LuHan

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Una vez más, nuestras miradas volvieron a cruzarse, experimentando yo en aquel mismo momento una sensación extraña, una especie de fascinación que me dejó petrificado. Como hipnotizado, en lugar de abandonar el salón, y contra mi voluntad, empecé a acercarme al grupo.

El músico, sin mostrar en ello afectación alguna, mantuvo los ojos sin apartarlos de los míos. Yo me sentí temblar de la cabeza a los pies. Parecía querer atraerme lentamente hacia él. Y la sensación, debo confesarlo, era tan agradable que me abandoné sin resistencia.

JongDae, que aún no me había visto, se giró, y al reconocerme, me dirigió, como era su costumbre, un leve saludo protector. En los ojos del pianista brilló por un momento una chispa al acercarse al oído de JongDae y decirle algo, a continuación de lo cual el hijo del general, por toda respuesta, vino hacia mí, y tomándome de la mano, dijo:

-MinSeok, permítame presentarle a mi amigo LuHan: M. LuHan, M. Kim MinSeok.

Ruborizado, respondí al saludo. El pianista me tendió su mano sin guantes. En mi estado de nervios, yo había también retirado los míos. Puse pues mi mano desnuda en la suya... Era una mano perfecta para ser de hombre, más bien grande que pequeña, firme y suave, con unos dedos largos y afilados, que oprimía a la vez con vigor y sin choque.

¿Quién no ha experimentado las diversas sensaciones que produce el contacto con una mano? La mano es índice del temperamento. Algunas son en pleno invierno cálidas y ardientes, otras frías y hasta heladas en plena canícula. Las hay secas y apergaminadas, y otras húmedas y viscosas. Las hay carnosas, esponjosas, musculadas, delgadas, huesudas y descarnadas. La presión de unas es fuerte como un torno, la de otras, blanda como una cifra. Hay manos que son productos artificiales de nuestra civilización moderna, que presentan deformidades similares a las de los pies de las damas chinas, manos continuamente aprisionadas por los guantes durante el día, y a menudo envueltas en cataplasmas durante la noche o al recibir los cuidados de la manicura; manos tan blancas como la nieve, cuando no castas como el mismo hielo? La manecita ociosa que evita el contacto rugoso de la mano morena y manchada del obrero, a la que el duro trabajo ha transformado en callo uniforme! Hay manos discretas, y manos que palpan con toda indecencia; manos cuyo apretón hipócrita expresa las reservas de quien las estrecha; manos aterciopeladas, untuosas, clericales y lánguidas, de un lado está la palma abierta del pródigo, de otra la garra encorvada del usurero. Hay, por fin, la mano magnética, que parece tener una secreta afinidad con la propia, y cuyo solo contacto basta para quebrantar nuestro sistema nervioso y llenarnos de goce.

¿Cómo expresar mis propias sensaciones bajo la presión de la de LuHan? Su mano prendió en mí toda una hoguera, y, cosa extraña, al mismo tiempo yo experimentaba el dulce frescor de un beso. Desde mi mano consiguió deslizarse por todo mi ser, acarició mis labios, mi garganta, mi pecho; mis nervios tremolaban cargados de deleite; este temblor descendía por mis muslos, hasta alcanzar a Príapo que, sacado del sueño, levantó la cabeza. Esta mano tomaba posesión de mí todo y yo me sentía dichoso de pertenecerle.

Hubiera deseado decir a este encantador algo amable para agradecerle el placer que su actuación me había procurado; ¿pero qué vulgar alabanza podía servir para expresar mi admiración?

-Señores -les dijo-, temo estar privándoles de su música.

Yo hice notar que precisamente estaba a punto de marcharme.

-El concierto le aburre. ¿No es así?

-Muy al contrario, pero después de haberle oído a usted, no podría soportar oír a otros artistas.

Él pareció halagado, y sonrió.

-Verdaderamente, Lu, esta vez se ha usted superado -dijo JongDae. Jamás le he oído tocar con tanto brío.

Teleny (Adaptación)[XiuHan]Where stories live. Discover now