El desayuno es el único momento en la mayoría de los días en que los tres estamos juntos. Henry y yo vestidos y arreglados sentados a la mesa; Matías sentado en la barra de la cocina todavía con su pijama, llenándose la boca de cereal. Lleva un gorro de lana, de esos que se alargan al final, los cuales hace unos años se hubieran considerado ridículos si no eres un leñador o un pitufo; pero que están de moda ahora. Aparentemente el concepto de fealdad y ridiculez varía con el tiempo. Todavía se me hace extraño verlo sin rastas, es como si no fuera él, más ahora que descubrí su secreto. Se ve tan tranquilo que tengo deseos de perturbarlo un poco.
—Oye Matías —le pregunto sonando casual, sin abandonar la atención a mi bol de cereales—. ¿Cómo es Sicilia?
—¿Para qué quieres saber? —me pregunta con la boca llena.
—Por saber, nunca hablas de los lugares que visitaste y algún día quiero viajar como tú; en avión y yendo a hoteles cinco estrellas por supuesto.
—No conocí Sicilia —intenta esquivar mi pregunta.
—¿En serio? Porque cuando llegaste nos dijiste en el aeropuerto que el viaje había sido tan malo que preferías el camión en el que fuiste a Sicilia. —Espero que note la ironía en mi voz.
—Nunca dije eso. —El maldito sigue intentado esquivarme.
—Sí lo dijiste —interviene Henry, ya ha terminado de comer, deja su plato en el fregadero y observa su reloj.
—Me escucharon mal, o estaba con sorojchi, yo que sé —se excusa, ahora no parece tan tranquilo como antes.
—¿Entonces qué otros lugares conociste? Es que solo hablas de Francia. Como si no hubieras ido a otro lugar. —Lo miro retadoramente, sin parpadear. Él traga con dificultad y nos vemos envueltos en un duelo de miradas, esperando quién flaquea antes.
—¿Qué no tienen que irse ya? —pierde el contacto visual.
Henry asiente y va a su habitación a recoger sus cosas, mientras tanto yo dejo también los platos sucios para lavarse. Matías resbala de la barra y deja sus cosas del desayuno ahí, sabe que Rosa igual lo recogerá. Me dijo a la salida y él agarra mi brazo.
—¿Qué sabes? —me pregunta en voz baja por si Henry regresa.
—Que eres un maldito mentiroso, no te fuiste de mochilero por Europa, estuviste estudiando arte en París.
—¿Cómo lo sabes? —Está más sorprendido que nunca.
—Facebook, no deberías poner tu vida entera en internet a la vista de todos.
—¿Revisaste todo mi Facebook? ¿Qué clase de loca hace eso?
Evidentemente yo. Ahora me siento como una acosadora.
—Tú me añadiste y noté que en tus fotos solo estabas en esa escuela de arte. No entiendo ¿por qué mentir?¿Acaso te echaron de ahí y lo sabías de antemano?
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Por tu amor al Arte
Teen FictionLa madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adaptarse a su nuevo colegio, llega Matías, quien ha estado los últimos años mochileando por Europa. Matías parece no hacer nada útil con su vida...