Capítulo 18. El viaje

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-Disculpa, ¿cuántas horas durará el viaje? –pregunto a la azafata de metro ochenta, treinta y dos kilos de peso y sonrisa de bótox que tengo enfrente. Parece de plástico y me pregunto cómo se puede mantener en pie si seguramente no coma desde su décimo cumpleaños.

La chica me mira de arriba abajo. De arriba abajo del asiento, porque me encuentro medio tumbada en mi increíble asiento tamaño XXL.

-Cinco y media aproximadamente. ¿Quiere tomar algo? –lo hace porque así se gana el sueldo y sé que su simpatía hacia mí es fingida.

Se lo veo en las arrugas de la frente cuando me mira, cuando me habla y cuando me piensa. Y es que su frente parece ser el único lugar de su fisonomía libre de bótox. Todavía puede moverla.

-Un gintonic. Con sprite, por favor.

Y sé entonces que la chica quiere preparar la bebida y tirármela por la cara.

-Otro para mí –oigo a Harry a mi lado y automáticamente la azafata cambia de expresión. Ahora es dulce.

Me dan arcadas ficticias.

Miro una vez más al avión y me parece increíblemente grande. Claro, que los únicos pasajeros somos Harry y yo sin contar la tripulación que se compone de la Señorita Cirugía Estética, dos chicos y una chica más –estos muchísimo más simpáticos y agradables-, el capitán Pickman y su copiloto.

El espacio está repleto de sofás, sillones y butacas. Hay por todos lados, literalmente. También hay pantallas de televisión, reproductores de música, mil enchufes y dos baños.

Se acerca otra de las azafatas con un carrito de bandejas donde lleva los cócteles y una fuente con gominolas. Harry y yo le damos las gracias y la chica se marcha meneando las caderas.

Miro a Harry con la copa en mi mano y estudio por enésima vez el verde de sus ojos. Es único, lo juro.

De pronto, se da la vuelta hacia mí y extiende la mano libre en el aire.

-No le estaba mirando el culo, lo juro. Me he quedado pensando en las musarañas.

Se ríe con esa risa nerviosa y sé que dice la verdad. Aunque tampoco es que estuviese reprochándole nada. La verdad es que la chica tiene un trasero de diez.

-No es ella la que me preocupa –contesto tan rápidamente que al momento quisiera morderme la lengua.

Harry sonríe aliviado como si hablase de alguien inexistente y en cierta manera lo es. No puedo ponerle nombre ni cara a la chica de los corazones sobre las íes.

-Estaba pensando en todo lo que vamos a hacer en Costa Rica. Iremos a la playa, beberemos mojitos y te pasearás con tu bikini rojo todo el día...

Y vuelvo a casa. Esta mañana Patrice ha ayudado a Harry con su maleta, para terminarla a tiempo. Quizás él creía que sería divertido que lo hubiésemos hecho juntos, pero no podía quitarme de la cabeza la maldita nota.

Y lo he intentado.

Me persigue, la letra redondeada, el número de teléfono... ¿Y si hubiese copiado el número? Podría haber llamado y... ¿y, qué? ¿Preguntar quién es esa chica?

"Sí, hola, soy la novia de Harry Styles y quisiera saber por qué demonios hay una nota tuya en un armario de nuestra habitación."

Suena infantil, estúpido.

Porque la única solución real es preguntarle a Harry directamente. Y el problema mayor quizás no sea la nota, sino que no tengo valor a preguntarle.

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