IV

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Bien ahora corría. Otra vez corría, pero esta vez tenía un motivo distinto. No corría por una horda de zombies, corría porque un angelical chico lo perseguía con aura asesina.

—¡Ven aquí rata de mierda, te voy a torturar!

—¡Con esas lindas palabras, claro que me detendré Lichtan!

Dobló en una esquina del pasillo y chocó con fuerza con otro cuerpo, ambos cayeron al suelo dando un quejido.

.

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"Me gustas, Kuro"

Hace una semana eso había escuchado. Esas fueron las palabras que lo aturdieron. Por un momento creyó haber escuchado mal; un juego, una ilusión, incluso creía que se quedó dormido en el sillón y ahora solo soñaba. Pero no. Aquel fue el susurro que salió de los labios de su Eve. Uno pequeño, apenas audible que lo hizo confundirse, y felizmente le aceleró el corazón.

El pequeño —detenido en esa concurrida calle— le había agarrado la chaqueta para detenerlo y encararle tal confesión. No entendía por que de todos los lugares y momento, lo hizo en aquel.

No hace mucho habían salido por víveres faltantes en su alacena. Pasaban por una de las calles más concurridas que haya visto, y como tal, muchas tiendas que ofrecían sus despampanantes y ostentosas decoraciones de la fecha los rodeaba. Y Shirota, tan simple y directo, le susurró aquellas palabras.

"¿Por qué?"

Había preguntando. Torturando mas al castaño. Algunas personas a su alrededor los miraban curioso y él solo tenía ojos para su Eve. Con la cabeza gacha y mordiéndose el labio, sabía que el pequeño estaba avergonzado y nervioso, y él lo torturaba preguntándole el por qué. No era el lugar, lo sabía, mas sin embargo quería saber.

Pero Mahiru no dijo más. Simplemente se quedaron detenidos mientras una muchedumbre de gente los pasaba, y el castaño no tenia palabras para lo que había soltado.

.

.

—Ya no se escuchan los gritos.

Mahiru se detuvo mirando el techo como buscando a Avaricia por ahí escondido, y Hugh bajó de sus hombros.

—¡Tetsu!

Al frente de ellos venia con paso calmado el alto rubio con su ataúd a cuestas. Apenas los divisó soltó una pequeña sonrisa y se acercó al par. Hugh se convirtió en su forma animal y se posó en la cabeza de su Eve. Shirota se acercó aliviado de encontrar a alguien. Llevaban su buen rato y no habían logrado toparse con ninguno de los chicos.

—¡Tetsu qué es eso!

El más alto llevaba arrastrando una gran bolsa y algo en su interior se removía inquieto.

—Atrape un zombie.

—¿Heh?

Cuando Sendagaya soltaba sus frases tan normalmente y como si fuera lo mas obvio, el castaño no sabía si reír o no, como en aquella ocasión.

—¿Por qué lo capturaste?

—Encontré a Chibi gritando por esto, pero corrió y no me vio. Así que dije: defenderé a mis amigos y te atrapare; y lo hice.

Shirota soltó una pequeña risita. Estaba seguro, totalmente seguro que quien estaban en la bolsa era uno de los niños.

—Amigos— susurró.

Y Shirota pensó en Kuro. Claro, ellos no eran amigos. Eran algo mas...

"¿Por qué?"

La respuesta era simple. ¿No es normal enamorarse del caballero cuando salva tantas veces a la princesa? Mahiru no creía en cuentos. Pero hasta hace un año tampoco creía en vampiros. Nunca pensó que su simple y calmada vida cambiara tanto por el simple hecho de recoger un gatito moribundo.

Nunca pensó que su vida correría tanto peligro por el hecho de relacionarse con un vampiro, al día de haberlo conocido —y a las horas de saber de su existencia—ya lo querían matar. Los enemigos que nunca creyó haber obtenido. Los subclases del problemático hermano menor de Kuro. Para aquellos que su vida no valía nada, excepto —tal vez— por su sangre.

Pero Kuro no fue así. Lo salvó. No solo en aquella ocasión. En muchas, en varias. Kuro salvó una y otra vez su vida. Apenas se conocía, y ya se había creado un vinculo tal, que él —Mahiru Shirota—le confiaría su bienestar a ciegas a ese vampiro perezoso. Que cuando se trata de su vida, es capaz de moverse con tal destreza y agilidad, aun cuando después se quejara de dolores musculares y de lo molesto que es su Eve.

Sin embargo, ahí estaba. Kuro cuidando de Mahiru.

Fueron esos detalles que lo hicieron ser más consciente con su Servamp. Fueron aquellas pequeñas cosas y momentos en donde Kuro siempre lo defendía; en batallas, o verbalmente. Kuro siempre saltaba con algún comentario que hacía saltar de felicidad su corazón, aun cuando después quisiera desviar su preocupación con algún comentario burlesco.

Sabia, que cuando su vampiro desviaba la mirada, lo hacía para que él no fuera capaz de ver la preocupación en sus ojos. Que no quisiera leerlo. Aun así, después del incidente del interior de Kuro, fue capaz de ver la realidad en sus orbes. Los sentimientos del chico. Kuro estaba agradecido. Se sentía salvado y perdonado, y con ello su relación se fortaleció, a tal grado que no fue capaz de controlar algunas emociones.

Del cariño paso al amor.

Y no fue capaz de frenar sus sentimientos.

Entonces, aquel día, cuando terminaban las compras y miraba a su alrededor a tanta gente feliz. Ni siquiera era época Navideña o San Valentín, pero aun así las parejas y familias disfrutaban alegres de las compras, aun si se trataba de una noche tan espeluznante como lo era la noche de brujas.

Y entonces lo había atacado la envidia. Kuro caminaba a su lado ajeno a todo, ambos llevaban bolsas de las compras, y solo Shirota tenía ese aire de desosiego. Quería compartir mas con Kuro. Eran compañeros, amigos, pero él quería mas. Quería ser capaz de tomar la mano del chico y guiarlo sin vergüenza hacia aquellos vergonzosos atuendos. Disfraces acuerdo solo para parejas, se veían divertidos y ridículos, pero aquellas parejas se veían tan felices.

También quería arrastrarlo a los juegos y festivales, que en esa fecha eran variados y llamativos. Entrar a la casita del terror y abrazarse al chico con la escusa del miedo. Él quería eso. Quería hacer todas esas cursilerías.

Y entonces, cuando Kuro lo paso por haberse detenido, lo retuvo tomándolo sin mucha fuerza del borde de su chaqueta.

—Me gustas, Kuro.

Él no estaba nervioso. No tanto como comenzó apenas haber soltado esas palabras. Creyó torpemente que seria fácil. Que su cabeza procesaría los porque de su confesión. Que la gente a su alrededor no los miraría raro. Que Kuro no lo miraría extraño.

—¿Por qué?

Aun cuando se mordió el labio, solo fue capaz de soltar un pequeño quejido aguantándose el bochorno. Su rostro ardía, no supo en qué momento se avergonzó tanto. Su manos temblaban, ya casi soltando el agarre con su Servamp.

Y él simplemente no fue capaz de decir el porque.

Trick or TreatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora