Capítulo 2

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     Mi madre me levantó a las seis y media de la mañana para prepararme para ir a la agencia y que me explicaran todo. Me puse una camisa blanca y unos pitillos negros. Algo básico. Me arreglé como todas las mañanas y bajé a desayunar a la cocina. 

     —¿Por qué tengo que ir?— reproché a mi padre.

     —Es lo que tiene ser espía, a veces quieres y otras no— justificó.

     —Pero es que el problema es que yo nunca quiero. Estoy haciendo algo que no me gusta simplemente porque tengo cualidades que no tienen otros chicos— dije y con la brusquedad y la fuerza que había en mis manos se me cayó la cuchara de la leche al suelo.

     Se hizo un silencio en la cocina al mismo tiempo que la cuchara chocaba contra el suelo. Podía escuchar hasta cantar a los pájaros del jardín. La verdad es que yo nunca pude decidir que ser y eso cada día me cabrea más. 

     —¿Quieres cereales?— dijo mi madre para cortar el silencio. Mi madre tampoco quería ser espía, siempre quiso ser enfermera, pero al casarse con mi padre tuvo que firmar un contrato para poder ser espía y sin contárselo a nadie. Todo por amor. Nunca entenderé esa frase. ¿Todo por amor? ¿Vas a dejar de ser tu misma para ser la persona que otros quieren que seas?

     —Lo que quieras— contesté malhumorada y terminé de desayunar.

     Me subí al coche de mi madre para que me llevara. El viaje se hizo largo. Yo no quería hablar de nada pero mi madre insistía.

     —Ya verás que te lo pasas bien— dijo conduciendo.

     —Nunca me lo he pasado bien, ¿por qué lo iba a hacer ahora?— dije cabreada y puse música en el reproductor del coche.

   —Si no quieres hablar conmigo me lo dices, no hace falta que me des indirectas— dijo enfadada.

     —No es eso mamá, es que simplemente estoy nerviosa. No quiero irme del país por algo así—dije intentando justificarme.

     —No quieres seguir en la agencia, ¿verdad?— preguntó.

     —Sabes que tengo que hacerlo por papá y que renunciar no es tan fácil—dije al borde de las lágrimas pero me contuve.

     Al llegar, me sentí como pez fuera del agua. Como siempre que vengo. La agencia es grande. La pintura de las paredes es azul y con muchas ventanas. Por dentro está muy bien decorada, se nota que no les falta dinero. Subí las escaleras hacia un salón, donde estaba la reunión. Dejé a mi madre abajo hablando con un hombre, su jefe. Al entrar, no había casi nadie. Todavía no había empezado, y quedaba un montón. Me senté en la última fila porque esto no me importa nada. Entonces vi como un chico alto, moreno y musculoso se acercaba a mí. 

     —Tú debes de ser Liv— dijo.

     —Sí, soy yo— contesté.

    —Yo soy Arthur. Tienes que sentarte en tu sitio asignado, está en la primera fila. Eres una de nuestras invitadas de honor— dijo y se echó a reír, a mí no me hizo gracia.

     Me senté al lado de una chica rubia, con los ojos azules y bastante atractiva. 

     —¡Hola!— dijo nada más sentarme.

     —Hola— contesté.

     —Liv, ¿verdad? Yo soy Mildred, pero puedes llamarme Mildri—me informó, ¿por qué diablos todos se saben mi nombre?

     —Encantada—dije.

     —Igualmente. Espero que nos toque esta misión. Llevo ya dos años sin que me asignen una y este tema parece interesante, ¿tú que crees?— me preguntó.

Liv, investiga la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora