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Siempre comienza de noche. La oscuridad alimenta mis planes. Y, su algo me sobra, es oscuridad. Ella es el suelo donde florecerá lo que satisfaga mis deseos.
Si pudiera elegir, siempre preferiría la noche al día, el sótano al jardín. Sólo después del atardecer, la esencia de mis ideas pueden salir de su escondite para respirar el aire helado que le da una belleza grotesca a su cuerpo deformado. La carnada debe ser apetitosa para que la presa mire el anzuelo que se hundirá en su carne con firmeza. Mi presa. Casi deseo abrazarla sin haberla conocido. De alguna manera lo haré: ambos seremos uno en mi espíritu.
No necesito ir en busca de la oscuridad: siempre me rodea y yo la exhaló como si fuera mi aliento. Como si fuera el sudor de mi cuerpo. Mientras tanto, ella me esquiva, y eso es bueno. Todos me acechan y murmuran, están incómodos, angustiados. Piensan que la peste los mantiene alejados, pero yo sé que es la oscuridad.

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