| Capítulo 2 |

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CAPÍTULO 2:
E R I K

En mi sueño, estaba volando sobre un bosque. Volaba sobre un cielo lleno de estrellas y donde la luz de las tres lunas me llenaba de una luz cálida y tranquila.

Había alguien más en el bosque, me di cuenta. Era una chica. Me acerqué a ella, volando entre los árboles. Tenía el cabello oscuro y muy largo, y se enredaba entre las ramas de los árboles. Llevaba un vestido largo y blanco, como una especie de camisón, que le llegaba hasta sus pies descalzos. Traté de llamar su atención, pero no parecía poder verme. Era como si fuera invisible y viera a través de mí.

Entonces empezó a correr por el bosque. No sabía de qué estaba huyendo, pero la seguí sin dudar ni un instante. Al llegar a un claro, dejó de correr, totalmente agotada tras la carrera.

Por la otra parte del bosque, apareció un unicornio. Pero no era como los unicornios de las historias que contaba mamá, si no que tenía una mirada vacía y perdida y sin alma.

Me desperté con todo el cuerpo sudando y las sábanas de mi cama hechas un lío, con la imagen de los ojos del unicornio aún latiendo en mi cabeza.

— Solo ha sido un sueño. — me tranquilicé a mí mismo, mientras los recuerdos de la pesadilla empezaban a borrarse por completo de mi mente.

Me levanté de la cama y me puse unas zapatillas, recordando lo que nos hacía mamá a Val y a mí cuando, siendo niños, teníamos pesadillas. Nos traía un vaso de agua y estaba con nosotros, contándonos historias felices hasta que nos calmábamos y conseguíamos dormir de nuevo.

Mi madre ya no podría ayudarme, pero decidí de todas formas bajar a la cocina a por un baso de agua, que seguro que me ayudaría aunque fuera un poco.

— ¿Quién anda ahí? — oí preguntar a una voz femenina. ¿Una chica? Aquella no era la voz de mamá ni la de Val.

— ¿Quién eres tú? — le dije.

— Yo te he preguntado antes. — Dijo, y un rayo de luz de luna la alumbró.

Me invadió una sensación de pánico durante un segundo. Era exactamente igual a la chica de mi sueño, que pretendía olvidar. Los mismos ojos fríos, de un color azul como el hielo. Pero no podía ser ella, ¿no? Era imposible.

— Soy Erik. — respondí. — Vivo aquí.

— Soy Eva. — dijo, apartándose un mechón de pelo oscuro de la cara. — Mi padre y yo vinimos anoche, seguramente estarías durmiendo. Tu padre nos ha invitado a quedarnos una temporada en tu casa.

— ¿Por qué?

— No lo sé. — murmuró con indiferencia, encogiéndose de hombros. — Al parecer son viejos amigos o algo así.

— Ah. — contesté solamente.

— ¿Y qué haces tú aquí?

— ¿Perdona?

— Me refiero a qué haces en la cocina a las... — dijo Eva, haciendo una pausa para mirar el reloj de su muñeca. — ... Cinco y veintitrés, con cuarenta y cuatro segundos, de la mañana.

— Vengo a por un vaso de agua. — contesté. Cada vez me sentía más tonto delante de aquella chica.

Cogí un vaso del armario y lo llené con el agua del grifo. Mientras lo hacía, Eva no se movió de su sitio, sino que siguió observándome fijamente, como si esperara que le hiciera algo.

Ya en mi habitación conseguí volver a dormirme y esta vez no hubieron malos sueños.

***

Por la mañana me despertó una voz chillona gritándome desde la puerta.

— ¡Erik! ¡Levántate ya! — exclamaba Val. — ¡El desayuno está listo!

— Ya voy... — suspiré—. Espérame allí.

Por mucho que quisiera a mi hermana pequeña, resultaba un poco molesta en algunas situaciones, como lo era aquella, sobretodo tras haber dormido tan poco la noche anterior.

Me vestí rápidamente y bajé a desayunar. La cocina estaba más ajetreada de lo normal. Eva estaba sentada en el sitio de mamá, lo que hizo que una chispa de enfado se encendiera en mí. A su lado estaba el que supuse que era su padre. Ambos compartían los mismos ojos azules y la misma piel pálida, aunque el pelo de Eva era más oscuro. El padre de Eva me resultaba demasiado familiar, aunque no podía recordar dónde lo había visto antes.

— Buenos días Erik —me saludó papá, mientras cocinaba las tortitas del desayuno.

— Hola, papá —respondí, algo incómodo por no saber cómo actuar delante de los recién llegados.

— Ellos son Christian y su hija Eva —me explicó Jack, al notar mi confusión—. Se quedarán una temporada con nosotros, ¿vale? Espero que os llevéis muy bien —había un deje de ironía en su voz y Christian y él intercambiaron una mirada cómplice, mientras Eva y yo nos mirábamos sin comprender—. Esta tarde puedes llevar a Eva a dar una vuelta, y así le enseñas el barrio, ¿no crees, Erik?

— ¡Yo también quiero ir, papá! —exclamó Val, con la boca llena de tortitas y sirope de chocolate—. ¿Puedo acompañarles?

— No veo porque no —respondió Jack con una sonrisa. Dejó la última tortita recién hecha en un plato y se sentó a desayunar.

— ¿Por qué están aquí? —le pregunté a mi padre sin importarme el parecer maleducado , tras una pausa en la que cada uno estaba demasiado concentrado en su comida como para hablar con el resto.

— Christian y yo tenemos un... proyecto entre manos. No sabemos cuánto tardaremos, pero es mejor que se queden con nosotros mientras tanto —respondió Jack finalmente, tras echarme una mirada recriminatoria.

Asentí con la cabeza, sin terminar de creérmelo del todo. Había algo que no encajaba en todo lo que estaba sucediendo. Y yo pensaba averiguarlo, a cualquier precio.





Hola idhunitas !

Aquí tenéis otro capítulo.

Muchísimas gracias a Cuquita1726 , Montysb12 , Black_Nayara , CronicasMF y Superjunkies por comentar.

Chica_unicornio_

Memorias de Idhún - Erik y Eva Donde viven las historias. Descúbrelo ahora