Capítulo 1

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Capítulo 1:

Era una noche calurosa como todos los demás, un cielo despejado acompañado de brillantes estrellas. Una escena de amor perfecta. Pero un intruso destruía por completo ese ambiente tan encantador. Un hombre de una gran estatura y encapuchado sostenía un cuerpo inerte a su lado con una mueca de asco en su cara, como si despreciara tocar tal cosa. Tiró el cuerpo al suelo como si nada, terminando al fin su propósito. Empezar algo que ya debería haber empezado años atrás durante su niñez...

El hombre encapuchado levantó la vista y observó el cielo un buen rato con esos ojos negros como el carbón.

"El día en el que haya luna llena, algo en especial ocurrirá, algo tan real como poco creíble que pareciese.

Y Los mundanos que habitan en esta tierra, que por supuesto son unos ineptos todos y unos inútiles. Por no decir unos completos ignorantes idiotas. Iban a ser erradicados de esta faz de la tierra, al fin." Y con un suspiro de alivio sonrió con malicia y desapareció de entre la oscuridad.

Ese día llegó al fin y al cabo ante la ignorancia de los humanos, sin haber notado una pizca del suceso,únicamente cegados por sus trabajos del día a día. Pero sólo hubo una persona que sí que se dio cuenta del suceso. Una niña de 5 años que sostenía un libro con sus pequeñas manos. Una niña demasiado lista para tener esa edad, una niña demasiado especial como para ser de este mundo. Una niña con cuyo nombre era la solución de todo. Del mal y del bien. Llamada Keylie...

La protegían tan bien en la Tierra que cualquier ser humano con el propósito de encontrarla le sería imposible.

Mientras que para los seres sobrenaturales les era difícilmente atraparla, no encontrarla. Ya que Keylie no se fiaba de nadie, podía ver cómo era el interior de cada uno, su lado bueno o malo, y sólo permitía a una única persona acercarse a ella, su padre. Y sabía perfectamente cómo era, una persona podrida por dentro de maldad y de odio hacia esos humanos que tanto quería, pero hubo un tiempo en que su padre no era así, era bondadoso con ellos, amistoso... Y todo eso desapareció cuando mataron a su madre. Nunca supo cómo, ni cuándo, sino qué la mataron unos simples humanos. Desde entonces pudo notar que su padre había cambiado por completo, pero seguía con él por la mínima esperanza de volviera a ser como antes y porque sinceramente le quería mucho.

-Hija mía, ¿Qué estas leyendo?-preguntó su padre con un entusiasmo increíble por lo sucedido anteriormente. En cambio ella no lo estaba tanto, estaba decepcionada por él, por su actitud y por sus acciones. Pero todo eso se lo guardó para sí misma y sonrió como una dulce niña que era. Ya que sí que lo era, tenía unos ojos marrón miel y un pelo Rubio brillante en tirabuzones.

-Nada interesante, papá-volvió a sonreír engañándole como todas las veces hizo,nunca estuvo orgullosa de él después de haberse convertido en esta persona que tenía delante y menos ahora- ¿Al fin lo has hecho? -soltó de repente, ya sabiendo la respuesta de antemano.

-Claro que sí-respondió orgulloso y eso le asqueó a Keylie-no sabes cuanto tiempo esperé para esto. Tengo en mis manos mis propios experimentos, mis maniobras perfectas y este juego acaba de comenzar. ¿Alguna vez te dije que me encanta el ajedrez?-ésta negó con la cabeza haciendo que su pelo rebotara de un lado a otro, lo que le hizo sonreír dulcemente al padre por primera vez desde hace mucho tiempo- pues verás, mis marionetas que son mis peones harán mi trabajo por mi, yo seré el rey y tú querida, serás mi reina-Keylie fingió una sonrisa como de costumbre pero por dentro era todo lo contrario, se sentía fatal por todo..

De repente su mayordomo Sebastian entró por la gran puerta de mármol de su habitación seguida de una reverencia.

-Señor, sus... Invitados ya están listos.

-Gracias por la información Sebastian, y nunca los llames invitados, sino mis marionetas-El mayordomo inclinó la cabeza como de aceptación- Y diles que pasen, quiero presentárselos a mi hija. Seguro que le encantará conocerlos. ¿Verdad Keylie?

