Y bueno, hasta las 2:30 de la tarde, todo iba bien. Yo, Kendra, estaba sentada medio dormida en clase de matemáticas contando los minutos para salir de la escuela; a pesar de ser un día aburrido era un día normal.

Como dije, todo iba normal hasta que escuché unos estruendosos pasos por el corredor y a un maestro que gritaba llamando a seguridad. Creí que sería un simulacro, y a creo que mis compañeros también, pues ninguno se molestó en levantarse hasta un segundo después, cuando ese hombre enmascarado entró gritando.

—¡Nadie se mueva!— dijo levantando su arma.—Ni un sólo paso.

Todos se congelaron. Yo por alguna razón no estaba asustada, solamente esperaba que tomara lo que quería y se largara para poder tomar una siesta en clase, pero yo no podría tomar esa siesta y él sí conseguiría lo que buscaba.

Entreguen a Kendra

De acuerdo, esto nunca pasó. Lamento haberlos emocionado, pero ahora que tengo toda su atención —o es lo que espero—continuemos.

Mi nombre es Kendra Hidden, tengo 15 años, y por si te lo preguntas, soy una chica totalmente común y aburrida.

Ahora, durante clase de matemáticas, le estoy tirando bolitas de papel a mi compañero Scott que es medio año mayor que yo y este sigue babeando sobre la mesa. Scott es un chico adorable, algo inocente y torpe. Afuera está lloviendo, hace frío y la clase de matemáticas sí es extremadamente aburrida; no hay extraño que me venga a buscar para una misión peligrosa, sigo esperando mi carta de Hogwarts, Gandalf no ha aparecido y tampoco soy millonaria como para dejar de estudiar y vivir en una casa enorme con un montón de gente que me sirva.

Como puedes ver, soy normal y además aburrida.

Scott se levantó de golpe cuando la maestra le dirigió la palabra pidiendo que resolviera uno de los problemas que estaban en el libro. Debo decir que fue muy gracioso, pues su cabello estaba hecho un desastre, aplastado del lado en el que se había recostado, estaba babeando y sus mejillas estaban rosadas. Le tomé una foto rápidamente mientras la maestra estaba distraída intentado calmar el alboroto que se había creado, por lo que no me vio, y Scott estaba tan adormilado que tampoco se dio cuenta.

Un pequeño dato inútil sobre mí: tengo un álbum dedicado a fotos de mis amigos, todas tomadas mientras ellos no miran.

El timbre de salida sonó y supe que los idiotas del salón irían a molestar a Scott como cada Viernes. No me molestaría meterles un puñetazo en la cara, pero lamentablemente nunca he podido hacer eso, pues son cinco chicos contra mí -Scott es tan cobarde que no cuenta-.

Me hice amiga de él el primer año de secundaria, cuando lo molestaban por ser algo blando. Empezamos a hablar cuando tiré un avión de papel que tenía un dibujo de Pinkie Pie, el cual me parece aún conserva.

El no tenía amigos, y yo soy el tipo de persona que intenta socializar hasta con una piedra pero termina arruinando las cosas.

Salí del salón caminando al lado de Scott y me puse los audífonos, empezó a sonar una canción de The Killers, y cuando se trata de música que me gusta no puedo resistirme a bailar un poco aunque lo único que haga sea dar saltos y mover la cabeza al ritmo de la música.

Estaba lloviendo aún más fuerte y el agua entró a mis zapatos, mi cabello se mojó completamente, mi suéter ya no servía de mucho. Me encogí de hombros y saqué un chicle mojado de mi bolsillo, me lo metí a la boca y comencé a mascar. Le ofrecí uno a Scott, el cual estaba tiritando de frío, pero al parecer no le agradaban muchos los chicles mojados.

Cuando nos alejamos de la escuela lo suficiente, empecé a saltar en los charcos de agua, tarareando una canción que pasaba por mis oídos a todo volumen. Scott se acercó también y estuvimos un rato bajo la lluvia, fue divertido hasta que recordamos que teníamos un montón de tarea pendiente y cada quien tomó el camino a casa.

Chica normal, vida normal. Así era.

Así solía ser.

KendraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora