La pérdida.

278 11 0
                                    

Cuando sufrimos una pérdida lo primero que hacemos es lamentar esa pérdida, pero no por la persona, sino por nosotros mismos, por nuestro egoísmo, por nuestra envidia, por nuestra falta de capacidad para ser felices sin necesitar a terceros, por nuestro ego y satisfacción propia. Culpamos a la vida, culpamos al amor, o al destino, nos culpamos a nosotros mismo, incluso a la persona a la que hemos perdido, buscamos culpables pero ¿Por qué? ¿Por qué esa necedad de aferrarnos a todo aquello que nos duele? No es culpa de la persona que nosotros la hayamos hecho tan importante, no es su culpa que la hayamos hecho indispensable, o necesaria, no es su culpa, es nuestra, nosotros somos quiénes nos aferramos a la vida de otras personas cuando la nuestra no tiene sentido, nos dedicamos a buscar a quién amar y nos olvidamos de amarnos a nosotros mismos.

Hoy he tenido una pérdida, pero no sufro porque él se haya ido, sufro por mí, por mi egoísmo de no querer estar sola, sufro porque no podré verle más, sufro porque veo sufrir a mis seres queridos a mi al rededor, todos lloramos la misma pérdida, pero no sufrimos por la persona perdida, sufrimos por nosotros mismos, después de todo la persona a la que hemos perdido ahora está en paz, me gustaría creer que está descansando, que por fin llegó a él la paz que tanto buscaba, me gustaría creer que hay un lugar para todas esas personas que fueron buenas, muchos recuerdos vienen a mi mente, sonrisas provocadas por esa persona, que egoísta soy por sufrir por mí y culpar de mi sufrir a quién he perdido, la muerte es la muerte en dónde quiera que esté, pero entonces ¿Por qué sólo sufrimos por los que nos rodean? La respuesta es sencilla, somos egoístas, queremos toda la felicidad para nosotros, dejando de lado la de los demás, pero ¿Qué tiene eso de malo? Todo el mundo es egoísta, todos buscamos nuestro bien propio, nadie busca el bien del prójimo, aquel que diga que la felicidad del otro está primero que la suya, miente, porque si eso fuera verdad no sufriría por la pérdida de aquel a quién dice querer ver feliz. No se lamentaría por no haber hecho lo suficiente y no se castigaría con los recuerdos.

Como suicidas anhelamos la muerte, la perseguimos, vamos tras ella, pero cuando ella está presente, no en nosotros, sino en algún familiar, o amigo, no la queremos más, la maldecimos, renegamos de ella, cómo somos tan conveniencieros los humanos, he ahí la respuesta para nuestras pérdidas, el dejar de ser egoístas parece la mejor opción. Pero es algo que no pasará, después de todo somos humanos, está en nosotros el deseo de destrucción. El deseo de felicidad pero la incompetencia para serlo.

Nivel de insomnio:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora