Capítulo 3

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     Me levanté a las cinco de la mañana para que me diera tiempo para prepararme. Aunque no quiera ir sé que lo tengo que hacer, y prefiero prepararme con calma a tener que estar corriendo por toda mi casa como si fuera una loca. Además, mi padre odia que haga ese tipo de cosas, los espías son personas organizadas, eso siempre me dice él.

     Lo primero que hice fue ir al baño y hacer mis necesidades. Después, quitarme el pijama y ponerme una camisa rosa con un pantalón negro y salir del baño. Bajaba a la cocina pero vi a mis padres susurrándose cosas, entonces retrocedí y me escondí detrás de un muro. Yo podía verles y escucharles pero ellos a mí no.

     —¿Cómo puedes estar tan tranquilo?— dijo mi madre enfadada con mi padre.

     —No estoy tranquilo, no sé cómo puedes pensar eso de mí. Solo que sé que está en buenas manos. Siempre va un espía a sus misiones por si sale algo mal. Y no creo que se entere de lo que hemos estado ocultando durante tantos años— dijo mi padre intentando tranquilizar a mi madre.

     —¿No puedes hablar con la agencia para que la cambien de misión?— preguntó mi madre.

     —¡Que no se va a enterar!— repitió mi padre.

    Mi madre giró la cabeza rápidamente hasta donde estaba yo.

     —¿Qué pasa?— le preguntó mi padre también mirando.

     —Creí haber visto algo, no será nada—dijo mi madre.

     Luego, los dos fueron camino de la cocina dejándome a mi sola en medio de todo esto. Para no levantar sospechas, fui a mi cuarto y me acosté en la cama solo por un momento. ¿De qué estaban hablando? Ya me había dicho Arthur que él iba a estar ahí por si pasaba algo, pero ¿qué puede pasar? ¿Podría morir alguien? ¿y quién es la persona que no se puede enterar de lo que mis padres han estado ocultando? ¿Yo?

     Sin saber ni una respuesta a todas mis preguntas me levanté de la cama y esta vez sí que llegué a la cocina para desayunar un jugo de naranja y unas cuantas galletas. Estaba sentada yo sola en la mesa hasta que llegó mi madre.

     —¿Desde cuando estás despierta?— preguntó.

     —Me acabo de despertar— mentí— ¿por qué?

     —Por nada— dijo y vino hasta donde estaba yo para darme uno de sus abrazos de koala.

     —Te echaré de menos—dije.

     —Y yo— me dijo ella.

     Cuando terminé me dirigí hacia mi habitación para coger el móvil y cerrar mi maleta de viaje. La verdad es que no llevo muchas cosas. Solo llevo unas cuantas camisas negras, blancas y violetas, unos pantalones negros y unos cuantos vestidos y faldas por si surge la ocasión. Sé que siempre estoy diciendo que no me gusta la idea de tener que irme, pero soy de las personas que les gusta conocer gente nueva, y aquí podré conocer a mucha.

     Bajé al salón para avisar a mis padres de que teníamos que irnos pero no sé cómo siempre se me olvida que son espías, tienen su agenda muy planificada y siempre saben lo que tienen pendiente. Yo nunca seré así, por mucho que me preparen nunca seré como ellos. Aunque haya dicho que sí, no soy nada organizada.

     Mi padre sacó su coche del garaje y subí mi maleta y mi mochila en el maletero. Cuando me subí al coche me puse los cascos y todo el trayecto fui escuchado música. Mi madre me miraba de vez en cuando con cara de preocupada. No sé qué le pasa, pero todo esto me preocupa.

     Al llegar al aeropuerto, bajé mi maleta y pasé por la parte de recepción y por el control de maletas. Al terminar de enseñarle mis papeles me senté en una cafetería con mis padres para esperar mi vuelo. Al mirar a recepción vi a Mildri. Ella es una chica simpática, nos llevaremos bien.

     —¿Qué quieres tomar?— dijo el camarero pero yo no le entendí.

     —¿Eh?— dije.

     —¿Qué quieres tomar?— volvió a repetir.

     —No sé— dije cogiendo la carta— un nestea, supongo.

