Los peces son amigos... y también comida.

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 Los antojos de Annabeth fueron cada vez más raros. 

Se los juro, comenzaron siendo normales, ya sabes, helado de limón, chocolate e incluso atún -aunque eso para mí ya está mal. Los peces son amigos, no comida, recuerden-, pero a veces eran bastante raros. 

 Todo empezó con la noche de la pizza. Es normal que despiertes en la madrugada con antojo de una, una deliciosa pizza de pepperoni caliente y con ese rico olor que desprende, pero no una pizza de atún con jamón y frijoles. ¡Qué asco! 

—Percy, ¿podrías traerme más atún? 

—¿Atún...? —Creo que definitivamente ese niño no tiene nada que ver con Poseidón. Abrí la lata y traté de no llorar... de nuevo. Annabeth me había explicado que comer peces ha sido totalmente normal desde que los humanos empezaron a cazar, pero aun así, eran peces. Ella no podía hablar con ellos, yo sí. Yo sabía que tenían familias y que les gustaba estar en el mar sin que algo se lo fuese a comer. 

¿Conocen la canción que canta Sebastián en La Sirenita? Bueno, está en el primer puesto de las diez mejores canciones sobre el mar.Pueden escucharla en cada fiesta que hay. 

 Me apresuré a preparar su tonto atún. Soporta un poco más, Percy, soporta. Caminé hasta ella y dejé el plato en la mesilla a su lado. 

 —Gracias —ella me sonrió y juro que casi me derretía. Su sonrisa era hermosa, si estaba teniendo un mal día y ella me sonreía de esa manera, automáticamente se arreglaría. Hasta llegué en perdonarla por comerse a mis parientes, porque sí, los peces eran mi familia. Todos somos del mar, eso nos convierte en familia. 

 Caminé a la cocina para ver que podía comer. 

 —¡Percy, Percy! ¡Ven ahora! —gritó, dejé lo que estaba haciendo para ir con ella, corriendo. Por costumbre saqué Contracorriente de mi bolsillo convirtiéndola en espada. 

 —¡¿Qué pasa?! 

 —Oh Percy, por favor. Guarda a Contracorriente. No pasa nada. 

 —Pero gritaste... 

 —Sí, pero no necesitas la espada para sentir como el bebé patea. 

 El-Bebé-Patea. Esas palabras resonaron en mi mente y dejé caer la espada. Me acerqué a ella sonriendo, sentía que la sonrisa no cabía mucho en mi rostro, pero estaba tan feliz... mi bebé empezaba a patear. Me arrodillé frente a ella y acaricie su vientre. Annabeth tomó mi mano para llevarla a la zona donde era. Sin evitarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas al sentir el golpe del bebé a través de su vientre. 

 —Oh Annie... —La miré sonriendo. Vi que ella lloraba, limpié sus mejillas con mis pulgares sonriendo. 

 —Es la primera patadita. Eso significa que el bebé ya reconoce nuestras voces. Es ahora cuando se hace el vínculo materno y paterno con el bebé. 

 —No tengo ni la menor idea de lo que hablas, mi amor. Pero estoy tan feliz —dije riendo un poco. Ella rió aún más negando con su cabeza. 

 —Y esa es por unas de las cosas por las que te amo, Sesos de Algas— Sonreí como idiota al escucharla. 

 —Te amo. Acerqué mi rostro al de ella, besé sus labios con ternura y amor, tratando de demostrarle cuánto la amaba y cuan agradecido estaba de que ella estuviese a mi lado después de todo éste tiempo. 

—Estaba pensando —comencé pero rodé los ojos cuando ella puso expresión de sorpresa, bromeando—, pensaba un nombre para nuestro bebé. 

 —¿Y cuáles tienes en mente? —Si es niña podríamos ponerle Dory —dije sonriendo ampliamente. 

—No —respondió mirándome con una ceja alzada—. No vamos a ponerle así, ¿por qué querrías llamar a una hija como un pez que no tiene memoria de corto plazo? 

 —¡Sería genial! Le enseñaría a cantar, Nadaremos, nadaremos. En el mar, el mar, el mar. ¿Qué hay que hacer? Nadar, nadar.Golpeó su frente con su mano. Eso significa que había dicho algo muy idiota, tanto que ni un beso merecía, hice un puchero. 

—No Jackson, no la llamaremos así —La firmeza de su voz me sorprendió un poco, pero estaba acostumbrándome a sus cambios de humor. 

—Pero amor... sería genial... 

—No. Mi bebé no se llamará como un estúpido pez.Fruncí el ceño y la miré, me levanté. 

—¡Dory no es estúpida! Puede ser que pierda la memoria y que tenga ideas tontas, pero no es estúpida. 

—¡No me grites! —Bufó— Ahora puedo notar porque te gusta tanto Dory.Me quedé callado y la miré.Se supone que el tiempo que pasé sin memoria no debía salir más a la luz. 

—Me iré a mi piscina. 

—Bien. 

—Bien. 

—¡Bien! 

—¡Bien! 

—¡No me imites! 

—Ni mi imitis —dije con voz aguda y caminé a afuera de la casa, al patio.  

***

:)

Cómo ser padre semidiós y no morir en el intento. |PAUSADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora