada, sabía que sería criticada, humillada, que nadie creería que ella no había provocado a ese mal hombre. Pero, debía hacer algo, él no podía haberle arrancado todo y salir bien librado, debía pagarle, ella tenía que cobrarse esa deuda.

-¿Qué te sucede mija?- le preguntó su madre preocupada- tú nunca te acuestas a estas horas.

-Me siento un poco mal- dijo con un hilo de voz, su madre se acercó hasta ella y al verla, sus ojos se abrieron enormes.

-Estrella, mija. . . ¿qué ocurre?, ¿quién te ha golpeado así?

-Nadie. – Mintió, negándose a ser publica su vergüenza- no ocurre nada.

-¿Cómo que no ocurre nada mija?, mírate nada más como estas, alguien tiene que haberte lastimado.

-Nadie me lastimó- la miró con ojos fríos- quiero irme de este maldito pueblo, y en cuánto tenga oportunidad lo haré- su madre se llevó una mano a la boca para acallar el gemido de sorpresa, ¿qué le habían hecho a su pequeña niña?

-Mi amor. . . – la tocó y se sobresaltó- estas ardiendo en calentura Estrella.

-No es nada.

-Claro que es algo, iré en busca de unas yerbas que me ayuden a hacerte sudar la calentura. Sé que algo malo pasó, lo veo en tus ojos, solo tienes que decirme y yo. . .

-Tú no puedes hacer nada por mí, madre. Déjame sola que yo sé cómo solucionar mi vida- le dijo en una media verdad. Ya que no tenía ni la más mínima idea de cómo resolver el asunto.

Se bebió lo que su madre le preparó, pero se negó a responder sus preguntas. Dos horas más tardes llegó su padre y al mirarla dijo.

-¿Estas son horas de dormir, muchacha?

-¡Déjala viejo, está enferma!- la defendió su madre.

-Enferma un cuerno, solo quiere holgazanear.

-Te digo que está enferma- le dijo dura, por una vez déjala, por amor a Dios.

-¿Y quién la golpeó?

-No quiere decir- su madre estaba preocupada, al verla allí, golpeada, sin lágrimas, sin palabras y con la mirada perdida- quizás si tú hablas con ella. . .

-No tengo tiempo para perder hablando, yo si tengo que trabajar para poner el pan en la mesa.

Dijo con un gruñido y se alejó, sin darle importancia al estado de su hija.

Estrella cerró los ojos, sintiendo que la ira la recorría. Era notorio que poco le importaba a su padre. Debía hacer algo para alejarse de allí.

Los días fueron pasando y aunque su cuerpo mejoraba, su alma estaba irremediablemente rota. Ben, había ido a verla muchas veces, pero su madre siempre la había negado por orden suya, se supone que para ese momento tendrían que haber anunciado ya su futura boda. Boda que no ocurriría.

Una vez intentó entrar al jacal a la fuerza, así que ella salió huyendo por la parte de atrás para evitar un encuentro, no se había alejado mucho de la casa, así que diez minutos después lo veía partir enfadado, parecía también triste y su mirada confundida. A Estrella se le encogió el corazón, pero él no debía verla, ella no debía estar cerca de él, por miedo al rechazo. Con los días había ido ideando un plan para tomar venganza.

Lo que Víctor le había hecho no se quedaría así, se lo cobraría y lo haría con sangre.

Al poco tiempo se hizo de una pistola que le robó a un hombre borracho en el pueblo, durante una de las cortas visitas que hizo. Aquella vez se encontró con Ben, y aunque quiso salir huyendo él se lo impidió, tomándola del brazo.

-Estrella mía- la miró con tristeza- ¿qué ocurre?, ¿qué hice mal?, ¿hasta cuándo me evitarás?

-No quiero verte- le dijo con un nudo en la garganta.

-Pero. . . ¿qué hice?- preguntó con ojos llorosos.

-No hiciste nada, pero no podemos seguir viéndonos.

-¿Y nuestros planes de marcharnos y ser felices?

-Ya no podrán ser- dijo fría, intentando no echarse a llorar allí mismo, desde aquel día jamás había vuelto a llorar, las lágrimas se habían vuelto inútiles.

-Pero. . . Estrella, mi amor. No entiendo este cambio, no entiendo nada, te he buscado y has estado huyendo de mí, si hice algo que te ofendiera o te lastimara, debes decírmelo, te prometo que puedo solucionarlo.

-Entre tú y yo nada tiene solución, y por favor mantente alejado de mí, no me busques más.

Se soltó de su agarre y corrió por la espesa sabana, en busca de refugio, debía volver a casa. Había avanzado mucho, cuando sintió que alguien la seguía, seguramente era Ben. Se giró para encararlo, pero su corazón golpeó con violencia.

Era Víctor. . .

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MANCILLADA *Sumida en la Vergüenza*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora