Acto quinto: El espejo del cuarto

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"Qué hacer por el resto del día..." Se preguntó David así mismo una vez Susi dejó la habitación.

Una sonrisita divertida se formó en su cara y giró a ver el contenedor de pintura, con una brocha hundida casi completamente en la mezcla blanca.

"Podría......"

"......Nah..." desistió con un suspiro para sus adentros. Aunque realmente estaría bien causar algunos estragos, no era el momento.

Suspiró una vez más, esta vez lentamente, y volvió su mirada triste y aburrida al balcón.

La luz que entraba desde afuera se veía tan cálida. La manera en la que rozaba el piso destruido y rápidamente rebotaba al techo y después contra las pared, pintando la habitación con una nueva vida, colándose entre las grietas y dejando a plena vista las desnudas motas de polvo bailando suavemente, con el viento mañanero como su único guía, era tan magnífica y dulce, llena de color. Tranquila. Era como si el tiempo ni siquiera pasara.

Cómo es que tal pequeño momento, tan único en belleza, fuera despreciado por Susi y Sol era un misterio sin resolver para su cabecita de infante.

A veces se pregunta si realmente debió haber nacido de la especie que era, porque por más que trataba antagonizar a su enemigo, David nunca podría odiar la perfección.

Decidió olvidarse de eso por un momento.

Se dio la vuelta y dio un par de zancadas hasta llegar a la puerta que conducía al oscuro pasillo.

La habitación de la que acababa de salir hacía un enorme contraste con el resto del interior de la mansión quemada. Por supuesto, era la única habitación con un enorme agujero en la pared y sin puerta.

David se puso de puntillas hasta lograr alcanzar la tela gruesa e vuelta arriba del marco y al apenas agarrarlo con los dedos tiró hacia abajo, en vano, ya que esta no cedió.

Trató de nuevo.

Y de nuevo.

Hasta que finalmente la fuerza del empuje consiguió hacer que el edredón cayera, tapando la entrada a la habitación y rozando con el suelo, levantando una gran capa de polvo y cenizas.

El pequeño sintió un leve cosquilleo en la nariz, cuando...

-aaAACHÚ -estornudó- ¡ACHÍS! -lo hizo de nuevo- AAaa...aah... ¡ACHÚS! -y otra vez más, ahora escondiendo la boca bajo las manos, haciéndolos sonar graciosamente más graves.

Inspiró con fuerza haciendo un feo sonido y se alejó de la puerta con rapidez, rascándose la nariz.

"¡Maldigo las cenizas y a todas sus primas!" dijo para sí, levemente girando la cabeza hacia el edredón, el cual no tenía la más mínima intención de recoger del piso.

Sus pasos rápidos pasaron a trotes, y de trotes a pequeños saltos. Ahora que lo pensaba, había muchas habitaciones del piso de arriba que aún no había visto, ya era hora de explorar.

Felizmente arrastró sus pies dentro del primer cuarto que encontró en su camino, notando para su placer que, al igual que con la anterior, el trozo de pared donde probablemente antes había una ventana había sido derrumbado. No era tan grande como el anterior, pero igual daba una buena visión del cuarto.

David cerró la puerta con cuidado una vez dentro.

Era una habitación poco larga, pero muy ancha. Cerca, a la derecha, el agujero por el que el fresco aire y la clara, reflectante luz entraban. Justo arriba, sujetas por una barra de metal, un par de trozos largos de tela, rotos, quemados y mucho más opacos y pesados que los de seda.

El par de imitaciones malas de cortina se movían suavemente con la brisa, pero por suerte, no tapaban la luz.

David recordó el edredón y se alegró de no tener que manejar tela polvorienta otra vez.

Frente a la puerta, tocando la pared del fondo, un tocador. Cubierto parcialmente por trozos de fieltro y lana, todos quemados e irreconocibles.

A David le llamó la atención otra cosa.

Un espejo, grande y ovalado, adornado al estilo rococó, como era ya normal en la casa.

Unos bonitos decorados en dorado, similares a algas y olas, tomando inspiración del mar... que algún día desea ver...

Al contrario del resto de la habitación, parecía intacto.

El pequeño no dudó en acercarse. La luz de la ventana-agujero daba contra el suelo frente al tocador y David se sintió encantado al sentir el calorcito en sus piernas.

Se percató de un objeto sobre la mesa.

Una graciosa pajarita... bueno, no del todo, era obviamente demasiado grande y alocada como para considerarse una pajarita, pero igual la llamaremos así.

Un enorme lazo del cual colgaban varios trozos más de tela, formando pliegues y capas. El pequeño tocó el artifacto que captó su atención y curiosidad, un pequeño reloj de bolsillo, insonoro, pero con un perfecto funcionamiento. Estaba posicionado justo en medio del lazo.

Agarró el lazo y le dio la vuelta. Otro trozo largo y estrecho de tela servía para colgarse esa cosa al cuello.

Y así hizo.

Con ayuda del viejo espejo colocó el adorno alrededor de su cuello. A pesar de tener un reloj en medio, se sentía ligero y le daba un aire gracioso.

Sopló un poco sobre el espejo para verse mejor, pero no quitó las manchas negruzcas. Suspiró.

Tendrá que buscar algo más.

Aquel lugar en concreto.Where stories live. Discover now