Acto tercero: "Sol"

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Años parecían haber pasado desde que la oscuridad rodeandolo se asentara junto a él.

Años desde que su cara ahora hervida en parte yacía contra el pavimento que con calma parecía enfriarse, más y más, siempre al borde de la cogelación pero nunca lo suficiente para ello.

Allí yacía, boca abajo contra las baldosas estropeadas y mugrientas, con no intención de levantantarse o hacer siquiera el más mínimo movimiento, con pies desangrados y estomago revuelto.

A David no le gustaba la oscuridad

A David le asustaba la oscuridad

Siempre lo hizo

Y ahora, un David moribundo, pero aún vivo, rodeado de su propia sangre y vómito, veía a la oscuridad a pocos centímetros.

Y de repente, dos faros.

Dos perfectas esferas de un puro blanco lo miraban desde la nada, obligando a sus ojos a entrecerrarse, estando ahora llorosos a la luz repentina. Le resultaba peculiar, ¿qué clase de artifacto produciría esa clase de luz?

Se fijó más. Trató de ignorar el resplandor apuntado directamente a sus ojos y pudo, con suerte, distinguir la forma de un gato.

Era un animal alto, erguido y un cuello y orejas largas y estilizadas, aunque, más visto de cerca... era... ¿era realmente un animal? ¿Con su inexplicable altura, sus extraños ojos y esos hombros tan bien definidos?

Por suerte, David no fue capaz de distinguir más que la simple silueta de algo que parecía tener orejas.

Estaba confuso.

"¿Qué es eso?" Pensó.

-¿Qué eres ? - Dijo, notando al momento que su voz había sido tan baja que apenas él mismo había podido escucharla.

No obtuvo respuesta.

La figura monstruosa comenzó a deformarse en la oscuridad y David se estremeció, aún tirado en el suelo con un esqueleto pesado y unos músculos hechos líquidos, de vuelta al punto de partida.

La figura mostró una boca. En un principio solo como un par de líneas, de pronto brotando de ella, un líquido negro, aceitoso, y entonces, unos dientes negros y torcidos, grotescos, de diferentes tamaños y cortes, se hicieron ver.

Y un fuerte sentimiento de déjà vu le golpeó de la nada.

David recordaba.

Recordaba el frío suelo de aquel lugar en concreto, por el que andó descalzo, pretendiendo dolor y necesidad.

Había engañado a pobres inocentes.

El sufrimiento y agonía de pobres inocentes, aún presente con fuerza en su cabeza.

Pobres, pobres inocentes.

¿Habrá sobrevivido alguno?

-Ha pasado tanto tiempo - susurró por accidente lo que se suponía debía pensar - Han pasado años y años, me lo dice mi ojo, mi reloj.

"Quizás no, David". -Una voz que había oído antes interrumpió la conversación dentro de su cabeza.

-Dieron las doce, señor.

"Aparta del balcón, David". -Otra nueva se le unió

-Ya no es tres de Agosto.

"El niño no está, ¡te lo estoy diciendo! Se ha ido, me arañó la muñeca y salió corriendo". -Y una última replicó.

-Cumplí mi promesa. ¿Puedo finalmente descansar?

-Adelante, Bennet.

Una última voz se unió al coro, esta vez fuera de su cabeza, un sonido proveniente de aquella dentadura desfigurada, pero era un sonido femenino y suave, pero cortante, David deseaba relajarse a la melodía, pero había algo que lo tensaba.

-Tu trabajo... está hecho - Volvió a hablar la voz, con un tono más familiar... menos frío...

David recordaba.

Pero se sentía cansado, derrotado.

"Quizá", pensó, "Quizá vuelva la memoria".

David cerró completamente los párpados, decidió no pensar en las consecuencias.

-Adiós, Sol.

Y fue a descansar.

Aquel lugar en concreto.Where stories live. Discover now