-Capítulo 3-

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Me quedé al inicio de la puerta de su casa, esperando a que ella me diera permiso de entrar. Comenzaba a hacer un poco de frío pero no le di mucha importancia. La señorita Lovelance vino con una manta y me cubrió los hombros y la espalda.

-Pasa- se hizo a un lado para que yo pudiera entrar. Su hogar era muy bonito- Tendré que limpiar esto después- la escuché hablar entre dientes- tienes que bañarte, sígueme.

Me guió hasta una pequeña habitación que al parecer era el baño. Y este era mucho mas bonito que el de la prisión, puesto que ahí solo era una letrina para todos. Huele horrible.

-Tal vez esto te quede grande pero es la única ropa de hombre que tengo- dejó la ropa limpia sobre la tapa del baño- esta es la caliente- señaló la perilla izquierda- y esta la fría- señaló la perilla derecha.

Yo me quede admirando más esas perillas, intentando descifrar cual seria su uso.

-La abres así- giró la perilla izquierda a la izquierda y comenzó a salir agua. Yo miré asombrado.

Ella salió del cuarto de baño y cerró la puerta. Me quité la manta que traía en mis hombros y delicadamente la dejé en el piso. Toqué el agua y al momento de tocarla retiré mi mano, estaba muy caliente. Giré la perrilla derecha, justo como lo había hecho ella; al poco tiempo el agua estuvo tibia y me metí.

Saqué una foto de mi madre antes de quitarme la ropa. Dejé que el agua cayera por todo mi cuerpo. Era como la lluvia... pero no tan especial. Se sentía increíble, no recordaba la última vez que había tomado un baño. Las gotas de agua recorrían todo mi cuerpo, solté un pequeño gruñido cuando las gotas de agua tocaron los cortes de mi espalda, por un momento había olvidado que todavía mis heridas no sanaban y probablemente habían vuelto a abrirse por todo el esfuerzo que hice en el transcurso del día. No me moví, dejé que el agua limpiara las impurezas de mis heridas y cuando el dolor desapareció un poco proseguí a lavarme todo mi cuerpo con excesivo cuidado.

Al terminar de bañarme y lavar mi ropa sucia salí y me sequé con otra manta de color blanco. Me puse la ropa que la señorita había dejado, que consistía en unos pantalones excesivamente grandes de las caderas color café y una camisa azul oscuro que también estaba excesivamente grande de lo largo y ancho, pareciera que la ropa estaba diseñada para un señor más grande que yo y con más peso, probablemente como para aquel señor que no me quiso dar la manzana. Me hice algunos nudos en el pantalón para evitar que se me cayeran.

Vi mi reflejo en un vidrio que ella tenía. Tenía los ojos verdes, un poco mas oscuros que los de Annie, algunas pecas en mis cachetes y algunas cicatrices. Vi la foto de mi madre, era idéntico a ella a excepción de la nariz. Ella la tenía puntiaguda, mientras que yo la tenía en forma de una gota de lluvia. De ahí en fuera era ella. En la foto se veía feliz, estaba sonriendo dejando ver sus dientes.  Estaba abrazada de alguien pero lamentablemente la foto está cortada a la mitad justo en donde la otra persona misteriosa estaba con ella. Se veía más joven, tranquila y sobre todo, feliz.

Guardé la foto en una de las bolsas del enorme pantalón y tomé toda la demás ropa para luego salir del baño.

Olía delicioso. Poco a poco seguí el delicioso aroma a comida hasta encontrarla a ella de espaldas.

-¿Señorita Lovelance?- se sobresaltó y al darse cuenta que era yo se tranquilizo.

-No me llames "señorita" me haces sentir vieja.

-Jenna- dije. Sonaba raro decirle a una mujer que conocía poco por su nombre.

-¿Que traes en las manos?- preguntó inclinando la cabeza a la derecha.

-Es mi ropa- expliqué- la lave y no se donde ponerla.

