... y una noche de chicas

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Capítulo 9:... y una noche de chicas

─¡Regina abre la puerta en este instante!

Ante los gritos de Tink, al otro lado de la puerta de su hogar, Regina entornó sus ojos y siguió leyendo el periódico, ignorando por completo a la mujer. Era la primera mañana en días que Regina se levantaba de lo que podía catalogar como buen humor.

Días habían pasado desde que había hablado, bueno, hablar no era la palabra apropiada, discutido sería lo más adecuado, con Emma. Había llamado varias veces a su teléfono personal, había llamado al teléfono del cuartel y sus intentos fueron en vano. Emma no quería hablar con ella y, esa mañana en específico, Regina había decidido desistir en tratar de comunicarse con una persona que no quería hablar con ella.

Dejar entrar a Tink equivaldría a tener que hablar sobre lo que sentía en ese momento, recordar y repetir las palabras de Emma que se habían quedado grabadas en su mente y eran difíciles de borrar. Esa mañana había decidido no torturarse a si misma más, preguntándose cómo era posible que un instante de alegría y lo que parecía un sueño, se convirtiera en tristeza y una pesadilla.

Regina ya había pasado por eso. Lo había hecho con Daniel y lo había hecho con Robin, hacerlo con Emma solo sería poner en práctica lo que, a través de los años, la vida la había hecho una experta. Tenía que levantar la cabeza en alto, recoger los pedazos y continuar su vida. Con lo que no contaba Regina era que el recuerdo de cierta rubia con chaqueta roja hacía el trabajo más difícil de lo que habían sido los otros dos.

─¡Regina, sé que estás ahí! El portero me dijo que no has salido de aquí en todo el día. No te hagas la que no está en casa.─ la pelinegra bufó molesta. Tendría que tener una larga y tendida charla con cierto portero que se metía en donde no lo llamaban.─ Regina, por favor, abre, estoy preocupada por ti. Prometo comportarme, si así quieres, no hablaré de Emma. Solo quiero verte y saber que estás bien.

Esas últimas palabras de Tink fueron un balde de agua fría para Regina. El tono de voz de la otra chica era sincero y genuino. Realmente, Tink estaba preocupada por ella. Por primera vez en mucho tiempo sentía que alguien se preocupaba por ella de corazón. Esta revelación causó que ella se pusiera de pie, caminara hasta la puerta y le abriera a Tink. La puerta no estaba abierta del todo cuando Tink saltó hacia ella con brazos abiertos. Regina se tambaleó un poco y ambas estuvieron a punto de caer al suelo si no fuera porque Regina, con su mano libre, se aguantó de la manija de la puerta.

─No pensé que me extrañaras tanto.─ comentó Regina entrecortadamente debido a su dificultad de respirar debido al abrazo en crescendo de Tink.

─Claro que me haces falta, tonta.

─¿Qué te parece si nos sentamos en la sala?

─No. ¿Por qué mejor no salimos? Damos una vuelta, cambias de escenario y de una vez de distraes.─ sugirió Tink con la súplica grabada en su mirada.

─No me parece una buena idea...

─Vamos Regina. Quedarte encerrada aquí no te ayuda en nada. ¿Qué te parece comer en un restaurant de comida italiana y tomar unos tragos esta noche?─ Regina dudó por unos segundos.

La verdad era que se había levantado con la decisión de hacer algo distinto, con un nuevo aire. Era cierto que estaba ocupada con el caso de Baedan que estaba casi a la vuelta de la esquina, organizar ciertos aspectos de su vida y con la idea de que su madre llegara de imprevisto, divertirse junto a Tink no sería una mala idea.

─¿A qué hora tengo que estar lista?─ Tink gritó de alegría y volvió a abalanzarse sobre Regina.

─Te recogeré a las siete frente a la entrada del edificio.─ contestó la mujer emocionada.

Solo fui por un café...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora