El Infierno de Gabriel

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—¿Qué me dices de un pez? Son la nueva moda en mascotas. 
  Julia se echó a reír.   
—Mejor no. Bastante me cuesta ya cuidar de mí misma, como para tener que cuidar de una pobre criatura que no tiene ninguna culpa.   
Él se incorporó un poco para poder mirarla a la cara.  
—En ese caso, deja que yo cuide de ti —susurró, con los ojos brillantes.
—Podrías tener a cualquier mujer que quisieras, Gabriel. 
Él frunció el cejo
—Sólo te quiero a ti.
Ella apoyó la cabeza en su pecho y sonrió. 
—Estar sin ti es como vivir en una eterna noche sin estrellas. 

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