     —Quiero hablar contigo, Liv— dijo mi padre una vez que el camarero se fue.

     Ya sé lo que me va a decir. Lo de siempre. No me debo comportar así, debo relajarme, debo tenerles respeto porque son mis padres, ellos trabajan siempre y muy duro para mantenerme... Y no es que no tengan razón, pero ya me lo han repetido tantas veces que me cansa. Además ellos tienen mucho dinero, tampoco hacen tanto esfuerzo por mantenerme.

     —Ya, sé que no debería haber dicho eso, pero papá, estaba muy nerviosa— le dije intentando parecer buena y estar arrepentida cuando no era verdad.

     —Yo te perdono cariño pero esto no puede seguir así. Eres espía porque nosotros lo hemos decidido- dijo señalando a mi madre— y nosotros somos tus padres.

     —¿Estás seguro de que así piensa mamá?—dije intentando chincharle aunque no sé para qué.

     —¡Liv!—dijo ella.

     —¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que querías ser espía, mamá?— dije.

    —Porque estás en una misión jovencita, porque si no ya estarías castigada cinco meses—dijo mi padre.

     Al escuchar esas palabras, me levanté y fui al baño. Estaba tan enfadada que se me escapaban las lágrimas sin yo quererlo. Al ver que mis lágrimas caían cada vez más deprisa, empecé a correr pero me choqué con una maleta y me caí al suelo.

     —¿Estás bien?— dijo el hombre dándome la mano para que me levantara.

     —Sí, perdóneme, no miraba por donde iba—dije sin mirarle a la cara de la vergüenza.

     —¿Liv?—dijo el hombre, y al escuchar mi nombre levanté la cabeza y pude ver que era Arthur, mi vergüenza aumentaba por momentos.

     —Perdón, otra vez— dije y salí corriendo hacia el baño para secarme las lágrimas.

     Una vez allí, me acerqué al lavabo para lavarme la cara y secármela con una toallita. Levanté la vista y vi a Mildri a través del espejo. Este día mejora por momentos.

     —¡Liv! ¿Estás bien?— dijo acercándose a mí.

     —Sí, tranquila, no es nada— dije intentando tranquilizarla.

     —¿Segura? Sabrás que si necesitas ayuda en algo me tienes aquí, ¿no?

     —Sí, lo tendré en cuenta— dije y salió de los baños.

     Una vez relajada salí también. Me siento mal por haberme ido como si nada pero a veces mis padres pueden llegar a ser muy pesados. Mis padres seguían sentados en la mesa como si no hubiera pasado nada. Eso es lo que más me cabrea, el que no les importe, el que no vengan a buscarme al baño cuando estoy mal.

     Sin decir ni una palabra, me acerqué a su mesa, cogí mi maleta, mi mochila y me fui igual, sin decir ni una palabra. Lo más triste de todo es que ni me detuvieron, no me preguntaron como estaba, no me preguntaron el por qué me había ido, aunque ellos ya lo sabían. Aun así, fui a las puertas de embarque para esperar a mi avión sentada en unos bancos que había por ahí. Cogí móvil y me sumergí en la canción "The Reason" Hoobastank. Todavía recuerdo mis años en el centro adoptivo. Con esa edad no había problemas. Y ahora suelo sacar problemas hasta de donde no los hay. Mientras espero, veo como la gente pasa delante de mí. Ellos tienen sus problemas y yo los míos. Y no podemos ayudarnos porque no nos conocemos de nada. De toda la gente que pasa, los que más me llaman la atención son una pareja que parece que se van a separar porque la chica tiene los ojos hinchados y no para de llorar. Hablan en chino, por eso no les entiendo nada, pero puedo sentir que se sienten muy mal. Ella se acerca a sus labios y le da uno de los besos más bonitos que he visto en mi vida. Luego, él sale de la puerta de embarque y se despide con la mano mientras ella va su avión. Que historia más triste.

     Estaba tranquila, sumergida en la música y en la historia de amor de estos dos cuando de repente, me llega un mensaje de la agencia. Ya tenía mi identidad falsa, ahora solo tenía que esperar y ver los acontecimientos que me esperan.



Liv, investiga la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora