Las vacaciones de Navidad iban a ser geniales hasta que a mi mejor amigo se le ocurrió morir.

Bien, no tiene la culpa, y creo que es algo cruel que se la eche y esté enojada con el por haberse muerto. Es ridículo, lo sé, pero no quería llorar, si dejaba de estar enojada lo haría de nuevo y me pondría peor.

Maldita sea. Tal vez debí haber tomado el mismo camino que él ese día, o algo por el estilo, me sentía culpable por su muerte al haber sido la última en verlo antes de...

Di un puñetazo al aire con tanta fuerza que me dolió el brazo, pero no me importó y seguí caminando bajo la lluvia.

Sí, bajo la lluvia, ¿no les mencioné que pensaba ir a un cruce para vender mi alma a cambio del regreso de Scott?

No, es broma. En realidad caminaba hasta el almacén abandonado en donde Scott y yo solíamos pasar las tardes cuando hacía más calor. Esta vez iba para pasar una última tarde lluviosa antes de no regresar jamás. Ese lugar era especial, un lugar compartido y no me veía capaz de regresar sola después de esto sin Scott.

Cuando lo divisé a la distancia, apreté el paso. Cuando llegué, lo contemplé por unos minutos desde afuera.

Se alzaba entre la hierba que me llegaba hasta la cintura, parecía frágil y estaba cubierto de plantas, pero amaba ese lugar. La tranquilidad de los árboles que lo rodeaban y las plantas que trepaba por la construcción le daban un toque de fantasía, el pasto olía bien a pesar de los muchos insectos y simplemente era agradable estar ahí.

Por un momento más, aguantando la respiración bajo la lluvia, lo admiré. Una lágrima rodó sobre mí mejilla, arrastrada por las gotas de lluvia hasta caer al suelo y unirse a la tierra mojada. Me tiré de rodillas también y la hierba me cubrió. Vi lombrices y un escarabajo pasó cerca de mí, pero no presté atención a eso hasta que un rayo recorrió el cielo acompañado de su fuerte sonido.

Me levanté y corrí dentro del almacén para refugiarme. Me abrí paso entre algunas cajas cuyo contenido hasta ahora desconocía. Subí las escaleras hasta el segundo piso del lugar y llegué a nuestra guarida.

Todo estaba en orden, todo tan solitario... como esperaba encontrarlo.

Un momento, yo esperaba en contrarlo solitario porque solo Scott y yo íbamos a este lugar que era mitad basura, mitad refugio, pero había un problema.

El lugar no estaba en realidad solo como yo lo esperaba.

Por un breve momento pensé que Scott había llegado antes que yo, pero eso era imposible. Scott no llegaría antes que yo ni hoy ni nunca, y tampoco llegaría después, porque no sería capaz de llegar otra vez.

Quise hablar, pero la persona levantó la vista antes y salió corriendo y saltando con la agilidad de un ciervo sobre las pilas de cajas olvidadas. Intenté seguirle el paso, pero se me dificultó escalar, para cuando llegué al otro lado no había nadie y estaba más oscuro.

Desesperada e impulsada tal vez por la tristeza y las emociones que había acumulado durante los últimos tres días, hice algo que en otras circunstancias no me hubiera atrevido a hacer.

-¿Quién está ahí?- pregunté con miedo.

No hubo respuesta hasta unos minutos después.

-¿En serio importa saber eso?

-¿Quién eres?-. Pregunté algo bajo, y creí que no me había escuchado.

-No quiere saberlo, señorita.

No sé si quería saberlo, pero mi respuesta fue afirmativa en ese momento.

La persona salió de su escondite, la mitad de su cara estaba vendada y la otra tenía una expresión seria. No supe que decir entonces, así que pregunté:

-¿Desde cuando vienes a este lugar?-. No tuve respuesta, así que añadí: -Nunca antes te había visto.

-La conozco más de lo que cree, señorita Hidden.

Me quedé callada.

-Yo lo maté. Yo maté a Scott.

Esta vez fue un golpe directo al estómago. Se quitó las vendas dejando de ver una serie de quemaduras al rededor del ojos, que no parecían hechas al azar, pero no pude fijarme en eso. ¿Él había matado a Scott? Imposible, pero fue como si sus palabras fueran suficiente para que estallara, fuera o no verdad, era una falta de respeto.

-Juro que te mataré. -dije temblando gracias a una descarga de adrenalina y miedo. -voy a hacerlo, te lo juro. -creo que fue un tono bajo, pero me escuchó. Se echó a reír.

-Lo hice por su bien.

¿Cómo rayos había matado a mi mejor amigo por mi bien? Eso no tenía sentido alguno, pero me atreví a responder:

-Y yo te mataré a ti.

De nuevo río y me di cuenta de que las quemaduras alrededor del ojo parecían formar la figura de un ala.

-Yo la protegeré a usted, eso no lo puede evitar. No me importa si debo matar a otras personas para hacerlo, señorita. -hizo una reverencia burlona.

Le solté un montón de palabras que nunca pensé decir antes. Insultos, amenazas que probablemente no podría cumplir y al final de todo, una pregunta:

-¿Quién carajo eres?

-Señorita Hidden, por favor. -hizo un gesto de desdén con la mano.- Yo soy su ángel guardián.

-Púdrete, maldito.

-De hecho estoy destinado a hacerlo si no cumplo la misión que me han encomendado. -rió.- ya sabes, en una cubeta de ácido lentamente. Por eso tengo que proteger a una.... cría estúpida malagradecida como tú.

Respiré hondo y cerré los ojos dos segundos antes de volver a abrirlos junto con otra pregunta.

-¿Protegerme?

Pero cuando los abrí, el extraño ya no estaba en mi campo de visión.

-Protegerla, efectivamente.

-¿De qué?

-Nadie lo sabe.

Ya no estaba enfurecida, sólo quería las respuestas a todo eso, pero ya no volvería a hablar con él ese día, ni hoy ni mañana, si no el Lunes de la próxima semana.

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