Luz de luna

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-¿Eh?-

-¿Podrías ayudarme a cortar mi cabello?-

-Pero jamás he cortado cabello joven...-

-No importa como lo hagas, solo desaparece este terrible aspecto-

-Correcto- tomé unas tijeras que estaban en el tocador y acto seguido toqué suavemente su cabeza  notando una sedosidad increíble, parecía que en cualquier momento se fuese a romper

-Dime Inary, no soy tu jefe- asentí

Con la mayor precisión y cautela comencé a cortar poco a poco dejando al descubierto un hermoso cuello blanquecino y aterciopelado, era muy delgado para ser de un hombre se asemejaba más al de una muñeca de porcelana... que hermoso. El cabello quedo tirado por toda la habitación, cuando alce la vista permanecí estupefacto por lo que mis ojos presenciaban, tenía el aspecto de un pequeño niño inocente combinado con bellos rasgos androgénicos que lo hacían parecer la pieza más rara del mundo logrando que mi corazón por unos segundos se acelerara.

-Está listo-

-Gracias Kaoru- se quedó viendo su reflejo con una mirada perdida

-¿No te ha gustado?-

-Si me ha gustado es solo que... esto es nostálgico- sonrió

-¿De que hablas?-

-De nada- se levantó y comenzó a sacar cosas de su maleta -¿Quieres tomar algo?-

-Agua estaría bien-

-Solo tengo vino-

-¿Vino?... entonces una copa por favor- sirvió un vino nuevo que parecía muy caro dentro de una reluciente copa, seguido de esto lo cerró para después volverlo a guardar -¿No vas a tomar tú también?-

-No bebo alcohol, éste solo era un regalo para mi padre; viendo que no va a llegar a verme decidí regalarte una copa- se sentó en la cama y luego se recostó suspirando profundamente

-Es un buen vino-

-Quien sabe, lo escogí al azar-

-Qué suerte tienes, le hubiera agradado mucho a tu padre-

-¿Eres muy allegado a él verdad?-

-Para nada, es solo el trabajo lo que nos une- me tomé todo el contenido de la copa, estaba muy nervioso al cortar su cabello y como consecuencia una sed gigantesca me invadió.

-¿Quieres más?-

-No gracias- el silencio abrumador calló sobre nosotros, él no se movía ni un ápice de la posición en la que había caído al recostarse, sus parpados estaban completamente cerrados entrelazados por unas largas pestañas. Se encontraba profundamente dormido a pesar de que un extraño estaba en su cuarto, que chico tan poco precavido, ni siquiera se imaginaba la tarea que su padre me había encargado hace unos días y mostraba su lado más vulnerable frete a mí. Una cálida sensación invadió mi pecho y me pare a taparlo con la cobija de la cama; cuando termine por unos instantes contemplé su figura estoica.

La tarde comenzó a caer y yo me dirigí a las afueras de la posada para fumar unos cuantos cigarrillos, el cielo estrellado en esa zona siempre había sido hermoso ya que la contaminación de la ciudad no había llegado, una ventisca fría me comenzó a rodear el cuerpo tratando de apagar lo que estaba fumando, aquel frio me había traído viejos y dolorosos recuerdos de mi infancia en la Rusia de los pobres que tanto anhelaba olvidar manchando de sangre mis manos casi a diario, pero aun así y pese a todos mis desesperados intentos las cicatrices jamás se marcharon. Perdido entre mis pensamientos mi cabeza comenzó a doler logrando que ignorara todo a mi alrededor, de pronto una pequeña palma toco mi espalda y sin decir una sola palabra una indescriptible paz me lleno el alma.

Quedate cerca de miWhere stories live. Discover now