-Claro que sí, papá. Me encantaría.

-Ya la has oído, tráelos enseguida.

Ante ese mandamiento el mayordomo cerró las puertas sin hacer un mínimo ruido y fue en busca de sus "marionetas humanas". Nunca pensó que su señor hubiera cambiado tanto, de ser una buena persona a ser una tan despiadada. Suspiró y de repente pensó en su adorable Keylie y se compadeció de ella por un momento y se puso manos a la obra. Se alisó su traje y fue caminando por los solitarios pasillos de esa mansión tan grande, que una vez fue acogedora. Ya ni siquiera recordaba cuando lo fue...

Llegó al final del pasillo y torció a la derecha para poder llegar al salón. Una vez llegado avistó a los visitantes de la casa, aunque intuía que iban a quedarse por un tiempo. Carraspeó para tener la atención de todos, bueno de casi todos.

-La verdad es que eres un engreído y un creído-saltó un chico rubio más enfurecido que otra cosa.

-¿Y tú no? Oh vamos, Jace, eres mi.. Trastatatatataranieto. Por el ángel, eres un viejales...

-El viejo serías tú. Yo soy un joven apuesto en toda regla. Y por supuesto rubio natural-contestó a la defensiva.

-Chicos, dejad de pelearos como críos.-intervino alguien para terminar por fin esa discusión tan absurda. Y todo empezada por quién era el más guapo de la sala. Sólo los Herondale actuarían así.

-Mi señor quiere veros inmediatamente.-todos asintieron a la vez-seguidme por favor. Y no hagáis mucho ruido por el camino, a Rowdy no le gusta mucho.

-¿Y quien ese tal Rowdy?-preguntó uno mientras tiraba un azucarillo al aire y luego desaparecía de entre su boca.

-Es el gato del señor, es un poco quisquilloso.-contestó el mayordomo con tal naturalidad. Mientras les guiaba hasta el cuarto de Keylie.

-Pues vaya gato tan estúpido-contestó junto con una mueca una chica con una trenza de medio lado.

-Encima muy irónico, Rowdy traducido es RUIDOSO. En serio no entiendo a los humanos de hoy en día-bufó un hombre con rasgos gatunos. Tenía unos increíbles ojos brillantes e hipnotizadores.

"Que gente más peculiar" pensó Sebastian.

Pasaron por varios pasillos y al fin llegaron. Abrió la puerta sin llamar y les señaló con la cabeza que entraran. Una vez todos dentro, Sebastian se marchó cerrando la puerta tras de sí.

"Dios santo" pensó rápidamente Keylie, "Esto es... Imposible". Era tal su asombro que se quedó sin habla. Mientras que su padre no dejaba de sonreírle a su niña como si nada.

-Querida, te los presentaré uno a uno. Bueno, presentaros vosotros mismos.- dijo fríamente a los demás-y desde ahora me llamaréis Dimler. Y soy vuestro señor. Si no obedecéis mis órdenes seréis carne humana muerta...

Ninguno de ahí presentes le objetó nada. Incluso para el asombro de Keylie se arrodillaron y obedecieron.

Su padre carcajeó con fuerza y pasó al lado de ellos con autoridad. Pero en un abrir y cerrar de ojos todo se volvió confuso. Keylie veía que su padre tenía un cuchillo Serafín en la garganta casi apunto de rajarle. Horrorizada por tal cosa, estaba apunto de gritar hasta que de pronto una risa procedente de su padre la interrumpió.

-Sabía que ocurriría esto-Dimler chasqueó los dedos y desapareció de entré la vista de los demás, volviendo a aparecer al lado de su hija-sois unos estúpidos todos, si me hubierais echo caso, no estaría haciendo esto.

-No me ha gustado cómo ha sonado eso- bramó Tobías, al que Keylie lo identificó enseguida.

Dimler volvió a chasquear los dedos. Haciendo que todas sus marionetas humanas gritaran de dolor y cada vez más fuerte hasta que uno por uno cayeron rendidos desmayados en el suelo.

-¡PAPÁ, QUÉ LES HAS HECHO!

-Convertirlos en mis esclavos hija mía...

To Destroy Or To Be Destroyed . . .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora