Después de haber pasado un momento vergonzoso ayer en la farmacia, tengo la píldora en mis manos. Arturo me dio el dinero y se acobardó al comprarla. Esperó afuera y yo tuve que pedirla, ganándome una reprobatoria mirada de la farmacéutica.
Ni bien llegué a casa tomé la primera píldora y ya son doce horas exactas para que tome la segunda. Leí las instrucciones como diez veces para estar segura de tomarlas de la manera correcta y espero que lo esté haciendo bien. Aunque no estaba en periodo fértil, lo último que necesito en mi vida es un embarazo.
Decidida meto la pastilla en mi boca y la trago junto a un sorbo de agua. De nuevo debo ir a la universidad, y de nuevo no tengo tiempo ni ganas de peinarme.
Parece que ya todos se han olvidado de mí. Me siento alejada y esta vez nadie voltea a mirarme. Saco mi cuaderno para tomar apuntes, aunque no sé por qué me molesto, Matías ni siquiera los mira.
Más que nunca la clase se me hace larga, estoy cansada y desde hace unos momento que empiezo a sentir nauseas. Cómo quisiera recostarme sobre la mesa. Las náuseas aumentan y ahora el estómago empieza a dolerme, es como una aguja atravesando mi abdomen, enterrándose más y más profundo. ¿Qué hago? ¿Salgo? No puedo salir, ni he firmado la lista, tampoco falta mucho para acabar.
¡Maldita sea! El docente sigue hablando y no tengo idea de lo que dice. Solo quiero tirarme al suelo y abrazar mi estómago en posición fetal ¿será por la pastilla? ¡Demonios!, fue un mal día para tomarla.
Por fin la hoja de asistencia llega a mi lugar y ni siquiera sé si he firmado bien. A estas alturas no me importa, quiero salir corriendo. No espero a que el docente salga antes, bajo las escaleras y abro la puerta.
Caminar me hace sentir peor, cada segundo que pasa me siento peor. Es como un cólico menstrual muy fuerte. Llego hasta un banco y me siento aparentando mi estómago, eso mitiga un poco el dolor. Solo un poco, aun así duele mucho.
Aunque tengo nauseas no quiero vomitar. Quisiera hacerlo si es que con eso el dolor pasaría. Estoy mal, estoy mal, estoy mal... repetirlo como un mantra no lo soluciona, solo me hace llorar... sí, estoy llorando y no me importa que todos me vean. Tal vez piensen que lloro por una tontería, mejor, no quiero que nadie se me acerque, quiero quedarme aquí sola para poder tirarme al piso y morirme.
—¿Estás bien? —Tres personas se acercan a mí. Lo único que me faltaba, los chicos de la biblioteca. Nicole esta arrodillada frente a mí y los otros dos me miran preocupados.
—No, solo déjenme —no estoy bien, no estoy para nada bien... por qué negarlo.
—¿Te duele el estómago?
—La llevaremos al médico —dice Alejandra.
—¿Abre a esta hora? —le pregunta el chico de lentes.
—No, en serio, déjenme, se me va a pasar. —No, no se me va a pasar y quisiera ir al médico, pero no soy alumna en esta universidad, se van a dar cuenta si revisan la lista.
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Por tu amor al Arte
Teen FictionLa madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adaptarse a su nuevo colegio, llega Matías, quien ha estado los últimos años mochileando por Europa. Matías parece no hacer nada útil con su vida...