Ella abrió sus ojos un momento. Se veía chistosa de esa manera.

-Dámela- estiró sus brazos y le entregué la ropa mojada.

Ella salió rápidamente de la cocina y minutos después regresó.

-¿Qué es esto?- pregunto curioso. Jenna me había servido la cena.

Ella me miro extrañada.

-Es pan, y es todo lo que tengo- dijo dura- y lo que esta en tu vaso es chocolate caliente.

Asentí para darle una mordida al pan que sabia delicioso. Estaba caliente, recién horneado.

-Sabe delicioso- dije antes de meterme otro pedazo de pan a la boca. Jenna  asintió y siguió comiendo.

Bebí el chocolate caliente una vez que terminé el pan. Aquel líquido caliente era dulce, delicioso.

-¿En donde estoy?- pregunté después de beber el chocolate.

-Escocia.

Media hora después Jenna me entregó más cobijas, me había dicho que dormiría en el sillón, junto a la ventana. Y yo acepte.

-Gracias, por su ayuda- dije antes de que ella fuera hacia su habitación.

-De nada.

-Buenas noches.

Seguía lloviendo, me quedé un rato mas admirando por la ventana ver caer la gotas de lluvia.

Me acosté sobre el sillón, era muy suave y blando. Cogí las cobijas que me había traído y dormí.

.....

"-Vas a salir solo si escuchas el sonido del un pájaro y vez mi silueta... si alguien viene y no lo reconoces cubres tu carita con tus piernas y con tus bracitos abrazas a tu piernas. ¿Entendido?
-Si mami.
Escuché el sonido del pajarito, sabía que mamá ya había llegado. Me asomé un poco para reconocer la silueta de mi  basta!"

Desperté inmediatamente. Con la respiración acelerada y mis manos sudadas. Una luz me cegó. Tapé mi cara con mis manos.

-Solo fue una pesadilla- susurré a mi mismo.

Quito mis manos de mi cara para recordar en donde me encontraba: la casa de la señorita Jenna.

-Por fin despertaste- su voz provenía de la cocina.

-Buenos... buenos días- tartamudeé, necesitaba tranquilizarme- que... ¿qué hora es?

-Las diez de la mañana, habrá mucho sol.

Al escuchar aquella palabra fui corriendo hacia afuera, sintiendo una suave brisa por mi cara, el calor del sol pasar por mi rostro.

Había soñado con esto toda mi vida.

-¡¿Que te pasa?!- me gritó- ¡No puedes salir así!

-He anhelado hacer esto toda mi vida- respondí a su pregunta sin verla- dicen que el los rayos de luz te dan energía, energía positiva- alcé mis brazos para que los rayos de sol también tocaran mis brazos, todo mi cuerpo. Parecía que lo último que había dicho era más para mí que para ella, de verdad creo que eso era real.

Escuché como la señorita Lovelance soltaba un gruñido y sus pasos se iban alejando.

Al poco tiempo decidí volver, tal vez no había sido la mejor forma de salir de su casa, gracias a ella pude dormir por primera vez en mi vida en un lugar decente. Me había alimentado y me había permitido bañarme. Debería disculparme por aquel acto y agradecerle por lo que estaba haciendo por un desconocido, ni siquiera recuerdo si preguntó por mi nombre.

-Espero que te guste el tocino, es carne.- habló cuando entré a la cocina, igual de cortante que ayer.

Me senté en la silla, dispuesto a darle las gracias por su generosidad.

-Graci...

-Voy tarde al trabajo... si quieres seguir aquí tendrás que aportar una mínima parte de dinero, no puedo mantenernos a ambos.

Asentí aún con las palabras en la boca. Jenna se levantó inmediatamente después de haber dicho aquello y se retiró de la casa.

Me quedé mirando la comida un largo tiempo, pensando en cómo podría mostrarle mi agradecimiento a aquella chica pelirroja.

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