Cuando Louis despertó el martes por la mañana, estuvo desconcertado por un segundo. Las luces entrando al cuarto no se sentían normales y no podía escuchar los ruidos de sus vecinos de arriba. Sus sábanas no olían a flores como el polvo de lavar que él usaba. Su pánico sólo duró medio segundo...después abrió los ojos y se topó con una mata de rizos con piel blanca con pestañas oscuras. Se dio cuenta que el intenso calor que sentía, emanaba del chico a su lado y se relajó.
El cuarto estaba en silencio, no se escuchaba nada más que el tráfico a lo lejos, y el respirar de Harry en su oído. Louis dejó salir un lento y profundo suspiró, viendo hacia abajo para poder admirar bien la cara del chico.
Dejó que su mirada disfrutara cada centímetro, desde sus mejillas hasta la pequeña sonrisa que tenía aun cuando dormía.
Louis sabía lo que sentía hacia al chico, pero era difícil descifrar a Harry. A pesar de que sus ojos verdes siempre reflejaban sus emociones, ¿cómo saber lo qué sentía? Tenía tantas facetas, podía ir de juguetón e inmaduro a sexy e intimidante en tres segundos, y a Louis se le dificultaba desenvolver el gran misterio de quién era Harry Styles. Louis deseaba que Harry fuera quien él quisiera ser. El se sentía libre de ser él mismo cuando estaba con Harry, y quería ser exactamente lo mismo para el otro chico.
Deslizó su mano sobre los rizos, suavemente. Y se le ocurrió una idea. Aunque un poco tonta...se le ocurrió que de todas las veces que Harry le había hecho el desayuno, ni una sola le había devuelto el favor...aunque la verdad no tenía caso. Los omelettes de Harry eran probablemente lo mejor del mundo.
Louis se desenredó de las sábanas lo más rápido y silencioso que pudo. Siempre mirando a Harry para asegurarse de que no mostrara señales de despertarse. Una vez que se aseguró de ello, lo miró un poco más y sonrió. Se puso sus botas de nuevo, y salió de puntitas del departamento asegurándose de dejarlo sin seguro, para poder entrar de nuevo.
Obviamente no intentaría cocinar algo; Louis y la cocina no se mezclaban bien.
Había un pequeño café justo en frente de la parada de autobús donde el había estado ya varias veces; era ahí a donde se dirigía. Era una mañana fría, metió sus manos en las bolsas de sus pantalones. La idea de un café fuerte y los pastelillos más dulces que pudiera encontrar lo emocionaba. Estaba exhausto y apenas eran las ocho y treinta; lo que significaba que no había dormido ni cinco horas. Pero a pesar de eso, Louis hizo tiempo récord en ir y volver del café; no le gustaba la posibilidad de que Harry despertara y pensara que se había ido sin decir adiós, porque él bien sabía lo que se sentía.
La excursión tomó quince minutos, pero en ese tiempo Liam se había despertado y salía de la segunda habitación bañado y vestido, luciendo completamente despierto a pesar de haber dormido probablemente menos que Louis.
Saludó a Louis con una ceja levantada cuando entró en el flat.
-Pensé que te habías ido -dijo despacio, consciente de los chicos dormidos -
-Por supuesto que no. Sólo fui por el desayuno -dijo entrando y caminando directo a la cocina, para depositar los vasos y dos bolsas llenas de pastelillos calientes -
-¿Es eso café? -preguntó Liam esperanzado y Louis sonrió -
-Ah...alguien igual que yo. El mejor café. Traje un café para mí y un té para Harry, pero no sabía qué les gustaba a ti y a Niall, así que traje uno de cada uno...supongo que a Niall le toca el té -
Liam se concentró en su vaso de café, con una sonrisa en su cara. Louis estaba acostumbrado a verlo frunciendo o serio, así que era extraño verlo así de emocionado por algo tan pequeño, pero de todos modos la sonrisa le sentaba bien.