El perfume y otras cosas que se cargó

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¿Bruno? [___________] Testimonié a Bruno en esa época en la que quería sacar de su partitura la ansiedad. Se me desfloró como un charlatán, aunque decía que nunca lo había sido, sólo que ahora que empezaba a sacarse mierda tenía el mono de charlar a lo profundo. [ ] Admito que era cruelmente reconfortante saber de su dolor cuando yo también estaba mal. Bueno, a quienes se lo pregunto siempre me lo niegan, pero yo estoy convencida de que a todos nos pasó eso.

Era [____________ ] como una imagen que se posteriza al completo de repente. Nunca me llamaba, no le gustaban los teléfonos. Para charlar tampoco quedábamos a tomar un café, ni una cerveza, ni agua del grifo. Sólo se sentía capaz de contarme cosas si nos las pasábamos como información clasificada. Decía que la vida se la desmuerma uno mismo, que siempre hay que estar atento por si el mundo intenta putearnos y podemos aventajarle y ser el doble de felices antes de la pedrada. Por eso era que teníamos que hacer todas las charlas como información clasificada, con la sensación de riesgo de que nos pillaran, con la adrenalina de saber que no se puede ni notar el blanco del papel.

Así que en alguna de las horas de clase, mediante una compleja red de aeropuertos para aviones de papel, acordábamos el lugar para traspasar la información. Podíamos elegir cualquier formato: una paloma mensajera, un disquete, un gato blanco con un enlace acortado escrito en la barriga... Después del primer año tuvimos que desistir de los animales, pues [ ] ya no podíamos encargarnos de tantos y cada vez era más difícil elegir un animal distinto (nos dimos cuenta de que eso se había ido de las manos cuando a mí se me ocurrió importar un gerro borinsoniano, de esos que huelen mal, mal).

Mediante la información confidencial me enteré de que era [__________ ]un arrepentidor compulsivo. Había tres cosas por las que cada día se arrepentía, y... Mira, no estoy segura en absoluto de que deba revelarlas, pero dada la situación...

Una de ellas era haberse cargado a su perrita Olimpia cuando era pequeño. No es que él quisiera ir por ahí, pero [______________ ] era tan díscolo que se le ocurrió ponerla en un cubo y bajarla por un pozo [____________ ]. La perritá saltó y se quedó en un hueco de la pared... No quedaba comida en casa que se pudiera usar para atraerla y que volviera al cubo, así que la pobre estaba condenada. Bruno siempre sintió que lo peor era que todos parecían saber lo que pasó en verdad e hicieron la vista obesa. El Bruno de los veinte años hubiera viajado en el tiempo para condenarse por ello, para hacer el trabajo que no hicieron los testigos. Le daba mucho miedo saber lo frágil que eran a veces las vidas, y lo poco que podían importar algunas, pero le daba más miedo sentir que todo podía terminar de manera tan bruta, como en veinte segundos de película sin post-producción. [ _______________________________ ]

La segunda cosa era el perfume. Su madre Viviana se había comprado un perfume, y Bruno, con [su usual] torpeza, un día lo tiró del estante. Lo único que se le ocurrió fue enterrar los trozos de cristal en el jardín. No era un perfume caro en absoluto, eso no le remordía. Era sentir que sólo era bueno para cargarse las cosas lo que le molestaba, [ _________________ ] porque la tercera cosa...

La tercera cosa también se la había cargado. Esta vez fue Terry, otro perro, el que uno de sus tíos se había traído de casa de la abuela. Terry era demasiado remordón, así que todos los niños del barrio le temían. A Bruno le gustaba recordar cómo se subían todos a la casita de un tobogán para huir de él [ ]. Y pasó un día que su tío se hartó y pues, «con esa crueldad de falsos adultos», como decía Bruno, lo subieron a un bus y lo abandonaron en alguna casilla de Al-Silbara. Bruno se acordaba perfectamente de todo el proceso: se subieron a la parte de atrás, se bajaron después de una media hora y dejaron a Terry sentado en un costado de una intersección, medio dormido. El cielo estaba sazonado para anochecer. Terry no se movió por una vez. Aparte de la sensación de haberse cargado su vida al no hacer nada, a Bruno también le reremordía no saber si Terry se había movido de allí después de que subieran ellos al instante a otro bus. [_____________ ]

Y esos tres remordimientos le rondaron la cabeza hasta bien entrados los veinte. En clase a veces podía responderte «Terry» a las preguntas del profesor o escribir «Olimpia» en el apartado de nombre de los exámenes. La verdad yo no me creía que le apenaran tanto esas cosas, era simplemente que tenía demasiado tiempo para pensar. Sí, tal vez ése fue el principal problema de Bruno durante mucho tiempo. Su vida se resumió en piso-aula y de vuelta. Al menos hasta el día en el que inauguraron el mercadillo semanal en la Avenida de la Mafia del Barrinho.

También le testimonié esa época, sí. Y bien que entiendo por qué el mercadillo le cambió la vida, aunque casi todo lo sé por lo que me contaba Ángel [____________], un chico que ayudaba de monitor en una de estas movidas artísticas universitarias. Él sabe del mercadillo, sé que fue un miembro fundador de la Brigada de los Calcetines Dispares.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2016 ⏰

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[Adelanto] Historia de la mala leche {Roldom 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora