-Vamos, despiértate ya... - repitió mi madre.
-5 minutos más porfa... - le contesté.
-Ay... Vale...
Así era cómo empezaban todos los días de mi vida. Me levanté sin ganas, desayuné y me fui de casa. Mi colegio me pillaba bastante lejos, y no tenía muchos amigos ya que era el típico friki antisocial de la clase.
-¡Eh, Marcos!
Levanté la cabeza, era Ana, la única amiga que tenía. Era una chica alegre y simpática, la verdad es que siempre me había gustado, pero no le confesé nunca ya que seguramente me iba a rechazar. De todos modos, ¿a quién le gustaria ser novia de un pringado como yo?
-¿Qué pasa? - le pregunté.
-Este finde vamos a irnos todos de fiesta, ¿te vienes?
Me quedé impactado cuando terminó su frase. Nadie jamás me preguntó eso en mi vida, lo dudé en un momento, ya que lo podía haber estado haciéndolo sólo para fastidiarme y ponerme motivado, pero pensando que es ella, me fié y le contesté:
-Vale, ¿por qué no?
Dos días más tarde, me encontraba en la plaza de Tedos, yendo de fiesta con Ana y algunos de sus amigos. Aquel día me lo pasé genial. Me despedí de ellos, y me puse de camino a casa. Iba despistado, pensando sobre Ana. De repente, sonó un fuerte pitido y sentí un fuerte golpe. Todo desapareció, y ante mis ojos, solo había una inmensa oscuridad.
