A la espera de la locura

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Como una suave caricia, esa mañana, la luz del Sol apenas rozó con sus rayos las motas de nubes que se apretujaban por el viento que las empujaba. El grupo de exploradores, como todas las mañanas, ya estaba preparado para partir a su habitual faena de investigación. El joven hombrecillo, que apenas había dormido una pocas horas, se levantó apurado y corriendo se les acercó. El grupo estaba dirigido por el gran anciano líder del Consejo, que justo en ese momento asignaba algunas tareas. Normalmente, tanto hombres como mujeres jóvenes formaban grupos de exploración, dirigidos cada uno por uno de los ancianos del Consejo. Éste asignaba las labores basándose en los datos compartidos en anteriores incursiones, permitiendo que los jóvenes se integren de manera más uniforme con todo los que les rodea. Los ancianos los instaban a dirigirse a ciertos lugares que habían sido previamente establecidos en las reuniones del Consejo. Estas reuniones eran cerradas a los demás miembros del Clan, quienes con armoniosa tranquilidad, confiaban totalmente en las decisiones tomadas por el Consejo. Y esto ha sido así desde que el primigenio y sus compañeros (los nueve exploradores originales) establecieran éste tipo de orden. Los más adultos, por otra parte, se quedaban haciendo todo lo concerniente a las labores más fuertes relacionadas con el sostenimiento doméstico del clan y en mutua colaboración, hombres y mujeres, compartían por igual la recolección y elaboración de los alimentos, el cuidado y entretenimiento de los más pequeños, y el mantenimiento general del clan. Los adultos pasaban a ser considerados ancianos a cierta edad, y después de una compleja preparación, lograban formar parte del Consejo de ese clan, que es el órgano rector de todos los que hacen vida en él. La educación era impartida a través de las reuniones en la gran fogata, y la comunidad de cada clan compartía entre sus miembros, de forma única, una conexión casi imperceptible que los hacia actuar como un solo cuerpo y una sola mente en la mayoría de las situaciones, esto generaba días tranquilos y llenos de pocas sorpresas. Calma que era generalmente interrumpida, o por algún heraldo que siempre traía historias de mundos más allá de los límites del clan, historias consideradas por la mayoría como leyendas e imaginaciones que tratan de explicar lo insondable, o por los arranques constantes de locura del viejo loco, a los que ya tenía acostumbrados a todos los miembros de su clan. Una vez que los grupos de exploración partían, los ancianos se reunían bajo un gran árbol, y discutían sobre las actividades diarias y los nuevos descubrimientos, conscientes todos ellos, que en realidad nada nuevo había, que todo era simplemente revelado por el Encontrado. Hijo de mi alma, a su debido momento se le revela a la fruta cuando caer del árbol, lo mismo sucede para cada uno de nosotros. Sigue prestando atención con todo tu corazón.

Al final del día, en una sincronización casi mágica, todos siempre regresan a la misma hora, trayendo consigo nuevas experiencias e ideas para continuar investigando sobre el funcionamiento de las cosas y su aprovechamiento para el bien común. Y llegada la noche, intercambian impresiones entre todos los grupos, los cuales siendo dirigidos por cada anciano estos les ayudaban a interpretar y aclarar todo lo recogido en sus incursiones. Así sucedía en aquellos tiempos, una tradición que fue trasmitida de oído en oído hasta llegar a los tuyos, querido hijo azul.

Sentimientos encendidos de emociones desesperadas por ser vividas, pensamientos atropellados al compás del latir rápido del corazón, la respiración casi sofocada por lo apresurado de los pasos, el joven hombrecillo corría lo más veloz que podía para encontrarse con los grupos que se disponían a hacer sus incursiones cotidianas. El líder del consejo era el anciano, después del viejo loco, más antiguo del clan, su nombre era Bractas y tenía un temperamento más inclinado a la concertación que a la confrontación. Todos los del grupo se quedaron en silencio, viendo llegar al apresurado hombrecillo. Bractas lo mira escudriñándolo con sus ojos grises y le dice:
-Hijo, ¿Cuál es tu angustia? ¿Está tu madre bien?-. Le pregunta el anciano al hombrecillo. Y este deteniendo sus pasos, le responde:

-Estamos bien. Quería pedir su permiso para hacer una exploración individual. Y corroborar algo que mi padre le comentó a mi madre.

-¿Y qué tipo de información tienes como para querer ir solo? Un compañero nunca está de más. Sobre todo para analizar con objetividad lo que los sentidos creen recibir. El Encontrado tiene múltiples facetas y...-. Y uno de los que estaban en el grupo oyendo, interviene alzando su voz con tono de burla y desdén:

-Déjelo, ese muchacho lo que está es loco, creo que tendremos un nuevo loco en el clan. -Y se rió-. Y otro más intervino:

-El otro día fue visto tratando de hablar con el viejo loco, pasando por encima, incluso, de las recomendaciones del Consejo. Si quiere ser un nómada que se vaya.

-Muchacho, ¿Es cierto eso?, si es para ser nómada, ya sabes que hay caminos para ello. O al menos que estés enfermo de algo-. Replica el anciano líder. El hombrecillo veía sus caras burlescas, y sus miradas de desaprobación, con una extraña sensación de diversión, que trataba de disimular.

-Nada que ver. Solo es una teoría que quisiera corroborar por mí mismo y de ser posible compartirla esta noche en la asamblea del clan. Por favor, deme su aprobación-. Rogó el hombrecillo. El líder de los ancianos pensó: "si lo detengo es probable que siga insistiendo por muchos días, es un muchacho muy testarudo, porque ya me han contado de su raro comportamiento y las ganas de irse a explorar, y por otra parte los otros están de acuerdo con que lo deje ir". Entonces dice:

-Está bien, tienes mi bendición, con la condición de compartir tus hallazgos esta noche por el bien del clan. ¿Entendido?

-Prometido. Gracias, usted siempre tan acertado en sus decisiones-. Los demás solo se miraban entre sí con ojos de lastima por el estado mental del hombrecillo. Y luego, todos los grupos arrancaron sus labores, mientras el hombrecillo, los ve alejarse en distintas direcciones. El líder anciano con su andar lerdo se reúne con los otros miembros del clan, echando una mirada fugaz de vez en cuando para ver qué dirección tomaría el hombrecillo. Y lo más curioso fue que no se alejó del clan, más bien se fue hacia el viejo árbol de Pichicax y se sentó al lado de la gran roca como esperando que algo a alguien llegara de repente a ese lugar a una hora que nuestro hombrecillo desconocía.

La Llegada De Los Ojos De JadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora