-Capítulo 2-

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Llegué a una ciudad, y lo único que quería era un poco de agua y donde descansar. Había muchas casas y muchas personas de diferentes tamaños y formas. Cuando puse un pie en la calle todos me miraban con ¿asco? No sabía como lucia, pero supongo que mal.

-¿Mamá ese es un vagabundo?- un niño me señaló.

-Si, ignóralo y sigue caminando.

No sabia con exactitud que era un "vagabundo" pero no era nada bueno.

Me acercaba a las personas para pedir un poco de agua o comida pero solo se alejaban o me miraban raro. Seguí caminado hasta encontrar una mesa con comida, me acerqué y tome algo que olía delicioso.

-Tienes que pagar eso- me dice un señor alto con bigote negro en una expresión seria.

-¿Con qué?- pregunté temeroso. Siempre que querías algo tenías que pagar de la peor manera, esperaba que no fuera con golpes.

-Dinero niño. Esa manzana cuesta tres dólares.

Me tranquilicé un momento.

-¿No puede regalármela? No tengo tres dólares.

-Yo tampoco niño, si quieres la comida tienes que tener dinero.

-Pero no tengo...

El señor me arrebató la manzana de las manos y la limpió en una cubeta de agua.

-¿Me regala agua?- pregunté mirando fijamente la cubeta. El solo me miro mal y entendí que no. Así que decidí dejar en paz al señor y conseguir tres dólares.

Al final del día, solo había recolectado una moneda de diez centavos. Muy alegremente fui con aquel señor y le enseñé lo que había conseguido. El solo comenzó a reírse para después explicarme que diez centavos no me alcanzaba con nada.

No podía creer que la gente fuera tan mala, creí que serían un poco más amables con aquellos que no tienen nada y los ayudaban pero me di cuenta que no. Elise tenía razón, el mundo es cruel.

Estaba agotado, ni siquiera sabía donde me encontraba. Encontré una pequeña casa café no muy lejos de la ciudad. Me recargué a un lado de la puerta y cerré mis ojos.

Pensé en Jack, como me gritaba y su rostro lleno de miedo y frustración. A Charles, lleno de ira y desesperación. Y a Annie, con una pequeña chispa de esperanza y miedo en sus ojos. Sabía perfectamente que nos habían descubierto y que estaban impidiéndoles salir... espero que hallan salido... Si ellos salieron, ¿llegarían aquí para refugiarse? ó ¿irían directamente al lugar donde Jack me dijo? ¿estarían bien? ¿todos salieron? ¿donde están?

-Oye- escuché una voz femenina a mi lado. Abrí mis ojos lentamente para toparme con unos ojos azules, menos claros que los de Jack, claro. Y un extraño cabello rojo- me impides el paso- dijo dura. Me di cuenta que estaba en frente de la puerta y efectivamente ella no podía pasar. Me levanté como pude y la deje pasar. Pensé un momento en pedirle ayuda.

-Lo siento- ella me miró de pies a cabeza y se giró para abrir su casa- ¿tiene... tiene agua... ó comida?

Ella miró una canasta que traía y sacó una manaza idéntica a la que vi hace unas horas.

-Gracias, señorita- mi madre me dijo que cuando hablara con una mujer y no supiera su nombre debería llamarla señorita, es una forma amable de llamarlas.

No me fui de su casa, me volví a sentar mas alejado de la puerta por si volvía a salir no la molestara otra vez. Limpié
la manzana con mi desgastada camisa y le di una mordida. Era muy jugosa y deliciosa.

Pocos minutos después ya no había rastro de manzana en mis manos.

Después de una hora o más, vi a la gente correr a sus casas. Escuché un horrible sonido y de pronto comenzó a caer agua. Lluvia. Algo que a mamá le encantaba, según lo que ella me contaba.

Me levanté y poco a poco fui a la mitad de la calle a sentir las gotas de agua caer por mi piel. Al poco tiempo me encontraba totalmente mojado pero no me importó. Junté mis manos para recopilar agua y me la arrojé a la cara. La tierra que traía en mis manos se fue quitando poco a poco.

Por primera vez en mi vida, podía sentirme libre.

-¿Que estas haciendo?

Me giré a mi derecha paras ver a la misma mujer de hace unas horas, con diferente ropa.

-Nunca había visto la lluvia- le contesto con tranquilidad y felicidad- es hermosa- levanté mi rostro para que el agua cayera en el, sintiéndome limpio.

-Te vas a enfermar si sigues más tiempo. La lluvia es horrible.

La miré impresionado. Para mi la lluvia era algo bellísimo.

-Ven, sígueme.

Se giró hacia su casa y la seguí.

-¿Cómo se llama?- pregunté mientras caminábamos hacia su casa. Paró en seco y me miro sin ninguna expresión en su rostro.

-Jenna. Jenna Lovelance.

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