Ya había contado una buena parte pero, como la joven era muy hábil, lo alargó hasta que empezó a amanecer.
—Lamento dejarlos sin conocer el final una vez más. Si tuviéramos tiempo, podría concluirlo... Pero se que ha llegado mi hora— volvió a decir la joven.
El Sultán decidió aplazar nuevamente su ejecución para conocer el final del segundo cuento. Y esta vez pasó el día esperando el momento de repetir el encuentro. Mientras tanto ya habían transcurrido dos días sin que ninguna joven muriera y sin que Shariar pensara en su venganza.
Cuando llego la tercera noche, un cuento se termino y uno nuevo inicio. Paso lo mismo en la cuarta, la quinta, la sexta y durante muchas noches más. Sherezade contó la historia de Alí Babá y los cuarenta ladrones, la de Simbad el marino, la de Aladino y la lampara maravillosa, la del Pajaro que habla, el Arbol que canta y el Agua de oro y otras de principes de la India, de Persia y de la China, de princesas encantadas y terribles genios.
Guiados por el encanto de su voz, los tres viajaron con la imaginacion por desiertos y oasis, conocieron fabulosos palacios y cuidades secretas, escondidas bajo tierra o en el fondo del mar.
Con el tiempo, el pueblo volvio a amar a Shariar, y el volvio a amar y confiar en una mujer. Esto sucedio porque, al principio, los cuentos de Sherezade le gustaban tanto que no podia dejar de deleitarse escuchandolos. Y despues, se enamoro perdidamente de la narradora.
Cuando pasaron mil noches y llego la numero mil y una, a Sherezade se le terminaron las viejas historias, pero una nueva habia comenzado: esta que acaban de leer.
Desde entonces, vivieron felices dando gracias a Alá, el Misericordioso Creador, y recordando aquellas noches.
Fin
