Louis estaba completamente bien.
De verdad.
Se iba a dormir a las diez de la noche entre semana, y a la media noche viernes, sábado y domingo. Todos los días se despertaba a las ocho en punto, comía tres veces al día, corría todas las mañanas y salía varias veces a la semana con Zayn o con sus amigos de la universidad.
Ya no pensaba en esos rizos oscuros y en los ojos verdes. De vez en cuando tenía flashes que venían volando a su mente, pero decidía ignorarlos. Ya estaba en una muy buena posición dentro de su plan de recuperación, y no planeaba dar marcha atrás.
Había pasado una semana y tres días, desde la ultima vez que había visto a Harry, pero decidía no darle a eso, ni al creciente dolor en su pecho, mucha importancia.
No. Prefería ahogarse en ensayos de la escuela y alcohol, como las personas normales lo hacían. No tenia caso desvelarse pensando en algo que nunca tuvo un futuro.
Louis había tenido un buen viernes, había comprado un par de camisas, ido al cine con amigos, y en la noche al antro. Era una buena manera de empezar su fin de semana, pero ese sábado, su vida decidió odiarlo de nuevo.
Se encontraba acostado en su cama, observando el techo, después de regresar del club. No pensaba nada en particular, más que en las verduras que tenía que comprar al siguiente día. Cuando de pronto, escuchó que tocaban a su puerta, miró su reloj sobre su mesita de noche, y este le indicó que eran las tres de la madrugada, sólo Zayn podía buscarlo a esa hora. Suspirando con pesadez, se paró de su cama, y salió de su habitación.
Al entrar a la sala, se tropezó con uno de los sofás y maldijo en voz alta por el dolor, cuando tocaron de nuevo su puerta.
-¡Guarda silencio Zayn! Ya te estoy abriendo maldito idiota impaciente -gritó, mientras encendía la luz, y abría la puerta, pero no era la figura ebria de Zayn la que lo esperaba del otro lado. No. -
Casi brincó hacia atrás por el susto, Harry estaba parado en su puerta, y lucía jodidamente hermoso con sus pantalones justos y una camisa blanca, sus ojos igual de hermosos que siempre y una sonrisa tímida. Una mancha morado-azul adornaba su mejilla izquierda, acompañada de muchos rasguños por todo su rostro, pero uno en especial aún sangraba a chorros, justo sobre su ceja.
Louis se quedó sin habla, escaneando con su mirada su cara. Los moretones resaltaban en su pálida piel, y tenía
un toque de cansancio en sus ojos. Era íncreible que tan joven y frágil lucía Harry en ese momento. Louis jamás
había notado que tan delgado estaba el chico.
Louis continuó en silencio y Harry se aclaró la garganta con timidez.
-Hola -susurró -
-¿Qué mierdas te pasó? -gritó Louis con el pánico apoderándose de él -¿Qué le pasó a tu rostro? -estiró un brazo, para tomar a Harry y meterlo al departamento, su piel estaba helada -
Louis pateó la puerta, con una patada y guió a Harry al sofá. El golpe de la puerta resonó por todo el departamento, pero no le importó. Todo lo que podía pensar en ese momento era "Harry, Harry, Harry", y se sentía enfermo sólo de pensar la causa de los moretones.