UN ADIÓS AL VIENTO

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UN ADIOS AL VIENTO

Año 2011

Alex:

Conocí a sus padres, los invite a cenar a Lotza. Su padre hizo clic con mi padre. Fue de esas reacciones griegos enojados que parecen llevarse bien, lo interesante fue ver a su madre ser una dulzura total. Hablaba un perfecto inglés y aun así intentaba comunicarse en griego con nosotros, uno mucho mejor que su hija que recién había pasado un año aquí. Mia era una mezcla perfecta de los dos, tan diferente a su hermana Eleni.

Eleni era tan callada y tranquila a comparación de Mia. ¡Dios! Mia era un desastre.

Coloqué el freno de mano del carro de papá, tomando la mano de Mia por última vez. Observe el gran barco Blue Star, ese maldito barco que estaba a punto de llevarse al amor de mi vida. Limpie mi mejilla, sintiendo como la despedida que no quería venia.

—¿Hay algo que pueda hacer para evitar que subas al barco? —Estaba a punto de suplicar que se quedara.

—Sí estuviera en mis manos, Alex, sabes que me quedaría junto a ti. No hay nada más que mi corazón quiera que tenerte siempre a mi lado.

—Pero esto es imposible ¿Verdad?

Ella negó con la cabeza y tenía razón no éramos imposibles pero estaba a punto de ponerme de rodillas y decirle que se iría al otro lado del mundo con mi corazón en sus manos. ¿Debía insistirle más? ¿Pedirle que regresara? ¿O simplemente dejarla ir?

Me bajé del auto de papá, abrí su puerta dándole la mano. Ilias estaba junto a su padre, abrazando a los Karakla, despidiéndolos con una sonrisa de oreja a oreja, prometiendo verse en poco. Esto iba a ser más duro de lo que creía, realmente era un adiós que podía ser un hasta pronto o un adiós definitivo.

Los escuche hacer planes para el otro año, o quizá en dos. Vi lo mal que estaba el padre de Mia y como su madre lo sujetaba cada vez que su tristeza bajaba. Ese tipo de amor era el que sentía por su hija, uno que ellos estaban a punto de separar.

—No puedo hacer esto —dijo Mia deteniéndose. Sus manos temblaban. Las lágrimas que dejo salir la última vez que hicimos el amor se quedaron cortas con las que estaba derramando ahora.

Ilias llego corriendo, abrazándola con muchas fuerzas unas que yo no tenía. La tomó de la cara diciéndole que todo estaba bien que ella podía subir a ese barco, que regresaría pronto.

Yo esperaba que fuera demasiado pronto, no sabía cuánto podría aguantar sin ella. Su madre llego para abrazar a Mia, animándola en español, prometiendo muchas cosas que no lograba entender. Ella negaba con la cabeza, llorando la partida que estaba a punto de ocurrir.

Cuando las lágrimas de Mia dejaron de salir, corrió de regreso a mis brazos abrazándome, besándome y dejando que todos los sentimientos salieran de cada uno de los poros que tenía por dentro. No importaba su familia, ni los turistas que bajaban del barco que llevaría a Mia lejos de mí.

—Vamos Mia, no hagas esto más difícil —supliqué sintiendo el nudo en mi garganta. Suspire apuntando una nota mental de que era fuerte y que esto no dolía en lo absoluto.

—Te amo —susurro, juntando su frente a la mía.

Esto no estaba bien. No podía amarme. No. No. Esto no esta bien.

—Esto no es amor, Mia —dije sabiendo que estaba siendo el mentiroso más grande de la vida.

—Sí lo es, Alex. Te amo.

LA PROMESA QUE NUNCA HICIMOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora