Heliotropo

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LuHan, que había oído el verso tan bien como yo, se encogió de hombros.

–Hay un coche esperándome –dijo, pasando su brazo en torno al mío–; sin embargo, si usted prefiere caminar...

–Con mucho... hacía un calor sofocante dentro de la sala.

–Asfixiante, en efecto –repitió él, pensando evidentemente en otro cosa.

Y luego, de golpe, como asaltado por una idea repentina dijo:

–¿Es usted supersticioso?

–¿Supersticioso? – exclamé yo, sorprendido por lo imprevisto de la pregunta–. Sí, un poco.

–Yo lo soy en exceso. Es parte de mi naturaleza, en la que domina el elemento bohemio. Se dice que las gentes bien educadas no son supersticiosas. Pero, en primer lugar, yo recibí una educación detestable; y luego, creo que si de verdad conociéramos los misterios de la naturaleza, probablemente podríamos explicar las extrañas coincidencias que constantemente se nos ofrecen. Pero no sabemos nada.

Y deteniéndose, de pronto, bruscamente:

–¿Cree usted en la transmisión del pensamiento, de los sentimientos, de las sensaciones?

–A decir verdad, jamás me he parado ha pensado en esas cosas...

–Es preciso creer en ello –añadió él imperativamente–. Así, por ejemplo, esta tarde, ambos hemos tenido la misma alucinación y en el mismo momento. Va usted a darse cuenta: lo primero que lo asaltó fue una visión de la Alhambra chispeando bajo los rayos del sol. ¿No es así?

–Sí, así es –dije yo estupefacto.

–Y en ese momento, usted experimentaba el sentimiento de un amor ardiente que le sacudía el cuerpo y el alma. ¿Es así o no es así? Y luego vino Egipto, y con él Antinoo y Adriano. Usted era el emperador y yo era el esclavo.

Y añadió plácidamente, hablando casi para sí mismo.

–¿Quién sabe? Tal vez un día tenga que morir yo por usted, como Antinoo murió por su amo– y sus facciones adoptaron la expresión dulce y resignada que puede contemplarse en las estatuas clásicas de los semidioses.

Mi estupor iba en aumento.

–¡Oh Usted piensa que estoy loco! –prosiguió– pero no lo estoy, no hago más que describir los hechos. Usted no se siente encarnando la personalidad de Adriano, porque no tiene aún el hábito de este tipo de visiones; pero todo se le aclarará un día; en lo que a mí concierne, debo decirle que la sangre inglesa corre por mis venas y...

No llegó a acabar la frase. Caminamos un rato en silencio, y luego de un rato, continuó:

–¿No notaba usted que yo me giraba de su lado, mientras ejecutaba la gavota? Acababa de sentir entonces su presencia, y lo buscaba a usted con los ojos sin poder descubrirlo. ¿Se acuerda usted?

–En efecto, sus miradas se volvían hacia mi lado.

–Y usted estaba celoso.

–Sí, murmuré. 

Por toda respuesta, apretó mi brazo contra sí, y tras una breve pausa, añadió, precipitadamente y en voz baja:

–Es preciso que usted sepa que no hay muchacha en el mundo que consiga llamar mi atención. Y que jamás podré amar a una mujer.

Mi corazón latía violentamente; y sentía como un nudo en la garganta.

«¿Por qué me cuenta esto?», me pregunté.

Teleny (Adaptación)[XiuHan]Where stories live. Discover now