Mayo, 2013

44 4 0
                                    

-No puede ser tan guapa, y has visto cómo camina? Jamás he visto a otra chica así. Y esos ojos...
-Ay tío, pues ve a hablar con ella y déjame en paz a mí!
Estamos en el pasillo de un instituto. Los dos chicos que hablan son: él, el protagonista de nuestra historia, y un amigo suyo de entre tantos. Los dos se llaman igual, van a tercero de diversificación y tienen unos 16 años.
La chica de la que hablan es una niña de segundo de la ESO. Bajita para ellos pero alta en comparación a las chicas de su edad, flaquita, muy guapa y con unos ojos azules... Lleva el archivador de cup cakes en la mano y la mochila en un hombro. La chica nota que hablan de ella y se sonroja mientras pasa al lado de los dos. Conozco tan bien a la niña porque... soy yo.
-Buah, la has visto? Tengo que conseguir su número!
-Ve y pídeselo.
-No tío, qué vergüenza...

Esa misma tarde, él se pasa el día buscando entre sus contactos para conseguir mi número. Me encuentra por Tuenti y se da por satisfecho, al fin y al cabo, ya me acabaría pidiendo el número más adelante.

Una notificación en Tuenti. Abro la aplicación y es una solicitud de amistad del chico de esta mañana. Cierro la aplicación, ya más adelante decidiré si aceptarle.
Los dos siguientes días transcurren igual, paso por delante de ellos y se me quedan mirando. Le acepto o no, si o no, mejor no, o si... Al cabo de tres días le acepto, qué más da!
Empezamos a hablar de vez en cuando por Tuenti y a decirnos hola por los pasillos. A mí me da mucha vergüenza saludarle y me pongo roja. A él le encantan mis mofletes sonrojados y siempre me lo dice.
A todo esto, yo tengo novio. Un chico de mi edad que no es muy importante en la historia, llevábamos menos de un mes, y al mes y una semana lo dejamos.
Él dice estar triste porque lo hayamos dejado pero en realidad cada vez se ve con más posibilidades de estar conmigo.
Pasaron los días y un día quedamos para vernos. Tenía escasamente unos 30 min, pero era la excusa perfecta por si no me gustaba estar con él. Quedamos en un sitio pero finalmente nos encontramos en otro. Fuimos a un parque cualquiera (que luego pasaría a ser nuestro parque) y nos sentamos en un banco cualquiera. Nos pusimos a hablar. La conversación fluyó como si fuésemos amigos de toda la vida. Me acompañó a casa de mi amiga mientras con un brazo me abrazaba.
Al despedirnos, fue a darme un beso y le hice la cobra. Hizo como si nada y seguimos hablando unos días más.
Volvimos a quedar unos días más tarde. En realidad yo me tenía que ir ya a casa y él me dijo que me acompañaba. Así pasaron los meses y seguíamos hablando, me seguía acompañando a casa, venía cuando sacaba a mi perro a la calle... y así llegó el verano.

Diario de una enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora