Son las tres y diez y no hay rastro de Colin. Nick notaba la pelota de basketball contra el suelo, la atrapaba con la mano derecha, luego con la izquierda y después volvía a su diestra. Un corto y sonoro golpe retumbaba cada vez que la botaba contra el piso. Él se esforzaba para mantener el ritmo. Veinte veces más la pelota tendría que cambiar de mano. Si no llegaba Colin, tendría que ir solo al entrenamiento.
Cinco, seis. No podía comprender por qué Colin no aparecía. El sabía perfectamente que era muy fácil que los corrieran del equipo de Betthany. Colin tampoco tenía encendido su teléfono, seguro que se le olvidó cargar la batería. Diez, once. A cualquiera se le olvida conectar su teléfono, pero... ¿también se le olvidaron el basketball, sus amigos, su equipo? Dieciocho, diecinueve. Veinte. Nada de Colin. Nick suspiró y puso la pelota bajo el brazo. Ni modo, la mayoría de las canastas irían por su cuenta.
El entrenamiento fue extenuante. Después de dos horas, Nick estaba bañado en sudor. Con las rodillas adoloridas caminó cojeando hacia la regadera, se puso bajo el chorro de agua y cerró los ojos. Colin no apareció y Betthany, para no variar, estaba furioso. Descargo toda su rabia contra Nick, como si él fuera el culpable de la desaparición de Colin.
Nick se esparció el shampoo y lavó su larga cabellera (al menos así le parecía al entrenador Betthany), que después amarro en una cola con una liga desgastada. Fue el último en irse del gimnasio.
Afuera ya era de noche. Mientras bajaba por las escaleras eléctricas para llegar al metro, Nick sacó su celular y presionó la tecla en la que tenía guardado el número de Colin. Después de sonar dos veces escuchó el buzón de voz y Nick colgó sin dejar un mensaje.La madre de Nick estaba recostada en el sofá, leía una de sus revistas de salón de belleza y veía televisión.
—Hoy cenaremos hotdogs —le dijo a Nick en cuanto cerró la puerta—. Estoy muerta. ¿Me traes una Aspirina de la cocina?
Nick dejó caer su morral en el rincón y echó una Aspirina efervescente con vitamina C en un vaso de agua. Hotdogs, genial. Se moría de hambre.
—¿Y papá?
—No está, va a llegar más tarde... Es el cumpleaños de uno de sus compañeros.
Sin muchas esperanzas, Nick hurgó en la nevera buscando algo sabroso: unas salchichas o el resto de la pizza de ayer, por ejemplo. No encontró nada.
—¿Como ves el asunto de Sam Lawrence? —gritó su mamá desde la sala—. Qué locura ¿no?
¿Sam Lawrence? El nombre le sonaba, pero no pudo asociarle con ningún rostro. Las confusas noticias de su madre siempre lo sacaban de quicio cuando estaba muy cansado. Le sirvió el anhelado cóctel contra el dolor de cabeza y pensó si debería tomarse uno.
—¿Ustedes estaban ahí cuando se lo llevaron? Hoy me lo contó la señora Gillinger mientras le retocaba los rayitos. Ella trabaja en la misma empresa que la madre Sam.
—¡No te entiendo! ¿Sam Lawrence está en mi escuela?
Su mamá lo observó con el seño fruncido.
—¡Pues claro que si! Está dos años abajo de ti. Lo expulsaron. ¿No te enteraste del escándalo?
No, Nick no se había enterado, pero su madre lo puso al corriente.
—¡Encontraron armas en su casillero! ¡Armas! Se supone que eran una pistola y dos navajas de muelle. ¿De donde sacó un muchacho de quince años una pistola? ¿Sabes donde la consiguió?
—No —dijo Nick sin ganas de mentir.
A el no le importaba el escándalo (como llamaba su madre). Sin embargo, pensó en los estudiantes que asesinaban en las escuelas estadounidenses y se sacudió involuntariamente. ¿De verdad había tipos tan enfermos en su escuela? Tuvo ganas de hablarle a Colin, tal vez el sabía más acerca de lo que había pasado, pero el muy holgazán no contestaba el teléfono. Quizás era lo mejor seguramente su madre exageraba de nuevo y Sam Lawrence sólo tenía una pistolita de agua y una navaja de boy scout.
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EREBOS
Mystery / ThrillerNick se ha vuelto adicto a Erebos: un videojuego que ha pasado de mano en mano en su escuela. Las reglas son extraordinariamente rígidas: el jugador siempre debe estar a solas y no hablar con nadie sobre el tema; el que contravenga o no cumpla las r...