Annie tiene pies lindos.

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—Tienen que enseñarle a ese bebé sobre arte, sobre cómo pueden expresarse por medio de éste así que les traje esto —Rachel comenzó a sacar sus cosas que llevaba en su bolso, sólo veía como sacaba cosa tras cosa, un cepillo, pinceles llenos de pintura seca, chicles, panfletos de comida china, hasta que por fin sacó un libro de bolsillo, era tapa dura con colores muy vivos—. Es sobre arte pero para niños, dicen que es muy bueno así que decidí traerlo para ustedes, bueno, para su bebé, de hecho.

—Oh, gracias, Rachel —le sonreí un poco mientras Annabeth y yo veíamos el libro, tenían muchas ilustraciones y texturas para los niños. Podía sentir la mirada de Rachel en nosotros, eso me hizo sentir un poco nervioso pero traté de disimularlo.

—Me gusta cómo se ven juntos, chicos, estoy muy feliz por ustedes. En el campamento aún nombran a Percabeth —dice con una sonrisa divertida—. Las chicas de la cabaña de Afrodita siguen diciendo la mejor pareja del mundo.

Sentí mis mejillas calentarse, miré de reojo a Annabeth quien también estaba sonrojada pero sonriendo.

—Comenzaron a decirnos así desde que teníamos quince años.

—Sí lo recuerdo, era muy gracioso las primeras veces que estaban juntos, como se tomaban de las manos —Podía notar que su sonrisa era sincera, aunque hubiese pasado momentos tensos entre los dos... o tres.

—A Percy siempre le sudaba muchísimo la mano, y a veces se trababa con sus propias palabras —Traición... mi esposa me traicionó.

Mis labios hicieron un puchero al escuchar, siempre me sonrojaba al recordar mi mayor torpeza de esas primeras semanas, porque Dioses, siempre hacía el ridículo para todo. No sé cómo habría sido si los chicos hubiesen estado allí, seguramente aún me harían burlas de todo eso.

-¡Ya lo creo! Eso le pasó cuando una vez le tomé la mano, ya sabes, antes de que pasara lo del crucero.

Annabeth frunció el ceño un poco y me volteó a ver con sus ojos grises. Oh Dioses, oh Dioses... temo por mi vida. Creo que nunca sentiría tanto miedo de algún monstruo que haya combatido que la ira de Annie.

Papi... papi ayuda.

— ¿Ah sí? ¿Y qué pasó esa vez? —preguntó con fingida curiosidad, le rogaba a Rachel con la mirada que no dijera nada, pero... no sabía qué podría pasar.

—Bueno... esa vez estábamos en el auto del padrastro de Percy, dábamos una vuelta... —mi mano casi era triturada por la fuerza que Annabeth ejercicio en esta, podía contar mis últimos segundos de vida—, y platicábamos. Le decía de ir conmigo a unas vacaciones y sobre la escuela a la que no quería ir. Justo antes de que él se fuera le robé un beso. Ya sabes, algo casual y rápido, después tuvo que marcharse.

Y se encogió de hombros como si fuese lo más normal de mundo que le cuentes eso a la esposa del chico que alguna vez te gustó... estando embarazada. Podía ver mi vida pasar ante mis ojos.

Cómo mínimo, hoy dormiría en la bañera, si tenía suerte, en el sillón.

—Pero todo eso tú ya lo sabías, ¿cierto? —preguntó Rachel al ver como Annabeth apretaba los labios.

—Sí, por supuesto —Después de eso Annie no participó mucho en la conversación, se limitaba a asentir y negar con la cabeza, a veces sonreía muy poco.

Se excusó diciendo que estaba muy cansada y que prefería ir a dormir un poco, abrazó a Rachel y a mí me dirigió una mirada de "hablamos luego, hombre muerto".

Cómo ser padre semidiós y no morir en el intento. |PAUSADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora