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-Leo, ¿podemos vernos ahora en el parque?- Dijo Evan al teléfono con la voz quebrada

-¿Tus padres de nuevo?- Preguntó su amigo, y el silencio que obtuvo por respuesta lo interpreto como un rotundo si -Ya voy para allá, nos vemos.

Evan colgó el teléfono y se levantó de su cama con las pocas fuerzas que le quedaban, tomó su chaqueta, el joven de diecisiete años bajó las escaleras mientras observaba otra escena de sus padres peleando, se dirigió a la puerta y ellos no se dieron ni cuenta, a pesar del fuerte portazo que dio al salir de la casa.

Pasando la calle para llegar al parque vio a su amigo sentado en una banca con los ojos clavados en su celular. Evan se le sentó al lado en completo silencio.

-¿Que quieres hacer Evan?- Pregunto Leo levantando su cabeza y dirigiendo la mirada al chico que tenía al lado, daba pena. El cabello despeinado, profundas ojeras que opacaban sus ojos verdes y la sombra de una barba de siete días. Si, Evan daba asco.

Evan continuó en silencio y sacó del bolsillo de la chaqueta una carta arrugada, la abrió y leyó su contenido.

-¿Y eso?- Preguntó Leo refiriéndose a la carta

-La carta de mi abuelo, hemos estado hablando desde hace más o menos unos tres meses y esta llegó ayer.

-¿Que dice?- Indagó Leo con curiosidad intentando leerla desde su posición, pero Evan simplemente se la pasó.

-"La vida nunca es como te la esperas, pero no te aflijas, algo bueno ha de pasarte después de tanta desdicha, mi querido Evan"- Leyó para ambos y con voz de viejito.

-No juegues- Evan le arrebató la carta a su amigo y empezaron a reír, pero eso no duró mucho tiempo.

-¿Vamos por un café?- Intento animarlo Leo señalando la cafetería que tenían en frente.

-Está bien- Dijo de mala gana mientras se levantaba

Ya en la cafetería, cada uno pidió un capuchino y continuaron con su conversación, aunque realmente Leo era el único que hablaba.

-Y me dijo "aléjate" y yo le dije "¿y qué si no?" Y me acerqué y la besé y ella me correspondió, así que dudo que realmente quiera que me aleje, a pesar de que ella se haya ido al otro lado del país- Decía Leo mientras Evan lo ignoraba olímpicamente.

Se encontraba agachado y con la mirada puesta en su bebida, reprochándose que debería intentar hacer algo con su vida.
Recordó las palabras de su abuelo "Algo bueno ha de pasarte después de tanta desdicha", Dios quiera que así sea, o quien sea que se supone está allá arriba.

Minutos después entró una chica al local; jeans negros, saco blanco de lana, cabello oscuro y lacio que le llegaba hasta la mitad de su espada, un flequillo que no dejaba ver sus ojos, la mirada clavada en el celular, audífonos que la aislaban del mundo y piel pálida cual papel. Una emo.

No levantó la cabeza en ningún momento y era imposible ver su rostro, hasta que llegaron a atenderla. Sus labios estaban pintados de negro, sus párpados se difuminaban en esos mismos tonos y sus ojos, el simple y penetrante color café de sus ojos; y esos ojos se encontraron con los de Evan.

-¿Que me ves?- Preguntó la joven de manera arrebatada al notar la mirada del chico sobre ella.

-¿Q-que?- Pronunció él

-He dicho que ¿qué me ves?- Dijo de nuevo bastante enojada.

-Ah, no, no nada.

«Que vergüenza» pensó el, no se había percatado de lo fijo que estaba mirando a la chica.

-¿Que acaba de pasar?- Preguntó Leo burlándose de la situación -Se te van a salir los ojos amigo.

-Cállate- Dijo Evan empujando a su amigo -Ya vámonos

Y partieron cada uno por su lado.

Tal vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora